7 historias de amor. Domingo: amor incondicional

Se acaba el año. En estas fechas en las que mis emociones están desbordadas y, por momentos, desarmonizadas,  por si no he sabido comunicarme en la profundidad con que he querido hacerlo en nuestro a veces continuo y a veces escaso contacto, pero siempre lleno de amor, voy a vestir de grafía mis sentimientos.

Primero, el  amor que empieza tenue –en mí no se dio el paradigma de que las madres aman profundamente desde el momento en que nacen los hijos – y que va creciendo de forma exponencial hasta la muerte, principalmente estimulado por el miedo a perderos. Después, una manera torpe de aprender a ser madre por el método de prueba y error –esto último demasiado costoso tanto para vosotros como para mí. Os pido perdón. Yo me perdono; no se nace sabiendo ser madre.

En el diario vivir, os transmití el estilo independiente con el que yo fui criada, me consta; prueba de ello es la distancia geográfica que nos aleja, pero no nos separa, y la autosuficiencia para manejar vuestras  vidas y la de vuestras familias – tema que a veces me inquieta porque caigo en la trampa de pensar que solo hay una forma de encarar la vida y hacer las cosas, la mía–. Veo con alegría que he podido sembrar semillas que se han desarrollado de forma diferente, porque diferente era el terreno en el que las sembré y por eso, los frutos son diversos y ricos.

Tengo que admitir que, a veces,  siento envidia de las madres que pueden abrazar a sus hijos diariamente; pero no estoy hablando de carencias. No puedo ser tan selectiva cuando recibo tantos abrazos y compensaciones por otros medios. La Vida me premia de forma diferente a otras madres.

Valoro y admiro la forma en que pasáis por la vida y cómo habéis dado la cara ante los desamores, las distancias, las crisis, los golpes que os han hecho entender de qué se trata la existencia y cómo manejarla; también, cómo habéis aprovechado  las ilusiones, las esperanzas, los triunfos, los amores y  las realizaciones personales. Doy gracias a la Vida por lo que sois, fruto de vuestro esfuerzo.

Este año que termina ha puesto a prueba a mucha gente. Creo que nuestra familia la ha pasado con buena nota y vosotros, hijos míos, con honores. No pude haber tenido mejores hijos, ni nadie me hubiera podido dar tantas alegrías y satisfacciones como vosotros. Pero aunque así no fuera, mi amor no pone condiciones, sencillamente es.

Para el año que empieza y el resto de vuestras vidas, quiero recordaros que el tiempo en la tierra es corto y no se puede desaprovechar. Vivid con intensidad; aprovechad los momentos felices que son muchos, si se les sabe reconocer y sed personas que aporten soluciones a los nuevos tiempos. La crisis, necesariamente nos conducirá a un paradigma nuevo, mejor, más equitativo y armonioso. Sed parte de él.  Para ello, pido que siempre podáis ver la luz, tengáis las fuerzas para hacer el camino y estéis acompañados por el espíritu del Hacedor y el mío. Que vuestros frutos se parezcan a vosotros o sean mejores – si esto puede ser. Que la Vida nos junte más a menudo y que sepamos agradecer tantas bendiciones.

Os quiero, Javier e Ivette.

31 de diciembre de 2012

4 respuestas a «7 historias de amor. Domingo: amor incondicional»

  1. La profundidad de tu reflexión me marca, querida Maricarmen! Eres una persona excepcional! Gracias por tu amistad, te queremos y apreciamos!

  2. Qué tarde he leído éste tan emotivo testimonio de tu amor de madre. Este escrito refleja toda la ternura y toda la fortaleza de las que eres capaz. Te admiro, y te quiero mucho.

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