No puedo con ellos

Los límites son los diques protectores que das a los hijos cuando no están a tu lado. Con límites bien definidos los menores se sienten seguros para moverse en la vida pues saben con certeza qué pueden y qué no pueden hacer. Celia Chávez Cham.

Creo que en estos tiempos que estamos viviendo, muchos padres no entienden lo que es la disciplina, o si la entienden, no la ponen en práctica. Hay un gran porcentaje de ellos demasiado permisivos y otro que adopta el castigo como método de disciplinar a sus hijos.

Me parece necesario comenzar tratando de definir: límites, disciplina y disciplina asertiva.

Los límites son prohibiciones obligatorias para el buen desarrollo y evolución de los niños, ya que les aportan seguridad y protección. Les ayudan a tener clara la reacción del medio ante ciertas situaciones en las que pueden tener dudas por su corta experiencia. Cuando decimos “no”, provocamos al niño pequeñas frustraciones necesarias para que pueda renunciar a sus deseos        –que  no siempre es posible y/o recomendable satisfacerlos–, o sepa encajar fallos y decepciones de la vida cotidiana. Los límites le ayudan a mantener y mejorar su auto estima. Un niño con límites puede tener relaciones con sus pares o personas mayores más satisfactorias porque su “semáforo” le dirá cuándo puede o no puede pasar. Es importante añadir que los niños y niñas viven retando a la autoridad que pone los límites y por tanto, la firmeza es imprescindible para que estos sean creíbles y cumplidos. Al niño le encanta probar hasta dónde va a llegar la autoridad si él rompe los límites. Si no hay firmeza al aplicar las consecuencias de romper los límites, estos se volverán laxos hasta que dejen de existir como tales.

La disciplina es el acto de cambiar a una persona –en nuestro caso niño o niña–,  para que actúe de una manera más responsable y apropiada. El objetivo de disciplinar es conseguir un auto control conductual y emocional. Disciplinar no es castigar. Castigar no resuelve nada si no se cambia la conducta que le está produciendo problemas al niño o niña.

La disciplina asertiva solo puede ser llevada a cabo por una persona asertiva; por una persona cuyo modelo de relación interpersonal consiste en conocer sus derechos y defenderlos, respetando a los demás. Tiene como premisa fundamental que toda persona posee derechos básicos. Se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la agresividad y la pasividad. La persona asertiva tiene un comportamiento comunicacional maduro en el cual no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos. Se expresa de forma consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, ya que su finalidad es comunicar ideas y sentimientos o defender su legítimo derecho sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado de autoconfianza, en lugar de estar bajo la influencia de emociones tales como la ansiedad, la culpa o la rabia.

Con los conceptos definidos, puedo entrar en materia. Para disciplinar a los niños es muy beneficioso utilizar una forma firme y respetuosa –que algunos autores denominan enfoque democrático–. En este enfoque, el padre, tutor o maestro expone reglas claras con firmeza y las consecuencias de no cumplirlas. Es un modelo ganar-ganar que detiene la conducta inapropiada. Al informar a los niños de los límites, reglas y consecuencias se les da la posibilidad de que puedan escoger lo aceptable para ellos. Si deciden hacer algo inapropiado, saben a qué se atienen.

Con el enfoque democrático los niños llegan a resolver los problemas por sí mismos, ya que son participantes activos en la solución. Aprenden de las consecuencias de lo que escogen. Se motivan a la cooperación. Tienen poder y control sobre sí. Hay una relación ganar-ganar porque se basa en el respeto mutuo. Estimula la responsabilidad y la independencia –el  niño actúa de tal o cual forma porque, con la información que tiene, él lo decide–. Aprende a respetar las reglas y la autoridad y hace menos “pruebas” con los límites.

La disciplina asertiva tiene reglas específicas, claras y concretas. Es consistente y especifica claramente las consecuencias por violar las reglas. Es inmediata, segura y justa. Tiene una intensidad apropiada, es positiva, de “fácil” aplicación y eficaz. En definitiva: es asertiva.

Mientras que una disciplina inadecuada o un castigo deja las cosas sin acabar o deja cabos sueltos. Cambia las reglas a mitad de juego. Se hacen amenazas y advertencias que no se cumplen. Hay que ser siempre severo –nada que ver con la firmeza–. Requiere esfuerzos heroicos para ser eficaz. Humilla, hiere las relaciones y es siempre, o agresiva o pasiva.

