Claroscuros de Barcelona. El Tió de Nadal

Soy una de las muchas personas a las que la Navidad pone triste. Analizando concienzudamente mi equipaje y, aun con conocimientos de psicología, no puedo explicar por qué. No encuentro motivos en el consciente. Pero la verdad es que cada año, desde que dejé de creer en los Reyes Magos y en el Tió, las navidades han sido para mí más fastidio que otra cosa. Especifico, me uno a la parafernalia y voy a tantas fiestas como soy invitada, y durante las mismas hago abstracción del motivo y simplemente las disfruto; pero, pensar que se acerca la susodicha temporada, me pone mal.

Las navidades que yo recuerdo en mi querida Catalunya no eran bulliciosas, ni fiesteras, ni etílicas; eran íntimas, tiernas, provocaban una alegría serena, reposada. Mi corazón estaba feliz, excitado, pero no se salía del cauce. De esa época en la que no recuerdo haber sentido tristeza, sino el disfrute de las diferentes tradiciones, comparto mi vivencia con tres de ellas: El Tió, los Reyes Magos y el Roscón de Reyes.

El Tió de Nadal –un tronco al que se le dibuja en un extremo una cara y se le encasqueta una barretina–, al que los catalanes hacemos “cagar” la noche del 24, después de la Misa del Gallo o el día de Navidad, es una tradición navideña originada en un personaje mitológico occitano cuyo aporte, al ser quemado, era dar alegría al hogar a través del calor y la luz. Alegría que se simboliza, para la comprensión de los niños, haciendo que este tronco evacue dulces y turrones para toda la familia.

Desde el día 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, se pone el tronco en la casa y se tapa con una manta para que no tenga frío –en realidad, servirá para ocultar los regalitos y golosinas–. Algunos pilluelos ponen el Tió antes para que engorde mucho más y “cague” más regalos. Hay que darle de comer cada día pan seco, algarrobas y frutas. También hay que darle agua para beber. Gracias a los cuidados, el Tió podrá “cagar” regalos. Las chucherías que “caga” el Tió, saben mejor que cualquier otra cosa buena que sea ofrecida durante las navidades. Son cosas pequeñas, porque las grandes se les piden a los Reyes Magos. Pero los niños las festejan como si fueran regalos extraordinarios.

Para que el Tió haga su trabajo, se canta una canción al tiempo que se golpea el tronco. Caga Tió –Caga Tió– ametlles i torró –almendras y turrón–. No caguis arengades –no cagues arenques– que son massa salades –que son muy salados– caga torróns –caga turrones– que són més bons –que son más buenos–. Caga Tió –caga Tió– ametlles i torró –almendras y turrón–, si no vols cagar –si no quieres cagar– et donaré un cop de bastó –te daré un golpe de bastón–. ¡Caga Tió!

Terminada la canción, se quita la manta y los pequeñuelos se dedican a recoger todo lo que aparece debajo. Si hay muchos niños reunidos y para evitar riñas y disgustos entre ellos, cada niño golpea el Tió por turno y recibe sus regalitos particulares.

El Tió siempre fue magnánimo conmigo. Turrones, caramelos y regaliz por montones. El recuerdo de esta vivencia siempre me traslada a la cocina de mis abuelos, con chimenea, cálida, con olores mezclados de sopa y dulces, llena de alegría, de magia, plena. No había terminado de recoger los regalitos del suelo y ya estaba pensando en escribir la carta a los Reyes Magos.

Después venía la comida tradicional catalana para esta fecha memorable: escudella i carn d´olla amb galets, pollo relleno de pasas y piñones y de postre, turrones. Más adelante, ya de adolescente, en la noche de Navidad que celebrábamos por segunda vez con los amigos –ya que la primera vez era con la familia por aquello de que Al nadal tota ovella al seu corral– añadíamos panses, figues, mel i mató, un poco para vivir lo que según la canción se le ofrece al Noi de la Mare, el Niño Jesús.

La fiesta de reyes comenzaba con la cabalgata del día cinco por la noche. Allí, además de ver a los reyes en persona y con suerte ser acariciada por alguno de ellos durante el maravilloso desfile, se podía entregar la carta.

Yo escribí carta a los reyes hasta los once años. Ya me habían dicho mis amiguitos que los reyes eran los padres y yo no lo quise creer, hasta que un día vi a mi papá entrar unas cajas a mi casa que luego reconocí en el balcón al lado de mis zapatos. Mis peticiones a tan ricos señores eran muchas y en un noventa por ciento complacidas. Pero todos los años de los que tengo memoria pedía que me trajeran una muñeca con pelo que nunca me trajeron. Siempre me ponían una muñeca con el pelo pintado. No sé si para los reyes ese era el pelo. Ahora pienso que debí haber añadido “pelo natural, del que se puede peinar”.

Esa misma noche, ponía en el balcón los zapatos de mi papá –pensaba que al ser más grandes me dejarían más cosas–, un vasito de vino dulce y unos turrones para los reyes y yerba para los camellos. Me acostaba muy temprano porque si los reyes, al llegar, me veían despierta, iban a pasar de largo –decían mis padres para tener tiempo de buscar los regalos en el trastero y colocarlos en el balcón.

La alegría del día siguiente, una vez pasada la primera desilusión por la muñeca sin pelo, era inmensa, e inmediatamente salía a compartir con mis amiguitos todos mis regalos. Entonces se jugaba en la calle.

El día seis de enero, a la hora de comer, de postre se abría la caja del Roscón de Reyes. Esta, por sí sola, ya era un regalo para la vista pues era colorida y tenía trazos dorados. El roscón solía tener diferentes presentaciones cada año. Los que más me gustaban eran los que tenían fruta confitada y unas plumas de colores para adornar. No me gustaban los que venían con un huevo duro incrustado o cabello de ángel. El roscón siempre traía sorpresas dentro de la masa, figuritas, anillitos y un haba seca que a quien le caía, se suponía que pagaba el roscón.

Ah! Esos eran otros tiempos. Ahora, se me hace difícil vivir con intensidad tradiciones o costumbres adoptadas; o dicho de otra forma, las vivo, pero no las siento a plenitud. Una Navidad sin frio no es Navidad. Santa Claus nunca podrá reemplazar al Tió y, por suerte, los Reyes Magos recorren el mundo entero en veinticuatro horas.

Claroscuros de Barcelona. Esos niños arrugaditos

En Barcelona, como en cualquier otro lugar, los ancianos y ancianas vienen en diferentes envolturas y contenidos. Los hay altos, flacos y arrugados y los hay bajos, gorditos y menos arrugados. Por dentro, los hay muy sanos, promedio y gastados. Los hay con la cabeza en su sitio y otros que deciden mudarse de la azotea donde viven para ir a lugares y situaciones de su infancia o explorar nuevas experiencias que disfrutan más a nivel sensorial que cognitivo.

Por suerte y como consecuencia de toda la información de la que disfrutamos y de los medios de salud al alcance de la mayoría, cada vez los ancianos son “viejos” más tarde.  Hacen ejercicio, usan cremas y procedimientos rejuvenecedores, consumen vitaminas y los últimos descubrimientos en comida sana. Pero llega un momento en que bajan la guardia por el peso de los años y se empieza a notar la edad. Es el momento de comenzar a pensar en lo impensable y de implantar el plan de futuro que puede haber sido diseñado por ellos mismos o por su familia y que tiene que ver con un lugar donde se pueda retirar en sus últimas jornadas (que pueden ser cortas o muy largas dependiendo de la actitud del huésped hacia la modalidad), para que le ofrezcan servicios de compañía y salud, en ese orden.

La comunidad de Barcelona ofrece varias soluciones a las personas mayores (Información provista por el Ajuntament de Barcelona). Por ejemplo, del programa Vivir y Convivir que está orientado a los mayores que se valen por sí mismos y que pueden ofrecer una habitación en su casa a estudiantes que viven fuera de Barcelona y necesitan vivienda mientras cursan estudios en nuestra ciudad.  Este programa busca estimular la solidaridad, el conocimiento y la ayuda mutua entre dos generaciones y ha demostrado ser enriquecedor para ambos sujetos.

Otra modalidad son las Viviendas con Servicios que se ceden, en régimen de uso, a personas mayores que se valen por sí. Están adaptadas a sus  necesidades en cuanto a movilidad, accesibilidad, recursos, etc. y con servicios de apoyo tales como sanidad y alimentación, que pudieran necesitar en un momento determinado. Incluyen servicios de alojamiento, conserjería, tele asistencia, apoyo personal y social y ayuda para la limpieza de la vivienda. Hay un precio establecido para las plazas en estas viviendas.

También existe el Servicio de Acompañamiento a Domicilio que se da en dos modalidades: acompañamiento a domicilio (un voluntario visita a la persona mayor una vez por semana por dos horas, con lo que se presta apoyo afectivo y alivia el aislamiento en el que muchos ancianos se ven sumergidos) y, acompañamiento esporádico para  dar soporte al anciano que tenga que hacer diferentes gestiones fuera de su casa. Estos servicios los llevan a cabo personas voluntarias y son gratuitos para el envejeciente.

