2013, oportunidades al por mayor y al detalle

Hay que sacarlo todo afuera, como la primavera. Nadie quiere que adentro algo se muera. Para que dentro nazcan cosas nuevas.                                             

Esta hermosa y sabia estrofa de autoría de Mercedes Sosa en su canción Soy pan, soy paz, soy más, exhorta  a sacar las penas, a conversar con los demás de lo que se siente, a abrirse con la intención de descargarse de cosas y sentimientos que guardados en nuestro interior nos pueden hacer mucho daño.  Yo, además de estar de acuerdo con este tipo de liberación, también aplico estos consejos para organizarme y ponerme al día. Me explico.

A veces, al igual que guardamos en el armario ropa o zapatos que no usamos por años y que, además de coger polvo, ocupan un lugar que podríamos estar utilizando para ropa nueva y mejor organización de nuestro  escaso espacio, guardamos en nuestro interior valores, costumbres y hábitos que, si los analizamos bien, no nos ayudan mucho, por el contrario nos limitan y constituyen un peso que debemos arrastrar como un lastre en la vida.

Al año 2012 le faltan pocos días y es tiempo de planificar para el 2013 si queremos tener el control de nuestras vidas. Para hacerlo, hay que empezar recorriendo mentalmente el año que estamos terminando y hacernos conscientes, primero, de todo lo bueno que La Vida nos ha dado en forma de salud y fortaleza física y de todos nuestros logros partiendo de esa base, junto con nuestras ganas de trabajar y trabajarnos. También hay que hacer un recuento de las cosas no tan buenas que nos han sucedido para sacar una lección de ellas, evitar que nos vuelvan a ocurrir otra vez, o darnos cuenta de que nos dieron alas para volar a otros espacios o encontrar otras soluciones mejores.

Personalmente, me gusta trabajar en lo que yo llamo “mi círculo”, que no es otra cosa que yo misma. Repaso mi espacio de vida dividido de la siguiente forma: familia, espiritualidad, formación intelectual, cuerpo, amigos, diversión y trabajo.

De cada uno de estos aspectos recuerdo cómo lo hice el año que está terminando. Sin ser exhaustiva les comento que me hago algunas preguntas como las siguientes: ¿Di suficiente importancia a los aspectos familiares? ¿Pude haber hecho más por alguno de los miembros de mi familia? ¿Me he alejado un poco de ellos o, por el contrario, me he acercado más? ¿Estoy satisfecha con mi espiritualidad? ¿Siento que me estoy quedando rezagada respecto a los avances del mundo? ¿He hecho algún curso nuevo o he leído lo suficiente como para ponerme al día en mis conocimientos? ¿Me siento satisfecha con mi cuerpo (salud y forma)? ¿He visitado a los médicos de forma preventiva? ¿Me alimento adecuadamente? ¿Hago el ejercicio adecuado, teniendo en cuenta mi edad, salud y otras circunstancias? ¿Cultivo mis amigos como si fueran delicadas y hermosas plantas? ¿Los frecuento? ¿Los llamo? ¿Los acompaño en su día a día? ¿Les hago sentir que estoy ahí para ellos? ¿He sacado tiempo para distraerme, para divertirme? ¿Cuánto hace que no voy a los sitios que me hacen sentir bien, o que no dejo salir el niño que tengo dentro? ¿Tengo el trabajo que me gusta? ¿He hecho lo posible por hacerlo bien y por desarrollarme como profesional y como persona en el mismo?

Cada quien sabe qué tiene que preguntarse para llevar la contabilidad de su vida. Lo importante es ser minucioso y honesto con uno mismo.