El castigo es eficiente solamente por corto tiempo. Puede suprimir, momentáneamente, pero no eliminar la conducta. Cuando castigamos modelamos una conducta agresiva que produce resultados emocionales indeseables. Puede ocasionar frustración, perturbación y aumento de la conducta indeseable. Deteriora las relaciones interpersonales y conduce a la evitación de la situación y de la persona que castiga. También, la víctima puede tornarse agresiva  y arremeter contra otras personas y podría estimular el castigo hacia el individuo, por parte de las personas que lo han visto. O por el contrario, puede fomentar el efecto de desvalido y sobre todo, puede afectar la autoestima del castigado.

Hay diferentes formas de reforzar o sancionar una conducta. Aquí hablaremos de un refuerzo: la economía de fichas y de una sanción: tiempo fuera.

La economía de fichas se basa en el uso del refuerzo positivo. Las fichas tienen el valor simbólico del dinero y sirven como medio de intercambio. Se organiza de forma que motive a adquirir conductas deseables y cambiar las inapropiadas.

Para implantar este refuerzo, primero hay que reconocer las conductas que queremos modificar y estudiar las circunstancias del ambiente en las que usualmente se produce la conducta problemática. Por otro lado, identificaremos y enumeraremos los reforzadores de apoyo a canjearse por las fichas –lo que el niño debe hacer–. Seleccionaremos el tipo de ficha adecuado que puede ser: fichas plásticas, estrellas, caritas, tapas de botella, etc., estableceremos el precio en fichas de los diversos reforzadores de apoyo y la cantidad de fichas a otorgarse por ejecutar conductas deseables, por ejemplo: comer verduras, 3 fichas y con 30 fichas va al cine. Es imprescindible definir la línea base de las conductas y cuando tengamos todo coordinado, presentar el programa. Debe haber un contrato conductual entre nosotros y nuestros niños antes de implantar el programa, es decir, el niño debe estar de acuerdo con todos los aspectos del “juego”. El programa debe mantenerse un tiempo para equis conducta, con el fin de que podamos apreciar los resultados.

El Tiempo Fuera es un procedimiento mediante el cual se retira el acceso a las fuentes de reforzamiento positivo durante un determinado período de tiempo, después de una conducta indeseable.

Es importante disponer de un lugar seguro y apropiado para el “tiempo fuera” que permita sacar al niño del ambiente de reforzamiento. Su objetivo es parar inmediatamente la conducta inadecuada y ayudar a los niños al autocontrol.

Mientras estemos aplicando esta técnica eliminaremos todo reforzamiento positivo, evitando que haya auto estimulación, pero sin que la situación cause aversión.

Esta técnica como cualquier otra relacionada con la disciplina, debe mantener la mayor consistencia todo el tiempo; ser de breve duración y siempre tener en cuenta las características del niño –cada uno se incentiva o desincentiva de diferente forma–. El niño debe conocer las condiciones del tiempo fuera y que será reintegrado, después de un tiempo, a la actividad interrumpida.

Algo que no debemos olvidar es que este procedimiento no busca regañar o discutir y por tanto, no puede aplicarse en condiciones de ira, resentimiento, venganza o deseos de hacer daño, porque lo que se busca es que proporcione conductas alternativas deseables.

Ejemplos de conductas por las que un niño podría estar un “tiempo fuera”: si pretende llamar la atención de forma inadecuada, si hace intensas “pruebas de límites”, si exhibe una conducta agresiva, irrespetuosa, desafiante, antagonista, o que cause daño.

Ante todo lo anterior es importante saber que el cambio en los niños es gradual y que, a veces,  hay que hacer variaciones o ajustes en nuestra forma de aplicar los métodos de disciplina. No debemos esperar milagros, sino resultados realistas  e, incluso, retrocesos. Los vencedores en esta contienda son el optimismo, la persistencia y la planeación adecuada. Y lo más importante: a veces hay que cambiar nuestra actitud para que los demás cambien.

Aunque lo ideal es que todo este proceso descrito comience desde el inicio de la vida del niño, siempre estamos a tiempo para implantar la disciplina asertiva, aunque, tengo que ser sincera, el trabajo será arduo y se necesitará mucha firmeza y paciencia si hay que comenzar a disciplinar después de los siete años.

 

3 respuestas a «No puedo con ellos»

  1. Interesante reseña. Certera y complicada como la vida misma. Se intenta, pero cuesta un montón. Amo a ver lo que se logra…

  2. Ahora, como abuela, lo puedo ver muy claro, pero cuánto me costó como madre aprender a fijar límites.
    Muy buen artículo. Se lo paso a los hijos.

    1. Eso nos ha pasado a todos(as). La ventaja de los padres de ahora es que cuentan con mas información y pueden estar mas concienciados de la importancia de una disciplina adecuada.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *