¡Cómo ha cambiado este cuento!

La generación del babyboomers estamos pasando por una terrible crisis existencial. Somos dignos de pena. Nos han cambiado todos los cuentos que nos sabíamos desde chiquitos porque nuestros padres –que entonces tenían tiempo para dedicarnos–, nos los leían en algún momento del día o antes de acostarnos y después de las oraciones, hasta la saciedad. Tanto así, que si se equivocaban en una línea o palabra, nos sentíamos con autoridad para señalarles su fallo.

Ahora, la Caperucita no es esa niña bondadosa que iba a hacerle los mandados a su mamá –entre otros, ir a llevarle a la abuelita que vivía en el bosque, cantando todo el camino,  una cestita que contenía un  pastel y una jarrita de miel–. Ahora Cap, como la llaman sus amigos, va a llevarle a la vieja un wrap de pollo que compra en el camino, solo cuando su mamá la amenaza con dejarla una semana sin internet y sin teléfono inteligente. Con desgana coge el dinero que le da su madre, se lo mete con dificultad en el bolsillo de su apretado pantalón, e inmediatamente llama a Cuquiboy para que la acompañe en la travesía. En el camino aprovechan para tomar una bebida energizante y hacer altos para mover el esqueleto al ritmo del dembow que tienen almacenado en el móvil. El lobo sale a veces en su camino y se abre el abrigo para enseñar sus virtudes y Cap y Cuquiboy pasan de largo sin mirar, porque ese espectáculo lo tienen demasiado visto.

La Cenicienta ya no permite que su madrastra y hermanastras la tengan relegada a la cocina, sin ropa bonita que ponerse cuando se celebra una fiesta en la vecindad. Las ha amenazado con denunciarlas después de haber leído la DUDH (Declaración Universal de Derechos Humanos). Ha puesto sus condiciones de juego y si quieren algún servicio, o se lo hacen ellas o le pagan los emolumentos según figura en el cuadro elaborado para tales fines. Y si se la requiere después de las diecisiete horas, la tarifa es doble. A las francachelas del palacio irá con la familia y aplicará el lema que dice que el que tenga más saliva comerá más hojaldre, a la hora de competir por el baile con el príncipe.

Pinocho puede seguir mintiendo porque ha encontrado un cirujano de estética que le retoca la nariz cada vez que miente. Como es tan a menudo, han llegado a un acuerdo de descuentos por cantidad que es muy conveniente para ambos. Gepetto ha denunciado a las autoridades el hecho pero, teniendo en cuenta que Pinocho ya es mayor de edad, la transacción entre cirujano y paciente es completamente legal; cada quien hace con su cara y su trasero lo que le da la gana. No consiguen encontrar de dónde saca Pinocho el dinero para pagar al cirujano, o hacen la vista gorda cuando lo ven en ciertas esquinas abordando transeúntes.

La Lechera sigue fantaseando en qué invertirá el producto de la venta de la leche que trae en el cántaro, para hacerse rica. Pero no se comprará cabras ni vaquitas para producir cada vez más y más leche, se comprará un vestido de marca, unos zapatos de plataforma una cartera imitación Louis Vuiton y se lanzará a bares y sitios de mucho movimiento social –si es necesario, asistirá a conciertos de jazz o lanzamiento de libros– en búsqueda del varón que la pueda sacar de su ambiente actual, le ponga un apartamento y le regale una yipeta –en el caso de que tenga grandes aspiraciones–, o la invite a cenar con vino –si su autoestima no es tan saludable.

Por cierto, hablando de vino y puestos a cambiar, nos han cambiado hasta los abarrotes que se venden en los colmados del barrio. Mientras que hace unos años una podía mandar a comprar en  ellos sardinas, plátanos, aceite, arroz, café, champú, rinse, papel higiénico, etc., ahora se han convertido en un drink-to-go en los que  podemos encontrar cualquier tipo de bebida espirituosa que se nos ocurra.

Si algún día nuestros invitados acaban el vino antes de lo previsto, podemos llamar al colmadero para que nos manden algunas botellas de tan preciado néctar. Eso sí, asegurémonos que Jesucristo esté entre los invitados para ver si nos hace el favor de convertir ese vino en un Priorat.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *