La muerte y el duelo (2 de 2)

EL DUELO

Romped las cuerdas del amargo duelo. Quien sufre como vos sufrís, señora: es más que una mujer, algo del cielo,
que de él huyó y entre nosotros mora. José Martí

Cuando hay una pérdida, del tipo que sea, siempre hay un duelo. En este comentario, nos referiremos solamente al duelo por la pérdida de una persona querida.

Cuando alguien querido muere, se pueden sentir emociones diferentes: tristeza, miedo, preocupación, confusión, falta de apetito, falta de sueño, enojo, alivio, culpabilidad o vacío. A su vez, estas emociones se pueden entremezclar haciendo que no sepamos qué está pasando en nuestro interior. Todas estas son reacciones naturales frente a la muerte de un ser querido. Son parte del proceso de duelo.

El duelo nos afecta de forma diferente. Esta forma estará relacionada con nosotros y con la relación que tuvimos con la persona que falleció y en qué circunstancias lo hizo. No es lo mismo ver morir a una persona joven que a una persona mayor; una persona sana versus una persona enferma crónica o grave; a una persona muy querida que a una persona cercana pero con la que se tiene algún conflicto. Por otra parte, nos afecta de forma diferente si somos creyentes en otra vida o no, y si somos religiosos o no lo somos. Perder a alguien de repente puede ser muy traumático y si la pérdida es por un suicidio, esta muerte puede ser muy difícil de enfrentar.

Como el duelo es muy personal e individual, algunas personas buscan el apoyo de otras y encuentran alivio en los buenos recuerdos. Otras tratan de mantenerse ocupadas para despejar su mente de la pérdida. Algunas personas se deprimen y se alejan de sus amigos, o evitan los lugares o situaciones que les recuerdan a la persona fallecida. Otras pocas personas tratan de evitar su dolor involucrándose en actividades peligrosas y autodestructivas: beben, se drogan, se infieren castigos físicos para escapar de la realidad, pero la sensación de escape es únicamente temporal. La persona no está realmente enfrentando el dolor; simplemente lo está enmascarando, lo que hace que esos sentimientos se acumulen en el interior, prolongando el duelo de forma poco sana.

Con relación a la actitud hacia la pérdida de un ser querido en las diferentes etapas de la vida, los niños, generalmente, expresan su aflicción con rabia, indiferencia o rehusándose a reconocer la muerte. Se les puede ayudar si desde temprano en la vida se les presenta este concepto dentro de su propia experiencia y se les da la oportunidad de hablar acerca de los aspectos que rodean la muerte. Es mejor hacerlo lo antes posible. Para hacer que los niños menores de 3 años puedan iniciar adecuadamente el proceso de duelo, es necesario que dejen de esperar a su ser querido, y lleguen a comprender que éste no regresará nunca. Se pueden usar ejemplos de la naturaleza: hojas secas, muerte de mascotas, etc.

Lo más habitual, es que el niño haga un duelo alternando preguntas y manifestación de emociones, con intervalos en los que no menciona para nada el asunto.

El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia, lo cual le produce dificultades para dormir, pérdida de apetito y miedo de quedarse solo. Puede presentar un comportamiento infantil (enuresis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo) durante tiempo prolongado. A veces, puede presentar imitación excesiva de la persona fallecida y expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido. Puede alejarse de sus amistades y negarse a ir a la escuela.

Por su lado los adolescentes, aunque sufran intensas emociones ante una perdida, no las comparten porque sienten que tienen que hacer la representación de que todo está bien en ellos. Esto  puede hacer que el adolescente renuncie a vivir su propio duelo, sintiendo a cambio rabia, miedo e impotencia y preguntarse, incluso,  por qué y para qué vivir.

Aunque exteriormente parezca ya un adulto, necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso del duelo. Los amigos pueden ser de gran ayuda, pero si estos no han vivido algo similar, se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.

Si el padre o la madre del adolescente fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos –como suele suceder en esa etapa de su vida–, puede experimentar un gran sentimiento de culpa y de algo sin concluir. Esta experiencia puede hacer el proceso de duelo más complicado.

Un duelo mal llevado por parte del adolescente arroja: síntomas de depresión, insomnio, inquietud psicomotriz, baja autoestima, fracaso escolar, o indiferencia frente a las actividades extraescolares. También deterioro de las relaciones familiares y con los amigos. Conductas de riesgo como abuso de alcohol, drogas, peleas, relaciones sexuales impulsivas y sin prevención, negación del dolor y alardes de fuerza. Estos síntomas, ameritan la consulta con un terapeuta.

El adulto joven tiene mayor probabilidad de sentir la muerte con mayor intensidad emocional que en otra etapa de la vida. Suele sentirse frustrado frente a la muerte de un ser querido, ya que no le permite proyectarse con el futuro. Su frustración se transforma en rabia, lo cual dificulta el proceso de ayuda.

En la edad adulta intermedia se tiene más conciencia de la muerte y ante el fallecimiento de los padres, la persona se convierte en la generación mayor. La percepción del tiempo es diferente y es posible que se generen cambios positivos en su proyecto de vida, producto de la solución exitosa de la crisis de la mitad de la vida.

El duelo en el anciano es similar al del niño, debido a que en esta etapa de la vida se produce una vuelta a la dependencia. Esto produce una disminución de la capacidad para el duelo. La dependencia que presenta el anciano lo lleva a desarrollar conductas no patológicas y adaptativas a la pérdida. Se tiende a reaccionar con manifestaciones somáticas.

Ante una pérdida, el anciano necesita un sustituto que le brinde seguridad, ya que la pérdida de la persona querida amenaza esta garantía. El anciano en condición de dependencia, está más preparado para su propia muerte que la del objeto de su dependencia.