El plan para el siguiente año estará, por tanto, basado en nuestras prioridades –lista que es bueno tener siempre a mano para que nos de un tirón de orejas si nos estamos alejando de ellas, pero que podremos ir cambiando en la medida que éstas vayan cambiando también–, nuestras carencias y nuestras lecciones aprendidas,  que algunas personas llaman fracasos. Estas últimas nos harán darnos cuenta de que tenemos ciertos hábitos que nos hacen torpes para el éxito; ciertas costumbres que en nada ayudarán a lograr lo que nos proponemos y ciertos valores que, en un tiempo nos sirvieron mucho porque fueron la base de nuestra formación y nos permitieron vivir en una sociedad que los adoptaba y honraba, pero que ahora ya no nos sirven más, sino que a veces nos hacen ser rígidos, hacer juicios de valor, o “enrocarnos”. Podremos decidir qué hacer con ellos, si quedárnoslos, o abandonarlos, o sustituirlos.

El plan, que lo que busca es que nos fortalezcamos, nos rejuvenezcamos o nos hagamos más flexibles por dentro y por fuera, debe estar por escrito, ya que la memoria es frágil a ciertas edades, o en ciertas circunstancias. Preferiblemente debe estar señalado por fechas, e indicar los resultados que esperamos de las acciones a las que nos comprometemos en el plan. Mes tras mes las revisaremos y nos daremos un premio si hemos logrado el objetivo, o nos propondremos trabajar inmediatamente si es que nos hemos quedado cortos en algo. El premio final llegará precisamente el mismo día dentro de un año, cuando sintamos la satisfacción de haber hecho lo mejor que hemos podido y, de nuevo, extraigamos lecciones de nuestros tropezones.

El año 2013, tiene como mínimo 365 oportunidades que podemos aprovechar, porque La Vida nos las pone cada día para probar nuestra fe en nosotros mismos, nuestra fortaleza, nuestra perseverancia y nuestro amor.

Que el camino salga a tu encuentro, que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos. (Antigua bendición Celta).

Claroscuros de Barcelona. Convivencia multicultural

En cada uno de mis espaciados pero continuos viajes a mi querida y siempre añorada Catalunya, he venido observando un cambio en la población. No solo en cuanto a etnias, sino en cuanto a costumbres. Hoy quiero comentar algunos aspectos que, cuando son vistos por primera vez, chocan, y luego una se acostumbra a ellos.

Catalunya, que es una región situada al nordeste de la península Ibérica, tiene tres idiomas oficiales: catalán, castellano y occitano. Este último es una lengua romance que se habla en algunas poblaciones de Vall D´Aran y Pirineos Leridanos.

Las estadísticas del año 2010 informan que hay aproximadamente siete millones y medio de habitantes y una densidad poblacional de 231 habitantes por kilómetro cuadrado. Tiene un PIB de 198,000 millones de euros (2010) y una renta per cápita de aproximadamente 27,000 euros (2010).

Sus patrones religiosos son la Mare de Déu de Montserrat y Sant Jordi. Su fiesta nacional se celebra el  11 de septiembre y se conoce como La Diada Nacional de Catalunya –familiarmente La Diada. Su himno nacional es Els Segadors, de Emilio Guanyavents y fue prohibido durante la dictadura franquista, así como la enseñanza de catalán en las escuelas.

Su tasa de inmigración es de un 15%. Las comunidades extranjeras más numerosas que la componen son: Ecuador, Colombia, Marruecos, Perú, Rumania, República Dominicana, China, Argentina, Filipinas y Pakistán.

Estos inmigrantes se ubican en diferentes ciudades y pueblos y generalmente, viven cerca de sus paisanos, a veces, ocupando grandes extensiones de los barrios. En Barcelona, hay una gran concentración de inmigrantes en Ciutat Vella, El Eixample, Sants, Montjuic  y Sant Martí. En términos porcentuales, en todos los distritos superan el 8% de la población total. En Ciutat Vella hay un 36,1% de emigrantes del total de la población del barrio.

Como es natural, estas personas aportan sus diferentes culturas que, gusten o no gusten, se van imponiendo con el paso del tiempo y haciendo evolucionar de poco en poco la cultura catalana que tan celosamente se quiere preservar.

Así, se puede adivinar en la calle, aún sin oír sus voces, la procedencia de muchas de estas personas que pueblan nuestras ciudades y pueblos. Mujeres tocadas con hiyab, personas de tez oscura y cabellos lacios, mujeres de cuerpos exuberantes que muestran con sus ropas muy apretadas, mujeres de cabellos rubios y ojos azules vestidas de forma descuidada, entre otros aspectos que los hacen ser reconocidos con precisión como inmigrantes extranjeros y hasta su nacionalidad .

