Just another day

Hace mucho que no pongo el despertador. No hace falta, no tengo trabajo, no tengo a quién cuidar, nada ni nadie me espera afuera de la habitación. Solo es otro largo día de desesperación, aburrimiento y deseos de morir.

Hoy no se supone que venga nadie de visita, no hace falta que me bañe ni me afeite. No me miraré al espejo para no tener que decirle al caraepeo que sale reflejado, y que no soy yo, cuánto lo detesto.

Me preparo café y dos tostadas. Saco la mantequilla y el azúcar y las cubro. Mientras estoy comiendo pienso que lo que he preparado no será suficiente y pongo cuatro rodajas más de pan en la tostadora. Cuando están listas preparo cuatro más y pienso en seguir preparando y preparando, pero ya no hay más pan. Levanto mi pesado cuerpo de la silla de la cocina y me muevo sin ganas hacia el despacho.

Enciendo el ordenador y espero con ansiedad que termine el proceso de subida. Es lenta la maldita caja. Abro el correo, cincuenta mensajes. Todos spam excepto dos, el de mi padre que me dice que pasará el viernes a recoger la cámara fotográfica que me prestó. No la va a encontrar porque la vendí para salir de un lio que había hecho para comprarle un anillo a Diana. Le diré que me la robaron. Hay otro correo de mi abuelo que contesta negativamente a mi petición de que invierta conmigo en un restaurante. ¡Viejo de mierda!  Siempre tan tacaño, y cuando se lo reprocho me dice que tiene para vivir con dignidad, porque toda la vida ha ahorrado y ha hecho buenas inversiones. Allá él, no sabe lo que se pierde.

Entro en Feibú. Los mismos chismes de todos los días. Parece de telenovela. Los amigos con sus familias, novias y casas en Punta Cana o con carros último modelo. ¡Cooooño! A todo el mundo le va bien menos a mí. Ellos no son mejores que yo, solo han tenido mejor suerte. Mira a Iván jugando golf. Un marrullero es lo que es, que se casó con Adelina porque tenía cuartos y ahora los está disfrutando. Si yo encontrara una mujer con liquidez…

Cada día está más floja la sección de empleos del periódico. No, no son para mí. Buscan mensajeros, choferes, dependientes de tiendas. No son para mí. Yo puedo gerenciar cualquier negocio.  Lo demostré en el restaurante en el que trabajé hace tres años. Me habría quedado por siempre si no fuera porque los dueños cerraron el negocio.

Tengo que salir a comprar la Loto. Tengo el presentimiento de que este año me va a tocar. Podré cagarme encima de todos y limpiarme el culo con los billetes.

¡Carajo! Se acabó el gas. Tendré que ir a comprar la comida al súper hasta que consiga los tres mil pesos que cuesta el tanque. A comer cualquier caballá medio fría…

Diana no me llama desde hace una semana. No entiendo a las mujeres. Todas quieren casarse y no entienden que uno no puede tomar una decisión de ese tipo sin pensarlo por un tiempo. Como yo lo veo, debemos pasar unos años juntos y luego decidir qué es lo que nos conviene más.

La discusión que tuvimos no era para tanto. Ella pretende que me alquile en cualquier lado haciendo lo que sea. No me entiende. No me voy a poner a trabajar hasta que no me ofrezcan algo que vaya acorde con mis conocimientos y experiencia. Por cuatro cheles no me muevo de mi casa.

La siesta no me ha sentado bien. Me siento más cansado que cuando me acosté. Me pasé de tiempo. Ya es casi de noche. Estas pastillas para la ansiedad me ponen tonto.

Qué calor. Este maldito abanico no echa aire. Esta telenovela está anclada. Laura sigue acostándose con el dueño de la casa y la señora los está espiando. Desde que los encuentre en la cama la va a botar de la casa. ¿Y ella? Bien que sale con Adrián, el hijo del capataz, que tiene quince años menos que ella. Son tal para cual.

¡Paisito este! El noticiero solo habla de violencia intrafamiliar, políticos corruptos que no quieren trabajar y viven del cuento y del sudor de nosotros, los ciudadanos. Suben los precios, suben los impuestos. Un día de estos me voy a degaritar pa Nueva York.

¡Esta fría si está buena, carajo! Si no fuera por este momento del día la vida no valdría nada. ¡Diablos! La última pastilla. Mañana tendré que pasar por la farmacia a comprar el Clonacepam para la ansiedad y la Fentermina para bajar de peso. Y tendré que llamar al primo para que me mande otro bloque de recetas de la clínica. Venderé la mitad y guardaré la otra para mí que las farmacias se están poniendo jodonas con eso de los medicamentos controlados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *