Mea culpa

¡Por tu culpa! Solíamos decir cuando éramos pequeños cuando algo salía mal y, todavía lo decimos o lo pensamos, cuando fallamos en algún proyecto de trabajo o personal. El sentimiento de culpabilidad nos acompaña siempre, a unas personas más que a otras, debido a nuestro aprendizaje y socialización desde la infancia. Esta emoción –más negativa que positiva– puede inmovilizarnos y destruirnos si no nos hacemos conscientes de que no siempre somos culpables, aunque si seamos responsables.

Nuestros padres y nuestros profesores nos repitieron en diferentes ocasiones lo mal que hacíamos las cosas, lo malos que éramos, los problemas que les causábamos o la necesidad de que cambiáramos si queríamos un futuro gregario. En la iglesia lo repetíamos cada domingo en la oración Yo Confieso: por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa…

Es cierto que hemos cometido muchos errores y los seguimos cometiendo y por tanto, solemos sentirnos culpables, lo cual, puede ser un sentimiento sano, porque nos ayuda a regularnos, a reparar y a evitar daños futuros. Pero, esta emoción se convierte en problema, cuando vivimos en ella constantemente y condiciona nuestras vidas y decisiones, o cuando la sentimos sin haber cometido acto alguno que la justifique.

Mirar al pasado –y me refiero incluso al próximo pasado– recriminándonos de forma obsesiva, nos gasta la energía y nos mete en un círculo obsesivo que nos acerca al masoquismo. A veces, este sufrimiento se somatiza provocándonos dolor en el pecho, en el estómago, en la cabeza y en los hombros –como si estuviéramos cargando un fardo muy pesado.

Las personas con baja autoestima suelen experimentar a menudo esta emoción negativa porque creen que no merecen amor por parte de los demás y no aceptan las gratificaciones infringiéndose así un castigo. También las personas perfeccionistas tienen sentimientos de culpabilidad porque cualquier error los hace autocriticarse y reprochar sus fallos.Cuando hacemos algo que no está en consonancia con unos valores que hemos asumido como justos y positivos, cuando nos comportamos en disonancia con nuestros cánones, nos recriminamos y sentimos culpables.

Es cierto que hay personas con ciertos problemas psicológicos o de adicción cuyos trastornos les provocan esta emoción negativa de culpabilidad y poco pueden hacer para obviarla. Por ejemplo la depresión, que va acompañada de pensamientos de autorrecriminación; las personas con trastorno obsesivo compulsivo que no pueden reprimir pensamientos que creen que no son adecuados; las personas alcohólicas cuyo sentimiento de culpa llega a ser insoportable y otras con cualquier tipo de trastorno psicológico que las hace depender de los demás, sintiendo que son una carga para familiares y amigos.

El problema no es sentir la culpa, ya que, en principio, no podemos hacer nada para evitar el sentimiento, sino hasta después de haber aprendido a controlar de forma educada esta emoción. Para ello, hay unos pasos que podemos dar y que nos harán desechar el vestido de la culpabilidad para adoptar el de la responsabilidad.

A partir de ahora, cuando nos sintamos culpables:

• Vamos a reconocer nuestra conducta, abandonando un pensamiento polarizado y asumiendo una postura más flexible: no todo es blanco y negro, la vida está llena de matices.

• Aceptaremos las consecuencias que provocó

• Analizaremos el motivo de nuestra actuación: a través de un diálogo interior sincero

• Corregiremos, si es posible, o pediremos disculpas. La culpa no es la solución, la acción sí lo puede ser. La culpa nos hace perder el presente y nos roba parte de nuestra vida

• Aprenderemos a no cometer de nuevo el mismo error

Recordar los errores del pasado solo nos sirve cuando aprendemos de ellos. El problema no es la culpa, sino lo que hacemos con ella.

Cuando cometemos un error no somos malos, nuestra conducta fue inadecuada, no nosotros.

Culpa es una palabra sumamente pesada que puede ser un lastre en nuestras vidas. Cambiémosla por: responsabilidad. No somos culpables por los errores. Los demás tampoco son culpables. Nosotros somos y ellos son responsables.