7 historias de amor. Sábado: amor seco

Debiste haberme dicho que me amabas.

Ya no.

Ya los árboles no crecen en mi orilla.

Ya no brinco las piedras.

Ya no lleno el aire de alegría con mis notas.

Ya no sacio la sed del viandante.

Ya no doy frescura mágica a los niños.

Ya se secó mi cauce.

Ya se gastó en lágrimas.

Debiste haberme dicho que me amabas.

Ya no.

7 historias de amor. Miércoles: amor de madre

 

Portadora del disfraz más bien logrado

cuando una la mira cree que es niña.

 

Piel de dulce de leche,

ojos de café, tan cargado,

que en la mirada lleva aroma y excitación.

Tronco de árbol joven, sin daños en la corteza,

adornado su tope por una maraña viva.

Conjunto todavía sin gentileza,

abierto a la metamorfosis.

 

Pero no, mentira;

parece que fuera pero no es.

 

Es aire que un día, cuando pasaba por el azahar

robándole su olor, fue apresado.

Color azul sorbido con disimulo, pecadillo leve;

¡hay tanto azul en el cielo!

Sabor del tamarindo. Picadura de hormiga Caribe.

Olor de mango, manzana y melón. Espíritu de ruiseñor.

Pimienta, nuez moscada y malagueta.

 

Ternura de una camada de perros.

Rio caudaloso y atrevido o desviación casi estancada

cubierta de lilas, según el momento.

Alas de gaviota con colores de mariposa.

Volcán de luz.

Espuma de mar.

Gota de lluvia recogida de una hoja.

 

¡Es la vida!

¡Sí, la vida vibrante!

 

Y por si a alguien se le ocurre que es poseer demasiado

y quiere robarse parte,

¡Cuídese!

Que ese disfraz tiene cancerbero, desconfiado, fiero.

Porque ya una vez,

con premeditación y alevosía

le robaron el suyo.

7 historias de amor para los siete días de la semana.

LUNES, AMOR AL MAR

A veces, cuando puedo,

dando un rodeo en mi camino para no ser vista,

escapo

y jadeando llego hasta ti.

 

Nuestro amor es como el de dos adolescentes;

furtivo, escondido, sin tiempo suficiente.

Con prisa abro mis poros

que se impregnan de tu olor

y acallo los ruidos del entorno

para oír tus susurros y, a veces, tus quejas.

Tu color queda preso en mi retina.

 

Pero ¡Ay!

Que mis manos quedan vírgenes.

Estás lejos,

no te puedo tocar.

 

Un día, tengo fuerza suficiente y me atrevo,

rompo mis ligaduras, lo dejo todo y me voy.

Ese día, no me recibes en cualquier parte, no. Ni con cualquier color.

Adornas nuestro lugar con palmeras,

te vistes de sol y de espuma

y pides al viento que pase cerca, más sin dejarse ver,

seguido de su cola de sonidos.

 

Para que llegue a ti tiendes alfombra suave, tibia,

pronóstico de lo que espera.

Y yo, en vez de correr, retengo el tiempo.

La rozo apenas con mi planta;

experimento con mis dedos;

entierro el pie golosamente;

me agacho, la aprieto entre mis manos y se la devuelvo al lugar.

 

Este día no hay prisa.

Tú esperas tranquilo llenándote de mi oro y yo,

coqueta, sabiéndome esperada,

mojo mi cara y pruebo la sal

que dejaste a mi alcance para endulzar los besos.

 

No puedo esperar más.

Y llenando mis ojos de gaviotas,

de destellos de luz,

de cielo, te llego…

 

Besas mis pies y me animas

y buscando por entre todos mis rincones

nos unimos al fin,

en sal y en dulce.

 

En el éxtasis final

me llevas a vientre de mi madre

donde quedo suspendida, sin resistencia,

regresando a Dios.

 

Tarde, Celestina de nuestra escapada

¡apaga las luces! Despacha al viento

y batuta de la orquesta de la noche

borda tu serenata.

 

Mi cuerpo,

amado hasta el rapto,

buen alumno,

ha  aprendido a ser insaciable de ti.

 

 

 

Osadía

 

Dando marcha atrás,

robándole al progreso una hora de impuesto humano,

llegué hasta aquí empujada por el viento.

 

Y como ahora puedo porque sé lo que es querer y no poder,

meto mis pies en el charco de agua que la lluvia me dejó de regalo

y tiño mis calcetines de color de tierra,

porque estoy cansada de la presencia impecable.

 

Y como ahora puedo porque sé lo que es querer y no poder,

no voy a misa y me caliento en una hoguera de símbolos

mientras espero a Dios

mirando el sol, las hormigas y los hombres.

 

Y como ahora puedo porque sé lo que es querer y no poder,

envuelvo al amor de mi carne en el velo de mis sentidos

y lo invito a poseerme,

porque he aprendido a fundirme con lo eterno.

 

Y como ahora puedo porque sé lo que es querer y no poder,

amo a mis hijos, si quiero, si mis entrañas de animal me lo ordenan;

y si quiero los odio;

y rompo en mil pedazos el sofisma de la sociedad.

 

Y como ahora puedo porque sé lo que es querer y no poder,

muero cuando quiero y como quiero.

sin temor, con frutos en las manos, mi mochila llena de amor.

El temor a la eternidad quedó disuelto entre libros y doctrinas.

 

Dando marcha atrás llegué muy lejos.

Miro hacia los lados con temor; no veo a nadie.

Nadie pudo ver  mi alma al descubierto. Respiro. ¡Qué osadía la mía!

Noviembre 1983