Los inmigrantes chinos adultos, que en su mayor parte se dedican al comercio y a la restauración, aprenden con mucha dificultad el castellano y el catalán y se les ve en bazares que venden mercancías de todo tipo y de toda calidad –al igual que en el resto de las tiendas locales. En sus restaurantes ofrecen comida china variada, dependiendo su región de origen. Hablan en voz alta, como si estuvieran peleando y son educados con los clientes aunque no amables. Los chinos son trabajadores incansables y no cierran sus tiendas a la hora de comer, lo cual contrasta increíblemente con las tiendas catalanas que cierran desde las trece a las diecisiete. Muchos de sus hijos nacidos en Catalunya, asisten a los colegios catalanes y aprenden catalán y castellano.

De los latinoamericanos, lo que he visto es que trabajan dando servicio a  empresas o personas catalanas. Los hombres suelen trabajar en electricidad, carpintería, plomería, limpieza, restauración, etc. Mi experiencia con los servicios de estos hombres es que son cumplidores, responsables, puntuales y educados. Claro está, toda regla tiene sus excepciones. Mientras que las mujeres trabajan ayudando en las casas, cuidando enfermos o en peluquerías, donde son muy apreciados sus servicios. Hay otros más arriesgados que ponen restaurantes de comida típica. He tenido la oportunidad, varias veces, de ir al Puerto Plata, familiarmente “El Wilson” cuyo propietario, en algún tiempo, fue pastor de la iglesia y ahora es mesonero, bartender , relacionista público y hasta showman. A su restaurante acuden catalanes, dominicanos ubicados en Barcelona y turistas que en algún momento sienten deseos de comer la rica bandera dominicana y de tomarse una fría. Wilson prepara también chivo guisado con yuca y en Navidad da el servicio de venta de pierna asada, pasteles en hoja –no es su mejor plato– y alguna que otra delicia estacional de la patria chica. A la entrada del bar te recibe una bachata ñoña cien por cien que, acompañada con la amabilidad de Wilson, te traslada a un colmadón dominicano.

Los pakistaníes son también otra etnia y nacionalidad destacada en Barcelona. Se especializan en montar colmados y pequeños mini mercados que funcionan durante todo el día, los siete días de la semana. Normalmente están al frente de sus establecimientos varios jóvenes que hablan bastante buen castellano y hacen sus pinitos en catalán. Mi experiencia con ellos es que son educados, serviciales y amables.

–Buenos días señora. ¿Cómo está usted hoy? – Nunca falta cuando una llega a su tienda.

– ¿La puedo ayudar en algo?

–Si desea le puedo llevar la compra a su casa.

Todo esto sin cargo extra, aunque hay que reconocer que los artículos que venden tienen un precio por encima de lo que se compra en el súper mercado. Pero es invaluable el poder ir todas las tardes a comprar pan recién hecho, o un domingo, o en la hora en que cierran las tiendas catalanas, a comprar algún antojo o algo que se haya terminado en la despensa.

La desventaja de la inmigración, desde mi punto de vista, no es que los inmigrantes ocupen sitios de trabajo que deberían ocupar los catalanes, ya que, normalmente trabajan en servicios en los que los locales se resisten a trabajar y lo hacen bien, sino que junto con sus personas inmigra la falta de educación, el incumplimiento de compromisos, trucos y pillerías que no se conocían por aquí. También traen, a través de los jovencitos que muchas veces se resisten a adaptarse a las costumbres de su patria de acogida, las pandillas, el afán por el dinero fácil y los líos callejeros con armas blancas. De menos importancia en cuanto a las consecuencias, pero que hiere muchas sensibilidades, es el irrespeto por las reglas de los edificios –música alta, basura mal puesta, gritos–, colarse en las filas, incumplimiento de procesos establecidos, etc. Los catalanes, a los que desde niños se nos educa en el respeto a los derechos de los demás, a menudo nos sentimos atropellados.

Me gustaría ver a las comunidades de inmigrantes adaptarse a nuestras costumbres, hablar nuestra lengua y cumplir nuestras reglas. El refrán sabio a donde fueres, haz lo que vieres, trae bienestar y buena convivencia entre las diferentes culturas.

 

Claroscuros de Barcelona. Esos niños arrugaditos

En Barcelona, como en cualquier otro lugar, los ancianos y ancianas vienen en diferentes envolturas y contenidos. Los hay altos, flacos y arrugados y los hay bajos, gorditos y menos arrugados. Por dentro, los hay muy sanos, promedio y gastados. Los hay con la cabeza en su sitio y otros que deciden mudarse de la azotea donde viven para ir a lugares y situaciones de su infancia o explorar nuevas experiencias que disfrutan más a nivel sensorial que cognitivo.

Por suerte y como consecuencia de toda la información de la que disfrutamos y de los medios de salud al alcance de la mayoría, cada vez los ancianos son “viejos” más tarde.  Hacen ejercicio, usan cremas y procedimientos rejuvenecedores, consumen vitaminas y los últimos descubrimientos en comida sana. Pero llega un momento en que bajan la guardia por el peso de los años y se empieza a notar la edad. Es el momento de comenzar a pensar en lo impensable y de implantar el plan de futuro que puede haber sido diseñado por ellos mismos o por su familia y que tiene que ver con un lugar donde se pueda retirar en sus últimas jornadas (que pueden ser cortas o muy largas dependiendo de la actitud del huésped hacia la modalidad), para que le ofrezcan servicios de compañía y salud, en ese orden.

La comunidad de Barcelona ofrece varias soluciones a las personas mayores (Información provista por el Ajuntament de Barcelona). Por ejemplo, del programa Vivir y Convivir que está orientado a los mayores que se valen por sí mismos y que pueden ofrecer una habitación en su casa a estudiantes que viven fuera de Barcelona y necesitan vivienda mientras cursan estudios en nuestra ciudad.  Este programa busca estimular la solidaridad, el conocimiento y la ayuda mutua entre dos generaciones y ha demostrado ser enriquecedor para ambos sujetos.

Otra modalidad son las Viviendas con Servicios que se ceden, en régimen de uso, a personas mayores que se valen por sí. Están adaptadas a sus  necesidades en cuanto a movilidad, accesibilidad, recursos, etc. y con servicios de apoyo tales como sanidad y alimentación, que pudieran necesitar en un momento determinado. Incluyen servicios de alojamiento, conserjería, tele asistencia, apoyo personal y social y ayuda para la limpieza de la vivienda. Hay un precio establecido para las plazas en estas viviendas.

También existe el Servicio de Acompañamiento a Domicilio que se da en dos modalidades: acompañamiento a domicilio (un voluntario visita a la persona mayor una vez por semana por dos horas, con lo que se presta apoyo afectivo y alivia el aislamiento en el que muchos ancianos se ven sumergidos) y, acompañamiento esporádico para  dar soporte al anciano que tenga que hacer diferentes gestiones fuera de su casa. Estos servicios los llevan a cabo personas voluntarias y son gratuitos para el envejeciente.

Las Estancias Temporales para Personas Mayores se ofrecen para dar apoyo a las familias que tienen en su domicilio a personas mayores con deterioro físico y/o psíquico, o por  motivo de vacaciones, o descanso, o de otras necesidades. El servicio está limitado a una estancia máxima de dos meses al año. La plaza tiene un precio establecido.

El Servicio de Acogida Diurno para personas mayores, está dirigido a ancianos que viven en su casa pero necesitan ayuda para las actividades diarias o que no pueden estar solas por sus limitaciones. Incluye servicios como atención sanitaria, atención social, alimentación (comida y merienda), higiene personal, actividades de rehabilitación, podología (opcional) y peluquería (opcional). Tiene un precio establecido.

