El acoso escolar

Oh sí, me acuerdo, ¿cómo iba a olvidar?

Me acuerdo de cómo temblaba

cuando le empujábamos contra los muros cubiertos de guijarros.

“Es por tu bien” le decíamos; ya sabes, “la supervivencia del más fuerte”

El sentimiento de poder en mi interior se extendía como un cáncer.

Podrías decir que Yo, Jones y y Bruce éramos brutales, a nuestro modo.

Nadie nos controlaba, nosotros les controlábamos a ellos.

Y ¡Dios!, cómo controlábamos al pequeño Sam Thompson.

Pero no importa, Nosotros éramos hombres…..}

Nunca pensábamos que llegaríamos tan lejos; le estábamos haciendo un favor.

De todos modos, no llegaría a ningún sitio en la vida.

Cada puñetazo era una lección, cuando se agachaba e intentaba protegerse de nosotros,

le insultábamos y nos burlábamos de sus fracasos.

Y sí, en aquel último día, mientras corría y se caía, le aporreábamos como si fuera de arcilla.

Cada puñetazo, cada insulto, cada empellón, cada caída  nos hacía un poco más mayores y más fuertes. Honorables.

Y sí, éramos grandes, poderosos, éramos los campeones del mundo. Nosotros éramos hombres.

Eso fue hasta el día siguiente, cuando sacaron su pequeño cuerpo frío y azul del canal.

Éramos hombres (Jack Fox)

 El acoso escolar es una forma de violencia hacia y por niños y niñas. Tiene que ver con situaciones en las que uno o varios compañeros de colegio persiguen, intimidan, dejan fuera del grupo, insultan, agreden físicamente, ponen motes desagradables y otras acciones para hacer daño a un compañero o compañera. Para que pueda considerarse acoso, estas acciones deben durar meses o años.

Para referirse a estas situaciones de acoso, en la literatura especializada se utiliza el término inglés “bullying”.

Las consecuencias del acoso escolar varían dependiendo de la resiliencia del niño, sin embargo, la mayoría de las veces hacen un daño destructivo a la víctima y también a los victimarios y espectadores.

Muchos de nosotros seguro recordaremos alguna vez que nuestros compañeros nos excluyeron de sus grupos o actividades; o nos llamaban de una manera que nos ridiculizaba; o se reían a nuestras espaldas, con toda la intención de que nos diéramos cuenta. En ese momento nos sentíamos solos, desamparados, malqueridos. Cuánto dolor en nuestros pequeños corazones. Si tenemos la suerte de que esas situaciones fueran pocas y en general nos sentimos acogidos y aceptados en el grupo la mayor parte del tiempo, podemos dar gracias a La Vida.

Cuando se da el acoso escolar, además del acosado y el acosador, otros niños suelen ser conocedores o espectadores del maltrato; sin embargo, muchas veces, ni las familias ni los profesores saben que el niño está siendo abusado por algún compañero. Dado que los otros niños espectadores, muchas veces, no saben o no se atreven a tomar cartas en el asunto ayudando a la víctima, es necesario que en las escuelas haya un plan de prevención e intervención al respecto, ya que el problema del acoso escolar afecta el progreso social y académico de los alumnos.

Este maltrato entre compañeros de escuela tiene diferentes formas e intensidades que dejan a la víctima sin respuesta para el mismo. Veamos los diferentes tipos de maltrato.

MALTRATO VERBAL:

Son insultos, motes, hablar mal de alguien o difamar, sembrar rumores o bulos.

INTIMIDACIONES PSICOLÓGICAS:

Se trata de amenazas para provocar miedo, lograr algún objeto o dinero y también para obligar a hacer cosas contra su voluntad; chantaje y burlas públicas, pintadas alusivas, notas, cartas, mensajes a móviles y correos electrónicos amenazantes.

MALTRATO FÍSICO:

Directo: Palizas, lesiones con diferentes objetos, agresiones en forma de patadas.

Indirecto: Robo y destrozo de material escolar, ropa y otros objetos personales.

AISLAMIENTO SOCIAL:

Ignorar y no dirigir la palabra, impedir la participación con el resto del grupo, coaccionar a amigos y amigas de la víctima para que no interactúen con la misma. Rechazo a sentarse a su lado en el aula.

Estos ataques al individuo se pueden producir en los pasillos, los baños, vestuarios, entradas, salidas, comedor, transporte escolar o en cualquier parte del patio o recreo. También pueden ocurrir fuera del colegio, cuando la víctima va para su casa. Normalmente esto se da fuera del alcance de la supervisión de los adultos.