Las Estancias Temporales para Personas Mayores se ofrecen para dar apoyo a las familias que tienen en su domicilio a personas mayores con deterioro físico y/o psíquico, o por  motivo de vacaciones, o descanso, o de otras necesidades. El servicio está limitado a una estancia máxima de dos meses al año. La plaza tiene un precio establecido.

El Servicio de Acogida Diurno para personas mayores, está dirigido a ancianos que viven en su casa pero necesitan ayuda para las actividades diarias o que no pueden estar solas por sus limitaciones. Incluye servicios como atención sanitaria, atención social, alimentación (comida y merienda), higiene personal, actividades de rehabilitación, podología (opcional) y peluquería (opcional). Tiene un precio establecido.

El Servicio de Acogida Residencial  consiste en infraestructura y equipos dedicados a acoger y atender, de manera permanente o temporal, a personas mayores que no pueden realizar las actividades de la vida cotidiana (limpieza de la casa, higiene personal, etc.), o necesitan una atención constante (por enfermedad, edad muy avanzada, etc.) y no cuentan con apoyo familiar o de otras personas, para continuar viviendo en su casa.  Este servicio forma parte del Catálogo de Servicios de la ley de la Dependencia.

El Servicio de Acogida de Urgencia (SAUV)  se ofrece a los ancianos que se encuentran en situación de urgencia social que requiere una actuación inmediata, con el fin de ofrecerles una acogida temporal y atención a sus necesidades básicas, mientras se encuentran los recursos más adecuados para tratar su situación. La atención se presta en el centro municipal que presta este servicio, o bien en plazas de residencias de la ciudad concertadas para cada caso concreto.
Un equipo de profesionales analiza la situación de la persona, y hace la tramitación de recursos para encontrar soluciones a la situación.

Otro de los servicios más hermosos es el Servicio Comidas en Compañía. Este servicio diurno provee asistencia a las  personas mayores en situación de fragilidad y está orientado a potenciar un envejecimiento activo y saludable. Para ello cubre dos necesidades básicas: facilita una alimentación adecuada y un espacio relacional de vínculos de amistad y de conexión con la comunidad. Pueden beneficiarse del servicio las personas mayores de 65 años (excepcionalmente pueden acceder personas de más de 60 años con discapacidad reconocida de más del 33%), personas mayores solas en riesgo de aislamiento social, personas que viven en viviendas sin condiciones para cocinar, personas que, aún viviendo en viviendas en buenas condiciones, requieren un seguimiento de los hábitos de alimentación, relacionales, de higiene y de salud fuera de su domicilio. El precio tiene que ver con la cantidad de comidas y los ingresos del envejeciente.

También se ofrece una solución orientada al transporte: la Tarjeta Rosa que sirve para acceder a los transportes metropolitanos integrados, sin limitación de viajes ni horario. Puede ser gratuita o reducida. Para esta última hay importantes descuentos.

El Proyecto Radars es una red de prevención en la que participa la sociedad civil y la administración pública. Tiene como objetivo contribuir a que las personas mayores que viven solas o acompañadas de otras personas mayores puedan quedarse en su hogar, con la complicidad de su entorno. La prioridad es reducir el riesgo de aislamiento y de exclusión social de la personas mayores.

Quizás sea por todas estas soluciones que se ofrecen para la vejez, o porque los catalanes cuentan con retiros que, aunque en la mayoría de los casos no son abundantes, son dignos; o porque han vivido desde pequeños con mucha independencia personal, o simplemente porque son recios y esperan al último momento a tirar la toalla, los ancianos catalanes pueblan las calles, parques y bancos para compartir entre ellos lo bueno y lo malo y hasta se puede oír una voz cascada diciendo a modo de piropo: Adeu pubilla maca, ¿que vols fer un cafetó amb mi? (Adiós jovencita bonita ¿quieres tomarte un cafecito conmigo?). Puede ser que su vista no sea muy buena, pero hay emociones y sentimientos en esos corazoncitos arrugados.

 

 

Claroscuros de Barcelona. El cant dels ocells

Normalmente el transporte público de Catalunya funciona muy bien. Esto hace que la mayoría de las personas lo utilicen en lugar del vehículo propio para trasladarse, dejando este último para trayectos largos, acceso a lugares poco frecuentados –ya quedan pocos– o como instrumento personalizado para el disfrute de los alicientes del camino hacia el lugar de vacaciones, tales como paradores, restaurantes, monumentos, o para facilitar la guarda de los tesoros de la naturaleza, ya sea en la retina, en el olfato, en la cámara digital o en el bolsillo.

Cuando se llega a Barcelona desde un país en desarrollo, una de las cosas que más se admira y luego de vuelta se añora, es el buen funcionamiento del metro, autobuses y trenes. Los horarios están publicados para días festivos y entre semana y es admirable la puntualidad de cada uno de estos medios, siempre que no haya huelga –que las hay abundantes en estos últimos tiempos de crisis.

En el metro, se puede ver en las pantallas los minutos y segundos que faltan para el próximo tren y se puede apostar que así será. En caso de que haya un minuto de retraso, actualizan la pantalla para que la clientela sepa. Cuando aparece la palabra “entra” o “entrando”, no es necesario ni mirar hacia dónde se espera el tren, sino que una se levanta y se dirige a la puerta más cercana o a la que parezca que corresponde al vagón más vacío.

Tanto en el tren como en el metro, hay unidades que brindan música ambiental, que suele ser clásica o de “lobby de hotel” –como diría mi hija– y que ayuda a disipar el cansancio, el calor o, sin tú quererlo y si tus pensamientos se enredan en ella, te traslada a mejores o peores lugares, a recuerdos gratos o dolorosos, dependiendo de tu momento.

Pero, últimamente y por motivo de las crisis internacional, más o menos dolorosa en los diferentes países europeos, ha aparecido una modalidad de entretenimiento en los trenes de Rodalias  –Cercanías– que consiste en ofrecer música en vivo, por parte de inmigrantes, con mayor o menor acierto. En el “acierto” incluyo, el tipo de canción, la voz, la entonación y el instrumento del que se vale el artista para deleitar a la clientela.

Normalmente los artistas son mejor recibidos que los pedigüeños a secas, o los vendedores de chucherías. Pero hay artistas y aristas. Estos últimos cortan el oído, la imaginación y el buen talante del día. Eso sí, reciben su castigo en forma de baja o nula recolección.

Las melodías pueden ser de todo tipo: de moda, antiguas, movidas, lentas, etc. y dependiendo del gusto del cliente, a mitad de la canción o pieza ya se va buscando en el bolsillo o en el monedero la moneda con la que se va a premiar la distracción impuesta. Algunas personas que hacen un trayecto diariamente en ese medio de transporte, llevan en su bolsillo varias monedas destinadas a esos fines. El importe no solo depende de la pieza, sino de quién la interpreta. Si nos llevamos de la novela El Amante Bilingüe, de Juan Marsé, algunos de estos artistas pueden vivir de sus recolectas en los trenes y pasillos del metro y hasta ahorrar para el futuro.

No voy a hablar de los artistas rodantes malos y mediocres a los que uno les sale huyendo. Pero voy a contarles dos de mis experiencias en el tema.

En mi último traslado desde Barcelona a un pueblecito del Maresme, una joven del este de Europa, embarazada, con una voz fuerte y entonada e interpretando una melodía folclórica de su país hizo el milagro de que la gente se levantara y se acercara a ella para aportar su moneda, cuando lo que se usa es que el artista pase por cada asiento con una bolsita donde se deposita “la voluntad”. En realidad no se aporta mucho, pero si son muchas personas que lo hacen a lo largo del trayecto, siempre que el artista no tenga que bajar a toda prisa porque aparece algún agente de seguridad, se puede recoger una cantidad razonable.

Y hay algunos que además de músicos son mercadólogos y saben qué pueden vender mejor, dependiendo del “target”. Fue el caso de un violinista de cierta edad que comenzó a tocar El Cant dels Ocells, canción popular catalana dedicada al nacimiento del Niño Jesús, de autor desconocido y que se asocia a Pau Casals quien la interpretó con su violonchelo magistralmente y que hace que brote de dentro de una un arcoíris de emociones que van desde la tristeza, hasta la exaltación de la patria catalana, pasando por el amor, la ternura y la melancolía. La interpretación no fue tan buena, quizás por el destartalado violín que transportaba en un bolso de lona descolorido, pero la canción suplió la deficiencia y al final de la pieza, muchas personas aplaudimos y cooperamos monetariamente, más por lo que simboliza para nosotros que por la presentación en sí. Lo mismo habría pasado si hubiéramos escuchado La Santa Espina que nos refuerza con su párrafo “som i serem gent catalana, tant si es vol como si no es vol que no hi ha terra més ufana, sota la capa del sol”. (Somos y seremos gente catalana tanto si se quiere como si no se quiere, que no hay tierra más orgullosa debajo de la capa del sol.) o un párrafo de la poesía L´Emigrant, de Jacinto Verdaguer “Dolça Catalunya, pàtria del meu cor, quan de tu s’allunya d’enyorança es mor” (Dulce Catalunya patria de mi corazón que cuando se aleja de ti, muere de añoranza).