El Servicio de Acogida Residencial  consiste en infraestructura y equipos dedicados a acoger y atender, de manera permanente o temporal, a personas mayores que no pueden realizar las actividades de la vida cotidiana (limpieza de la casa, higiene personal, etc.), o necesitan una atención constante (por enfermedad, edad muy avanzada, etc.) y no cuentan con apoyo familiar o de otras personas, para continuar viviendo en su casa.  Este servicio forma parte del Catálogo de Servicios de la ley de la Dependencia.

El Servicio de Acogida de Urgencia (SAUV)  se ofrece a los ancianos que se encuentran en situación de urgencia social que requiere una actuación inmediata, con el fin de ofrecerles una acogida temporal y atención a sus necesidades básicas, mientras se encuentran los recursos más adecuados para tratar su situación. La atención se presta en el centro municipal que presta este servicio, o bien en plazas de residencias de la ciudad concertadas para cada caso concreto.
Un equipo de profesionales analiza la situación de la persona, y hace la tramitación de recursos para encontrar soluciones a la situación.

Otro de los servicios más hermosos es el Servicio Comidas en Compañía. Este servicio diurno provee asistencia a las  personas mayores en situación de fragilidad y está orientado a potenciar un envejecimiento activo y saludable. Para ello cubre dos necesidades básicas: facilita una alimentación adecuada y un espacio relacional de vínculos de amistad y de conexión con la comunidad. Pueden beneficiarse del servicio las personas mayores de 65 años (excepcionalmente pueden acceder personas de más de 60 años con discapacidad reconocida de más del 33%), personas mayores solas en riesgo de aislamiento social, personas que viven en viviendas sin condiciones para cocinar, personas que, aún viviendo en viviendas en buenas condiciones, requieren un seguimiento de los hábitos de alimentación, relacionales, de higiene y de salud fuera de su domicilio. El precio tiene que ver con la cantidad de comidas y los ingresos del envejeciente.

También se ofrece una solución orientada al transporte: la Tarjeta Rosa que sirve para acceder a los transportes metropolitanos integrados, sin limitación de viajes ni horario. Puede ser gratuita o reducida. Para esta última hay importantes descuentos.

El Proyecto Radars es una red de prevención en la que participa la sociedad civil y la administración pública. Tiene como objetivo contribuir a que las personas mayores que viven solas o acompañadas de otras personas mayores puedan quedarse en su hogar, con la complicidad de su entorno. La prioridad es reducir el riesgo de aislamiento y de exclusión social de la personas mayores.

Quizás sea por todas estas soluciones que se ofrecen para la vejez, o porque los catalanes cuentan con retiros que, aunque en la mayoría de los casos no son abundantes, son dignos; o porque han vivido desde pequeños con mucha independencia personal, o simplemente porque son recios y esperan al último momento a tirar la toalla, los ancianos catalanes pueblan las calles, parques y bancos para compartir entre ellos lo bueno y lo malo y hasta se puede oír una voz cascada diciendo a modo de piropo: Adeu pubilla maca, ¿que vols fer un cafetó amb mi? (Adiós jovencita bonita ¿quieres tomarte un cafecito conmigo?). Puede ser que su vista no sea muy buena, pero hay emociones y sentimientos en esos corazoncitos arrugados.

 

 

Claroscuros de Barcelona. El mejor amigo del hombre

Tener un perro en Barcelona tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como todo en la vida.

En realidad, los perros catalanes son tan educados como sus dueños. Es entrañable ver cómo, aún sin correa que los ate, los esperan a las puertas de los establecimientos que no los dejan entrar, sin un solo ladrido o inconveniente. A la salida los reciben como si hiciera un año que no los ven.

Sus dueños, generalmente, los sacan a pasear y hacer sus necesidades fisiológicas dos o tres veces al día. Para lo segundo, hay dedicados espacios y, aun con los mismos, el dueño se ve obligado a recoger los excrementos del canino y tirarlos en un recipiente para material orgánico que, dicho sea de paso, están cómodamente ubicados para que los vecinos no tengan que andar mucho para hacerlo.

Los peluditos, cuando salen de paseo, se juntan con otros perros que están en los mismos menesteres sin peleas ni actos hostiles. Cuando se ven, una puede imaginar que se saludan.