Las víctimas suelen ser muy vulnerables tanto psicológica como biológicamente; han tenido experiencias anteriores negativas; son poco populares o son “diferentes” del resto de los compañeros; no son hábiles para hablar de sí mismos y suelen reaccionar al acoso resignándose y aislándose.

Los profesores y padres pueden saber si el niño está sufriendo acoso escolar si ven que, a menudo, está solo o excluido del grupo, si es ridiculizado repetidamente, si tiene escasa habilidad para los juegos y deportes o se abstiene de participar. Si, por su inseguridad, se le hace difícil participar en clase. Si está generalmente triste, o llora, o está inquieto, o ansioso. Si su interés por la escuela va decayendo hasta niveles de pedir que no lo manden a clase. Si tiene la autoestima muy baja y, por supuesto, si se le ven moratones, rasguños o heridas y le es difícil explicar la causa.

Por su parte, los agresores suelen ser fuertes, con necesidad de dominar; de temperamento violento, impulsivo, con baja tolerancia a la frustración; desafiantes y agresivos con los adultos, con comportamientos antisociales desde temprana edad, poco populares entre sus compañeros, aunque algunos les siguen, y con actitud negativa hacia la escuela.

Los espectadores toleran el maltrato y callan, aunque se sientan mal con lo que sucede; conocen a la víctima, al agresor y lo que pasa entre ellos y esto puede afectarles negativamente, ya que se sienten implicados de alguna forma.

A veces, tanto el profesorado como las familias no perciben las señales de alerta que muchas veces son claras. Puede ser que el miedo a enfrentar los hechos les haga adoptar un rol pasivo en el asunto; hasta que el problema es obvio y entonces puede que tengan que lamentar su no involucramiento.

Las consecuencias del bullying para las víctimas son desastrosas siempre. Pierde su autoestima y confianza en sí mismo y en los demás. A veces somatiza el problema de diversas formas, principalmente con una ansiedad generalizada o depresión. Puede cogerle fobia a la escuela y presentar reacciones agresivas con otras personas de su entorno o intentar suicidarse. En la mayoría de los casos el acoso afecta negativamente su desarrollo personal.

El victimario o maltratador muestra con esta conducta un probable futuro delictivo y adopta el maltrato, sometimiento, la violencia y la coacción como una forma de lograr lo que quiere.

Es probable que quién ha sido agresor o agresora, en su infancia/juventud perpetúe conductas agresivas y violentas en sus relaciones como adulto.

Los niños que son espectadores del acoso a algún compañero, pueden terminar valorando la agresividad y la violencia como forma de éxito social. Si los episodios son continuados, los espectadores se van desensibilizando ante el sufrimiento. En general, también se sentirán indefensos y perderán, al igual que la víctima, la capacidad de reacción.

Las causas de la violencia en las escuelas son múltiples y complejas y están relacionadas con interacción entre el individuo y el entorno donde lleva a cabo sus actividades. Los factores de riesgo pueden ser la ausencia de límites, la sensación de exclusión social, la exposición a modelos violentos de interacción, la justificación de la violencia en el entorno habitual, y la ausencia de factores protectores ante la violencia tales como: modelos sociales solidarios, actividades de ocio constructivas, colaboración familia-escuela, etc.

En los últimos años y, sobre todo en los países desarrollados, se está haciendo un gran esfuerzo por superar la visión de la escuela como solamente agente transmisor de conocimiento, para incluir la educación en valores y actitudes que se necesitan para saber convivir y ser un ciudadano con derechos y deberes.

La familia y los maestros son la clave para abordar este tipo de conflictos de forma adecuada. Si se puede sensibilizar a las familias, al alumnado y al profesorado sobre los efectos perjudiciales de los comportamientos de acoso, las futuras generaciones serán a su vez sensibilizadas. Los niños y niñas de hoy serán los padres y madres de mañana y con la adecuada formación se puede conseguir una sociedad en la que el acoso escolar pase a ser una excepción.

Entender los conflictos, aprender a afrontarlos y a resolverlos civilizadamente exige a la sociedad y a los sistemas educativos madurez suficiente para interpretarlos en el marco de un valor fundamental: el aprendizaje de la convivencia.

Por tanto, una intervención efectiva debe involucrar a toda la comunidad escolar. El maltrato entre iguales es un problema serio que puede afectar dramáticamente la habilidad de los escolares a progresar académica y socialmente. Se requiere, pues, un plan de intervención que involucre a alumnado, familia y docentes para asegurar que la totalidad del alumnado pueda aprender en un lugar seguro y sin miedo.

El mundo no está amenazado por malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad”. Albert Einstein.

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