Claroscuros de Barcelona. El mejor amigo del hombre

Tener un perro en Barcelona tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como todo en la vida.

En realidad, los perros catalanes son tan educados como sus dueños. Es entrañable ver cómo, aún sin correa que los ate, los esperan a las puertas de los establecimientos que no los dejan entrar, sin un solo ladrido o inconveniente. A la salida los reciben como si hiciera un año que no los ven.

Sus dueños, generalmente, los sacan a pasear y hacer sus necesidades fisiológicas dos o tres veces al día. Para lo segundo, hay dedicados espacios y, aun con los mismos, el dueño se ve obligado a recoger los excrementos del canino y tirarlos en un recipiente para material orgánico que, dicho sea de paso, están cómodamente ubicados para que los vecinos no tengan que andar mucho para hacerlo.

Los peluditos, cuando salen de paseo, se juntan con otros perros que están en los mismos menesteres sin peleas ni actos hostiles. Cuando se ven, una puede imaginar que se saludan.

–¡Ey colega! ¿Cómo estuvo la cosa?

–-¿Qué le dieron de comer hoy?

–¿Se le pasó ya el dolor en los cuartos traseros?

–-Por si está acatarrado o flojo del olfato, el Rondo ha hecho saber que su vecina la Mini está dispuesta a recibir visitas; y recuerde que la sacan a las dieciocho.

Las ventajas de tener un perro son algo muy conocido: hacen compañía; son una terapia para el que vive solo o el depresivo; adoran a sus dueños y son leales hasta la muerte sin tener en cuenta el  humor del propietario; enseñan a amar y a cuidar; atraen el amor –en forma de otros u otras propietarios y propietarias de otros especímenes, o de otros seres humanos que gustan de los perros aunque no tengan en su casa.

Algunas veces se dan en la calle ciertos “diálogos para besugos”, como consecuencia de la poca materia gris de los propietarios, que no de los canes. Pero, en el fondo, esto se debe a que adoptan a sus animales y denotan verdadero amor por los perros.

–¡Que perrito más gracioso!

–¡Pues el suyo no digamos!

–-¿Cómo se llama?

–Chucho.

–¿Chucho? ¿No es un poco despectivo?

–Nooo. Sería si fuera perra, pero como es perro…

–La mía se llama Roncha.

–¿Roncha?

–En principio se llamaba Concha, pero mi suegra quiso que le quitáramos el nombre porque su abuela se llamaba así.

–¡Pues qué abuso! ¿No?

–Todo sea por la familia.

Las desventajas tienen que ver, más que nada, con las necesidades fisiológicas del animalillo y con las molestias que pueda causar a cualquier vecino al que no le gusten los animales no racionales o racionales –que los hay antisociales.

–¿Qué come Chucho?

–Pienso, comida húmeda y snacks.

–!Tio, se nota que no estás en el paro! Mi Roncha come mitad pienso y mitad comida casera.

–El problema de la comida casera es el trabajo que pasas para recoger la mierda.

–Sí. Por eso la saco tres veces al día.

–Pero no te veo con las bolsitas…

–Imagínate, las bolsitas para caca de comida casera…más de una vez he tenido que salir corriendo a la fuente más próxima. Últimamente ya no la recojo.

–-¡Serás guarra! ¿Y si le da por hacerlo delante de un poli?

–Siempre la paseo por donde no hay.

–A Chucho también lo saco dos veces al día, pero a veces no aguanta y se va al balcón a mear. La vecina del primero D ya me ha amenazado dos veces con hacer que me quiten el perro.

–La verdad que uno tiene que sufrir mucho con los niños.

–Sí.

Las autoridades, por su lado, promueven la paternidad canina responsable con letreros como este:

  • Los perros necesitan los juegos y paseos al aire libre. Es responsabilidad del dueño acompañar a su animal y vigilar que hace sus necesidades en los sitios indicados para ello.
  • Ate en la correa varias bolsas de recogida de excrementos. Le ayudará en caso de que el expendedor esté vacío.
  • Recuerde que es obligatorio recoger las heces del animal. En caso contrario puede ser sancionado.
  • Los excrementos del perro deben depositarse en un contenedor de basura orgánica o recipiente especial para este tipo de residuos. No en una papelera.
  • Vigile que su mascota no olfatee o lama las heces de otros animales: son un foco de enfermedades.
  • Respete las zonas de recreo infantil. No están indicadas para que su perro haga sus necesidades en ellas.

¡Tan civilizados, ellos!