–¡Ey colega! ¿Cómo estuvo la cosa?

–-¿Qué le dieron de comer hoy?

–¿Se le pasó ya el dolor en los cuartos traseros?

–-Por si está acatarrado o flojo del olfato, el Rondo ha hecho saber que su vecina la Mini está dispuesta a recibir visitas; y recuerde que la sacan a las dieciocho.

Las ventajas de tener un perro son algo muy conocido: hacen compañía; son una terapia para el que vive solo o el depresivo; adoran a sus dueños y son leales hasta la muerte sin tener en cuenta el  humor del propietario; enseñan a amar y a cuidar; atraen el amor –en forma de otros u otras propietarios y propietarias de otros especímenes, o de otros seres humanos que gustan de los perros aunque no tengan en su casa.

Algunas veces se dan en la calle ciertos “diálogos para besugos”, como consecuencia de la poca materia gris de los propietarios, que no de los canes. Pero, en el fondo, esto se debe a que adoptan a sus animales y denotan verdadero amor por los perros.

–¡Que perrito más gracioso!

–¡Pues el suyo no digamos!

–-¿Cómo se llama?

–Chucho.

–¿Chucho? ¿No es un poco despectivo?

–Nooo. Sería si fuera perra, pero como es perro…

–La mía se llama Roncha.

–¿Roncha?

–En principio se llamaba Concha, pero mi suegra quiso que le quitáramos el nombre porque su abuela se llamaba así.

–¡Pues qué abuso! ¿No?

–Todo sea por la familia.

Las desventajas tienen que ver, más que nada, con las necesidades fisiológicas del animalillo y con las molestias que pueda causar a cualquier vecino al que no le gusten los animales no racionales o racionales –que los hay antisociales.

–¿Qué come Chucho?

–Pienso, comida húmeda y snacks.

–!Tio, se nota que no estás en el paro! Mi Roncha come mitad pienso y mitad comida casera.

–El problema de la comida casera es el trabajo que pasas para recoger la mierda.

–Sí. Por eso la saco tres veces al día.

–Pero no te veo con las bolsitas…

–Imagínate, las bolsitas para caca de comida casera…más de una vez he tenido que salir corriendo a la fuente más próxima. Últimamente ya no la recojo.

–-¡Serás guarra! ¿Y si le da por hacerlo delante de un poli?

–Siempre la paseo por donde no hay.

–A Chucho también lo saco dos veces al día, pero a veces no aguanta y se va al balcón a mear. La vecina del primero D ya me ha amenazado dos veces con hacer que me quiten el perro.

–La verdad que uno tiene que sufrir mucho con los niños.

–Sí.

Las autoridades, por su lado, promueven la paternidad canina responsable con letreros como este:

  • Los perros necesitan los juegos y paseos al aire libre. Es responsabilidad del dueño acompañar a su animal y vigilar que hace sus necesidades en los sitios indicados para ello.
  • Ate en la correa varias bolsas de recogida de excrementos. Le ayudará en caso de que el expendedor esté vacío.
  • Recuerde que es obligatorio recoger las heces del animal. En caso contrario puede ser sancionado.
  • Los excrementos del perro deben depositarse en un contenedor de basura orgánica o recipiente especial para este tipo de residuos. No en una papelera.
  • Vigile que su mascota no olfatee o lama las heces de otros animales: son un foco de enfermedades.
  • Respete las zonas de recreo infantil. No están indicadas para que su perro haga sus necesidades en ellas.

¡Tan civilizados, ellos!

Vacaciones

¿Que los «blogueros» no toman vacaciones? !Claro que sí!

Y mucho más cuando están con las emociones desbocadas, alteradas, ambiguas y confundidas, lo cual produce un bloqueo intelectual que impide ciertas actividades.

Espero que esta situación anómala sea cantera de futuras producciones. Y si no, «pal charco».

 

 

El acoso escolar

Oh sí, me acuerdo, ¿cómo iba a olvidar?

