Vivir contigo

Juntos permaneceréis por siempre, hasta que las blancas alas de la muerte dispersen vuestros días.

Pero permitid que haya espacios en vuestra unión, para que el viento de los cielos dance entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una cadena; sea más bien un mar meciéndose entre las riberas de vuestras almas.

Daos el corazón el uno al otro, pero no para un uso personal, pues sólo la mano de la vida puede sostener dos corazones unidos.

Y permaneced juntos, pero no demasiado juntos, porque aun los pilares del templo guardan su distancia, y ni el roble ni el ciprés pueden desarrollarse el uno a la sombra del otro.

Khalil Gibrán

 Si hemos escogido a una persona para vivir en matrimonio o en pareja, los pilares que sostendrán la convivencia son:

Amor.

Espiritualidad.

Libertad.

Generosidad.

Y si por la debilidad del ser humano se cayera alguna de estas columnas, podemos reemplazarlas momentáneamente, mientras la reparamos, por una columna de perdón, o de comprensión, o de empatía.

Si algo se rompe, arreglémoslo. Una unión de dos personas es algo demasiado valioso para tirarlo a la basura sin hacer el menor esfuerzo por recomponerla.

Anodina Medrano

Nací en La Puya y vivo todavía allí. Pero no vivo con mis padres porque ahora estoy casada con un hombre y nos mudamos dos calles más allá de la casa de mis padres. Tengo una hija que se llama Cristal, pero que no es del hombre que vivo ahora.

Cuando yo era pequeña mi mamá siempre estaba enferma. Entonces no se sabía que tenía pero siempre estaba cansada, sentada o acostada. Ahora los médicos han dicho que tiene depresión y la están medicando. Ella tendrá que tomar la medicina de por vida, porque esa es una enfermedad que no se puede curar. Ella va también donde una doctora que le da terapia, pero no se ve mucha mejoría. Siempre ha llorado mucho y a nosotras nos daba mucha pena, pero ahora ya nos hemos acostumbrado.

Mi papá siempre ha trabajado como jardinero. Como vivimos cerca de los barrios de gente que tienen muchos cuartos y con jardines grandes, él siempre les ha hecho su jardín y ya lo conocen mucho. Unas doñas se lo dicen a otras y siempre lo llaman para que haga trabajitos. Una doña le prestó los cuartos para que se comprara una máquina para podar la grama y luego se los regaló. Mi papá siempre ha sido una persona de palabra y la gente lo quiere mucho. Le regalan muchas ropas para el trabajo y le dan de comer cuando echa el día en la casa arreglando el jardín.

Cuando éramos pequeñas nunca pasamos hambre porque mi papá siempre traía cuartos a la casa. Al principio, mi mamá se encargaba de todas las cosas de la casa y de nosotras. Luego, cuando nació mi tercera hermana, Josefina, como que se puso mala y de ahí en adelante nunca se ha sentido bien del todo. Desde bien pequeñas nosotras tuvimos que ayudar en la casa cuando mi papá se iba a su trabajo. La vecina del al lao nos cocinaba y mi papá le daba un dinero mensual. La comida la poníamos nosotros, pero ella la hacía y arreglaba la cocina. A veces mi mamá también cocinaba, pero cada vez menos.

Yo iba a la escuela porque mi papá me hacía ir todos los días. La escuela me gustaba, pero no tanto. Fui hasta los doce años. Después dejé de ir porque entré a trabajar en una casa de familia junto con una vecina que era la empleada principal de la casa.

Las vecinas nos querían mucho a las tres y hay una que se llama Mariana, que es con la que estoy trabajando en la misma casa de familia, que siempre me llevaba a su casa y hablaba mucho conmigo. Ella siempre decía que mamá debería cuidarnos y enseñarnos más, que qué era eso de estar todo el día acostada; claro, entonces no se sabía lo de su enfermedad. Así que ella fue como mi mamá y hasta me regañaba cuando pensaba que estaba haciendo algo mal hecho. A ella le debo mucho.