En el tiempo de duelo hay un proceso que se debe completar. W. Worden dice:

Se necesita aceptar la realidad de la muerte. Dado que uno tiene la sensación inicial de que no ha pasado, que ha sido como un mal sueño, la primera tarea del proceso del duelo es enterrar psicológicamente al ser perdido, o sea, aceptar que la persona querida está muerta y que no se la volverá a ver más. Hay que experimentar el dolor de la pérdida física y psíquicamente. Es necesario que este dolor sea arrostrado si se quiere superar en algún momento. Es conveniente amoldarse a un ambiente en el que la persona fallecida ya no va a estar.

Cuando ya se ha aceptado la realidad de la pérdida, hay que rehacer la propia relación con la persona perdida y con las funciones que ésta cumplía. Esto implica tener que desarrollar nuevas capacidades y/o nuevas conductas que no estaban dentro del repertorio.

Es beneficioso reinvertir en otra relación la energía emocional que se había depositado en la persona fallecida. O sea, darle un lugar especial en nuestro interior para depositar la energía emocional en otras actividades y relaciones. Para ello, el recuerdo de la persona perdida se debe activar de una forma objetiva y tranquilizadora.

Puede parecer imposible recuperarse después de perder a un ser querido. Pero la aflicción mejora gradualmente y se vuelve menos intensa con el tiempo. Tal vez, saber algunas de las cosas que se pueden  esperar durante el proceso de duelo, ayuden a superar el dolor.

Los primeros días después de la muerte de una persona pueden ser duros, la gente puede expresar emociones fuertes. Llorar o consolarse mutuamente y reunirse para expresar apoyo, puede ayudar  a quienes se ven más afectados por la pérdida.

La familia y los amigos suelen participar en rituales que pueden ser parte de su religión, su cultura, su comunidad o de sus tradiciones familiares. Estas actividades pueden ayudar a la gente a superar los primeros días inmediatos a la muerte y a honrar a la persona que murió. Ayuda  pasar algún tiempo conversando y compartiendo recuerdos de la persona que falleció. Esto puede extenderse por días o semanas después de la pérdida, cuando los amigos envían tarjetas, llaman por teléfono o pasan a visitar.

Muchas veces, la gente muestra sus emociones en este período. Pero, en ocasiones, una persona puede estar tan sorprendida o impactada por la muerte que no demuestra las emociones en forma inmediata, aun cuando la pérdida sea muy terrible.

No importa cómo pases tu duelo, no existe una manera definida de hacerlo. El proceso de duelo es gradual y dura más en algunas personas que en otras. Puede haber momentos en los que pienses que nunca disfrutarás de la vida de la misma manera, pero ésta es una reacción natural después de una pérdida.

Como la pérdida de un ser querido es estresante, cuidarte a ti mismo puede ayudarte a enfrentarla.

  • Recuerda que la aflicción es una emoción normal. El dolor irá aminorando poco a poco.
  • Participa en los rituales. Los servicios religiosos, los funerales y otras tradiciones ayudan a la gente a superar los primeros días y a honrar a la persona que falleció.
  • Reúnete con otros. Incluso las reuniones informales de familiares y amigos brindan una sensación de apoyo y ayudan a la gente a no sentirse tan aislada durante los primeros días y semanas del duelo.
  • Cuando puedas, habla de ello. A algunas personas las ayuda contar la historia de su pérdida o hablar de sus sentimientos. Pero si una persona no tiene deseos de hablar, también es adecuado.
  • Exprésate. Aun cuando no sientas deseos de hablar, encuentra maneras de expresar tus emociones y tus pensamientos. A través de escritos, canciones, poemas o tributos a la persona que falleció. Puedes hacerlo de manera privada o compartirlo con otros.
  • Haz ejercicio o realiza actividades al aire libre que requieran un esfuerzo corporal. El ejercicio puede cambiar tu humor. Puede resultar difícil sentirse motivado, por lo tanto, imponte, modifica tu rutina normal si es necesario.
  • Aliméntate bien. Puede ser que no tengas hambre, pero tu cuerpo necesita comida nutritiva que te ayude a conservar tu salud.
  • Únete a un grupo de apoyo. Si consideras que puede ayudarte entrar en un grupo de apoyo, averigua cómo, dónde y con quién hacerlo. No tienes por qué estar sólo con tus sentimientos o tu dolor.
  • Expresa y libera tus emociones. Si tienes deseos de llorar, hazlo. No te preocupes si al escuchar determinadas canciones o realizar algunas actividades te traen recuerdos dolorosos de la persona que perdiste. Después de un tiempo, será menos doloroso.
  • Puedes dedicarle un memorial o un tributo. Planta un árbol o una planta, o recuerda a la persona con algo saludable, alegre,      amoroso o íntimo.

Todo lo anterior  nos ayudará a aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil. Si pasado un tiempo prudente de más o menos seis meses no vemos disminuir el dolor profundo –no estamos diciendo que se olvide al ser querido, ni que se deje de querer, estamos hablando de seguirlo amando en otra dimensión que no obstaculice nuestra vida, que nos permita seguir adelante–, es bueno consultar a un profesional para que nos ayude a superar esta etapa de duelo.

2 respuestas a «La muerte y el duelo (2 de 2)»

  1. Muy didácticos, bien explicados y esclarecedores ambos artículos sobre el duelo. Se necesita mucha ayuda en esa área, y realmente tener esta orientación hace una gran diferencia en los dolientes.
    Una lindo aporte a nuestra sociedad. Gracias.

  2. Un tema fuerte y generalmente evitado…. Muy interesante y constructivo para entender las diferentes reacciones que puede presentar el ser humano. Gracias!

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