Me acuerdo de cómo temblaba

cuando le empujábamos contra los muros cubiertos de guijarros.

“Es por tu bien” le decíamos; ya sabes, “la supervivencia del más fuerte”

El sentimiento de poder en mi interior se extendía como un cáncer.

Podrías decir que Yo, Jones y y Bruce éramos brutales, a nuestro modo.

Nadie nos controlaba, nosotros les controlábamos a ellos.

Y ¡Dios!, cómo controlábamos al pequeño Sam Thompson.

Pero no importa, Nosotros éramos hombres…..}

Nunca pensábamos que llegaríamos tan lejos; le estábamos haciendo un favor.

De todos modos, no llegaría a ningún sitio en la vida.

Cada puñetazo era una lección, cuando se agachaba e intentaba protegerse de nosotros,

le insultábamos y nos burlábamos de sus fracasos.

Y sí, en aquel último día, mientras corría y se caía, le aporreábamos como si fuera de arcilla.

Cada puñetazo, cada insulto, cada empellón, cada caída  nos hacía un poco más mayores y más fuertes. Honorables.

Y sí, éramos grandes, poderosos, éramos los campeones del mundo. Nosotros éramos hombres.

Eso fue hasta el día siguiente, cuando sacaron su pequeño cuerpo frío y azul del canal.

Éramos hombres (Jack Fox)

 El acoso escolar es una forma de violencia hacia y por niños y niñas. Tiene que ver con situaciones en las que uno o varios compañeros de colegio persiguen, intimidan, dejan fuera del grupo, insultan, agreden físicamente, ponen motes desagradables y otras acciones para hacer daño a un compañero o compañera. Para que pueda considerarse acoso, estas acciones deben durar meses o años.

Para referirse a estas situaciones de acoso, en la literatura especializada se utiliza el término inglés “bullying”.

Las consecuencias del acoso escolar varían dependiendo de la resiliencia del niño, sin embargo, la mayoría de las veces hacen un daño destructivo a la víctima y también a los victimarios y espectadores.

Muchos de nosotros seguro recordaremos alguna vez que nuestros compañeros nos excluyeron de sus grupos o actividades; o nos llamaban de una manera que nos ridiculizaba; o se reían a nuestras espaldas, con toda la intención de que nos diéramos cuenta. En ese momento nos sentíamos solos, desamparados, malqueridos. Cuánto dolor en nuestros pequeños corazones. Si tenemos la suerte de que esas situaciones fueran pocas y en general nos sentimos acogidos y aceptados en el grupo la mayor parte del tiempo, podemos dar gracias a La Vida.

Cuando se da el acoso escolar, además del acosado y el acosador, otros niños suelen ser conocedores o espectadores del maltrato; sin embargo, muchas veces, ni las familias ni los profesores saben que el niño está siendo abusado por algún compañero. Dado que los otros niños espectadores, muchas veces, no saben o no se atreven a tomar cartas en el asunto ayudando a la víctima, es necesario que en las escuelas haya un plan de prevención e intervención al respecto, ya que el problema del acoso escolar afecta el progreso social y académico de los alumnos.

Este maltrato entre compañeros de escuela tiene diferentes formas e intensidades que dejan a la víctima sin respuesta para el mismo. Veamos los diferentes tipos de maltrato.

MALTRATO VERBAL:

Son insultos, motes, hablar mal de alguien o difamar, sembrar rumores o bulos.

INTIMIDACIONES PSICOLÓGICAS:

Se trata de amenazas para provocar miedo, lograr algún objeto o dinero y también para obligar a hacer cosas contra su voluntad; chantaje y burlas públicas, pintadas alusivas, notas, cartas, mensajes a móviles y correos electrónicos amenazantes.

MALTRATO FÍSICO:

Directo: Palizas, lesiones con diferentes objetos, agresiones en forma de patadas.

Indirecto: Robo y destrozo de material escolar, ropa y otros objetos personales.

AISLAMIENTO SOCIAL:

Ignorar y no dirigir la palabra, impedir la participación con el resto del grupo, coaccionar a amigos y amigas de la víctima para que no interactúen con la misma. Rechazo a sentarse a su lado en el aula.