En el barrio había muchos niños y por las noches nos juntábamos a hacer cuentos, sobre todo las hembras. Los varones también se acercaban y siempre estaban tratando de darnos miedo. Había un morenito que se llamaba Carlitos que vivía solo con su padre porque su madre se murió al poco de dar a luz. Carlitos era muy buena gente y empezó temprano a ayudar a mi papá con lo de los jardines. El recogía la grama cortada y las ramas y barría al final; mi papá le daba la comida y algo para él. Luego se dañó. Se encontraba que con mi papá ganaba poco dinero y dicen que se metió en cosas de droga o algo así. El asunto es que cuando tenía dieciséis ya salía con mujeres y otros tígueres y un día por la noche su papá oyó que tocaban en la puerta y salió. Era Carlitos. Se cayó redondo frente al papá. Me dijeron que tenía el mondogo afuera. Yo no lo quise ver, ni aun cuando lo velaron en la casa. No se supo qué le había pasado ni quién fue. Eso se quedó así, pero el papá, desde entonces no es gente. Mariana siempre decía que si los padres no se ocupan de los hijos ni les dan su fuete para enderezarlos, luego, cuando quieren que la cosa se remedie, ya no están a tiempo.

Mi papá se cortó en un pié con un hierro de hacer jardines y la pierna se le puso muy mala. Creían que la iba a perder. Tuvo que guardar reposo por tres meses. Ese tiempo no lo pasamos tan bien porque no había cuartos en la casa. Los vecinos nos ayudaron y también la hermana de mi mamá, pero claro, la cosa se estaba poniendo cada día más fea y no sabíamos cuándo mi papá podría volver a trabajar. Entonces, Mariana, que trabajaba en una casa de familia, me dijo que le iba a hablar con la doña para ver si podía llevarme para ayudarla a ella. Allí me darían comida y de seguro la doña me regalaría ropita de una hija que tenía más o menos los mismos años que yo.

La doña le dijo que sí que podía ir, pero con la condición de que por la tarde siguiera yendo a la escuela. Así que pa allá nos fuimos. En la casa siempre me han tratado muy bien. Ahora ya llevo veinte años con ellos. Son como de la familia. Desayunaba y comía muy bien, lo mismo que los señores y por la tarde Mariana me preparaba una lonchera para que me la llevara a la escuela con un sanguich y un jugo. Me acuerdo que los compañeros siempre me pedían comida, porque yo era la única que llevaba. Además me pagaban algo que la doña dijo que no era un sueldo, que solo era para que me pudiera comprar ropa y los útiles de la escuela y si sobraba algo, ayudar a mi mamá.

Pero la escuela quedaba un poco lejos y no me gustaba llegar tarde a mi casa y perderme la chercha y las telenovelas. Así que la dejé, pero no dije nada en la casa de la doña, por un tiempo,  para que no me botaran. Mariana me dijo que no, que eso no se podía dejar así y que mi mamá debía haberme obligado a seguir yendo a la escuela, pero mi mamá no estaba en nada y no me dijo  ni ji. Mariana dijo que había que decírselo a la doña, pasara lo que pasara, así que se lo dijimos. La doña me habló mucho para que volviera a la escuela, incluso ofreció pagarme una escuelita privada que había más cerca, pero yo no quise. No tenía interés. Ya sabía leer y escribir y sumar, restar y multiplicar –que ya casi se me ha olvidao multiplicar–. Ahora pienso que debería haber seguido, pero ya es tarde, por eso estoy encima de Cristal para que aproveche la escuela, no quiero que le pase como a mí. A ella tampoco le gusta mucho, pero yo la obligo, como debió haber hecho mi mamá.

En casa me aburría mucho y empecé a salir con amigas, nos íbamos a un colmadito que había en la esquina todos los días. Yo no tomo alcohol porque no me gusta, pero a mis amigas sí que les gustaba tomarse unas frías. Al colmado iban también muchachos y allá nos quedábamos cherchando hasta las tantas. Al principio yo tenía miedo de que me dijeran algo en casa, pero mi mamá ni se enteraba y mi papá tampoco decía nada. Mariana era la única que me echaba boches; decía que mis amigas no eran más que unas alebresquiás y que no hacía nada bueno saliendo casi todas las noches.

Al colmadito iba también un, disque, funcionario del gobierno y siempre se ponía a mi lado y me preguntaba cosas. Que dónde vivía, que cuantos años tenía, que si tenía novio. A mí me gustaba porque era como más fisno que los otros hombres. Siempre me ponía mucha conversación. Luego las muchachas me dijeron que era casado y que tuviera cuidao con él porque era un tíguere. Tenía un Toyota rojo y un sábado me invitó a ir con él a otro colmado que vendía un picapollo muy bueno. Yo, como al otro día no tenía que ir a trabajar  me fui con él, pero le dije que ya sabía que era casado y que no creyera que conmigo podía jugar. Me dijo que se estaba divorciando de su mujer porque era una mardita loca. Comimos picapollo y hasta me tomé una fría. También bailamos con una música que había puesta. Fue bien conmigo y cuando acabamos me llevó a la casa. Quería darme un beso, pero yo no lo dejé. Luego seguimos viéndonos los fines de semana para ir a un motel –porque me dijo que se quería casar conmigo–. Al final acabé embarazada de Cristal y cuándo se lo dije como que se asustó; yo quería mudarme con él para que entre los dos atendiéramos al muchacho. Me empezó a meter un cuento de que tenía que buscar casa primero porque no iba a botar de la suya a su mujer y sus hijos, y al final resultó que ni se iba a divorciar, ni me iba a mudar. Tuve que decir en mi casa lo de la barriga y mi madre se lo cogió bien porque le dije que el papá era funcionario, que total, no era funcionario na, sino que había hecho un trabajito para el partido y se la buscaba con los funcionarios que conocía. Mi papá se puso bravo conmigo, pero al final me dijo que tuviera la barriga, que ya veríamos cómo lo arreglábamos todo.

Mariana duró casi un mes sin dirigirme la palabra y cuando me habló fue para decirme que no era más que una cuero y que si hubiera sido hija suya me habría dao golpes por pipá. Pero, al final se le fue pasando todo y empezó a darme consejos y a cuidarme para que tuviera una buena barriga. Ella se encargó de decírselo a la doña. Yo creía que me botarían pero no. Como estaba haciendo buena barriga seguí trabajando hasta el final y todo el mundo se preocupaba por mí y me daban de las mejores comidas que había en la casa.

La doña me hizo ir al médico todos los meses y me pagaba la visita –entonces todavía no nos habían puesto seguro–. Una semana antes de parir me fui para la casa y luego nació Cristal. El parto fue muy bueno. Mariana fue quien me llevó al hospital y luego llegó mi papá con mis dos hermanas. Ella llamó un taxi y se puso tan nerviosa que hasta me puso nerviosa a mí. Se quedó conmigo por la noche. La doña me fue a ver al día siguiente y le llevó una canastilla a Cristal.

El sinvergüenza de Primo ni siquiera fue a la maternidad a vernos a la niña y a mí. Luego al cabo de dos meses se presentó en la casa y quería como que volviéramos, yo le dije que se fuera para el carajo y que tenía que buscar los cuartos para la niña o le iba aponer una querella. Desde entonces me pasa una chiripa mensual y cuando es el mes de empezar en la escuela me manda mil pesos para, dizque, los cuadernos y el uniforme. Es un desgraciao.

Volví a trabajar al mes de dar a luz. La doña quería que me quedara en casa más tiempo y me mandaba el mes con Mariana. Pero yo me sentía mal porque pensaba que esa gente había sido muy buena conmigo y que Mariana necesitaba que la ayudaran en la casa. Mi hermana se encargó desde el principio de Cristal, así que no hacía falta que me quedara yo en la casa. A Mariana no le gustó y me dijo: cuidao si tú vas a salir a tu madre y no le vas a hacer caso a tu hija. Acuérdate que los muchachos necesitan una macana cerca.

 A los pocos meses, creo que siete u ocho, conocí a un muchacho que venía mucho a la casa de la doña con el hombre que hace el mantenimiento de la planta. Me gustó desde un principio y me pareció serio y formal. Porque mire, ya yo estaba jarta de hombres sinvergüenzas que lo único que buscan es…ya usted sabe.

Comenzamos a salir y luego nos hicimos novios. Al poco tiempo quedé embarazada pero yo no quería tener el niño. No sabía si lo mío y lo de Félix terminaría bien y además, Cristal estaba muy pequeña y yo no quería cargar con más muchachos, así que no le dije nada a nadie, ni a Félix, y me hice un aborto un sábado. Parecía que todo había ido bien.

A la semana siguiente, yo había pasado una semana muy mala pero yendo al trabajo. No sé cómo fue pero sentí unos dolores muy fuertes en el vientre y de pronto empecé a sangrar mucho. No me podía contener la sangre con nada y me empecé a poner mala. Me fui a la habitación del servicio y me acosté en una cama y allá me encontró Mariana y se puso a dar gritos porque dizque estaba en un charco de sangre. Llamaron un taxi y Mariana me llevó al hospital. Parece que la cosa era de gravedad. Recuerdo que ella lloraba y lloraba. Mi padre y mis hermanas llegaron luego y tuve que decirles lo del aborto. Se pusieron como el diablo y empezaron a decirme muchísimas cosas. Yo estaba bien triste.

Me hicieron un rapado y a los dos días me pude ir para la casa, pero tuve que durar en reposo dos semanas. Mariana venía a verme cada día cuando llegaba del trabajo y me contaba todo lo que había pasado en la casa. Félix se puso muy bravo conmigo cuando supo lo del aborto y dijo que a él le habría gustado tener el carajito. Siguió yendo a la casa y a mi papá y mi mamá como que les gustó. Seguimos saliendo y yo me cuidaba mucho para no quedar embarazada otra vez. El también.

Volví al trabajo y Félix se puso por su cuenta a dar mantenimiento y a hacer trabajitos eléctricos. La doña lo llamaba a cada momento hasta para cambiar un enchufe. La doña hizo como si no supiera nada del aborto, lo cual le agradezco, porque a mí me daba mucha vergüenza primero haber quedado embarazada otra vez y después haberme sacado al muchacho.

Decidimos buscar una pieza cerca de la casa de mis padres y aunque Félix quería que Cristal viniera a vivir con nosotros, mi madre y mi hermana no quisieron. Mi mamá siempre dice que no es bueno para una niña un padrastro, porque ahora era chiquita, pero luego cuando fuera señorita podríamos tener problemas.

No nos hemos casado pero vivimos juntos como si fuéramos un matrimonio. Él me quiere y me respeta y no gana mal. Los domingos vamos a buscar a Cristal para ir al parque o llevarla a comer un chimi y Félix se interesa en todo lo que ha hecho en la escuela como si fuera su padre, que el sinvergüenza de Primo no lo ha hecho nunca.

Ahora en la casa de la doña gano más que Mariana, la doña dice que es que la parte más fuerte del trabajo la llevo yo. No sé si Mariana lo sabe o no. Yo no se lo he dicho porque no quiero que se ponga brava conmigo. Félix y yo no hemos tenido hijos, aunque no los evitamos ya. Me dicen que a lo mejor cuando me hicieron el aborto me dañaron algo allá adentro. No sé. Pero de momento estamos bien.

Lo mejor que me ha pasado en la vida es Félix y lo peor el sinvergüenza de Primo. De mi trabajo lo que más me gusta es cuando la doña me da las gracias por todo lo que hago y me dice que lo hago muy bien. Muchas veces tomo el teléfono y le cojo los recados en una libretita que tiene en su oficina y se los pego en la computadora. Ella me dice que soy su secretaria.

 

 

Inteligencia emocional y aprendizaje

Hoy seré dueño de mis emociones.
Si me siento deprimido, cantaré.
Si me siento triste, reiré.
Si me siento enfermo, redoblaré mi trabajo.
Si siento miedo, me lanzaré adelante. Si me siento inferior, vestiré ropas nuevas.
Si me siento inseguro, levantaré la voz.
Si siento pobreza, pensaré en la riqueza futura.
Si me siento incompetente, recordaré éxitos del pasado.
Si me siento insignificante, recordaré mis metas. Hoy seré dueño de mis emociones. Og Mandino

Las emociones juegan un papel muy importante en el aprendizaje en todas sus etapas: la escolar, la universitaria o la del aprendizaje permanente al que hoy nos obligan a los adultos las responsabilidades  profesionales y ejecutivas.

Hay emociones que favorecen el aprendizaje y hay otras que lo perjudican o lo obstaculizan. Estados anímicos como la alegría, el entusiasmo o el coraje nos impulsan con la energía emocional adecuada para llevar adelante, con eficiencia, cualquier proceso de aprendizaje. Y estados anímicos como la tristeza, el miedo o la cólera, perturban, obstaculizan e incluso pueden anular el proceso de aprendizaje.

También, la intensidad de una misma emoción puede convertirla en positiva o negativa para distintas actividades.  Por ejemplo, un deportista puede tener un determinado nivel de ansiedad que puede mejorar su rendimiento; pero si tiene mucha ansiedad, no alcanzará su máximo nivel. Un actor puede ser estimulado por la ansiedad, y así mejorar su actuación, pero si esa ansiedad se convierte en miedo, al salir al escenario saldrá disminuido y hasta puede olvidar lo que tiene que decir. Lo mismo puede ocurrir ante un examen, una presentación en público, o ante la elaboración un informe.

Hay cuatro niveles en los que nuestros estados emocionales pueden afectar nuestro aprendizaje: en una etapa inicial con disposición, motivación, interés, etc.; en una etapa intermedia, influyendo en la perseverancia, persistencia y  regularidad en el estudio; en una etapa de obstáculos, para lograr el manejo de las dificultades, de la frustración o de la adversidad y en una etapa final  para obtener equilibrio emocional para interiorizar nuestros conocimientos o poder aplicarlos.

Si nos detenemos en el tipo de educación antigua –y que, por desgracia para los educandos, todavía se usa en muchas escuelas– podremos observar cómo los profesores preferían a los niños conformistas que conseguían buenas notas y exigían poco, valorando a los aprendices receptivos más que a los aprendices activos.

Así pues, no era –y es– raro encontrarse con “pigmaliones” que esperaban que el niño sacara buenas notas y éste las conseguía, no tanto por su mérito, sino como por el trato que el profesor le daba, la calificación de sus tareas y pruebas. También se daba –y da– el caso en que el niño ni siquiera trataba de esforzarse cuando veía el modo en que los profesores respondían a sus fracasos.

La escuela debe ser la formadora de personas inteligentemente emocionales, creativas y productivas. Para lo cual, se debe replantear el currículo escolar, o por lo menos el del aula, en el que se ofrezcan herramientas académicas básicas como el manejo efectivo del lenguaje, el trabajo empático y en equipo, la resolución de conflictos, la creatividad, el liderazgo emocional y el servicio productivo.

Goleman, ha llamado a esta educación de las emociones Alfabetización Emocional y según él, lo que se pretende es enseñar a los niños a modular su emocionalidad desarrollando su inteligencia emocional.

Los objetivos que se persiguen con la implantación de la inteligencia emocional en la escuela, son los siguientes:

  • Detectar casos de pobre desempeño en el área emocional.
  • Conocer cuáles son las emociones y reconocerlas en los demás
  • Clasificar sentimientos y estados de ánimo.
  • Modular y gestionar la emocionalidad.
  • Desarrollar la tolerancia a las frustraciones diarias.
  • Prevenir el consumo de drogas y otras conductas de riesgo.
  • Adoptar una actitud positiva ante la vida.
  • Prevenir conflictos interpersonales.
  • Mejorar la calidad de vida escolar, familiar y comunitaria.
  • Aprender a servir con calidad.

Para conseguir esto se necesitan profesores con un perfil distinto al que estamos acostumbrados a ver, que  aborden el proceso de manera eficaz para sí y para sus estudiantes. Para ello es necesario que él mismo se convierta en modelo para sus estudiantes de equilibrio de armonía emocional, de habilidades empáticas y de resolución serena, reflexiva y justa de los conflictos interpersonales. Este docente debe poder transmitir modelos de afrontamiento emocional adecuados para las diferentes interacciones que los niños tienen entre sí.

Por tanto, no buscamos sólo a un profesor que tenga conocimientos adecuados de las materias que enseña en clase, sino que además sea capaz de transmitir una serie de valores a sus estudiantes, desarrollando una nueva competencia profesional.

Estas son algunas de las funciones que debería poder desarrollar el nuevo maestro:

  • Percepción de necesidades, intereses y problemas de los niños, en concordancia con las necesidades, intereses y problemas de su familia y escuela y de su barrio y comunidad.
  • Ayudar a los niños a establecerse objetivos personales relacionados con sus proyectos de vida.
  • Facilitar los procesos de toma de decisiones y responsabilidad personal del estudiante.
  • Ofrecer orientación personal al niño para que obtenga su desarrollo emocional.
  • Establecer un clima emocional positivo, ofreciendo apoyo para aumentar la autoconfianza y autoestima de los niños de su aula.

Se propicia la inteligencia emocional analizando las situaciones conflictivas y problemas cotidianos que acontecen en el contexto familiar, escolar y comunitario y que generan tensión, para hacer factible el desarrollo de las competencias emocionales en los niños.

No obstante, para que se produzca un elevado rendimiento escolar, hay algunos factores deseables en el estudiante: la confianza en sí mismo y en sus capacidades; curiosidad por descubrir; intencionalidad, ligada a la sensación de sentirse capaz y eficaz; auto control; relación con sus pares; capacidad de comunicar y cooperar con los demás.

Hay que resaltar que para una educación emocionalmente inteligente, los padres de los futuros niños escolarizados deben dar ejemplo de inteligencia emocional a sus hijos, para que una vez que éstos comiencen su educación regular, ya estén provistos de un amplio repertorio de esas capacidades inteligentes, desde el punto de vista emocional.