Estos ataques al individuo se pueden producir en los pasillos, los baños, vestuarios, entradas, salidas, comedor, transporte escolar o en cualquier parte del patio o recreo. También pueden ocurrir fuera del colegio, cuando la víctima va para su casa. Normalmente esto se da fuera del alcance de la supervisión de los adultos.

Las víctimas suelen ser muy vulnerables tanto psicológica como biológicamente; han tenido experiencias anteriores negativas; son poco populares o son “diferentes” del resto de los compañeros; no son hábiles para hablar de sí mismos y suelen reaccionar al acoso resignándose y aislándose.

Los profesores y padres pueden saber si el niño está sufriendo acoso escolar si ven que, a menudo, está solo o excluido del grupo, si es ridiculizado repetidamente, si tiene escasa habilidad para los juegos y deportes o se abstiene de participar. Si, por su inseguridad, se le hace difícil participar en clase. Si está generalmente triste, o llora, o está inquieto, o ansioso. Si su interés por la escuela va decayendo hasta niveles de pedir que no lo manden a clase. Si tiene la autoestima muy baja y, por supuesto, si se le ven moratones, rasguños o heridas y le es difícil explicar la causa.

Por su parte, los agresores suelen ser fuertes, con necesidad de dominar; de temperamento violento, impulsivo, con baja tolerancia a la frustración; desafiantes y agresivos con los adultos, con comportamientos antisociales desde temprana edad, poco populares entre sus compañeros, aunque algunos les siguen, y con actitud negativa hacia la escuela.

Los espectadores toleran el maltrato y callan, aunque se sientan mal con lo que sucede; conocen a la víctima, al agresor y lo que pasa entre ellos y esto puede afectarles negativamente, ya que se sienten implicados de alguna forma.

A veces, tanto el profesorado como las familias no perciben las señales de alerta que muchas veces son claras. Puede ser que el miedo a enfrentar los hechos les haga adoptar un rol pasivo en el asunto; hasta que el problema es obvio y entonces puede que tengan que lamentar su no involucramiento.

Las consecuencias del bullying para las víctimas son desastrosas siempre. Pierde su autoestima y confianza en sí mismo y en los demás. A veces somatiza el problema de diversas formas, principalmente con una ansiedad generalizada o depresión. Puede cogerle fobia a la escuela y presentar reacciones agresivas con otras personas de su entorno o intentar suicidarse. En la mayoría de los casos el acoso afecta negativamente su desarrollo personal.

El victimario o maltratador muestra con esta conducta un probable futuro delictivo y adopta el maltrato, sometimiento, la violencia y la coacción como una forma de lograr lo que quiere.

Es probable que quién ha sido agresor o agresora, en su infancia/juventud perpetúe conductas agresivas y violentas en sus relaciones como adulto.

Los niños que son espectadores del acoso a algún compañero, pueden terminar valorando la agresividad y la violencia como forma de éxito social. Si los episodios son continuados, los espectadores se van desensibilizando ante el sufrimiento. En general, también se sentirán indefensos y perderán, al igual que la víctima, la capacidad de reacción.

Las causas de la violencia en las escuelas son múltiples y complejas y están relacionadas con interacción entre el individuo y el entorno donde lleva a cabo sus actividades. Los factores de riesgo pueden ser la ausencia de límites, la sensación de exclusión social, la exposición a modelos violentos de interacción, la justificación de la violencia en el entorno habitual, y la ausencia de factores protectores ante la violencia tales como: modelos sociales solidarios, actividades de ocio constructivas, colaboración familia-escuela, etc.

En los últimos años y, sobre todo en los países desarrollados, se está haciendo un gran esfuerzo por superar la visión de la escuela como solamente agente transmisor de conocimiento, para incluir la educación en valores y actitudes que se necesitan para saber convivir y ser un ciudadano con derechos y deberes.

La familia y los maestros son la clave para abordar este tipo de conflictos de forma adecuada. Si se puede sensibilizar a las familias, al alumnado y al profesorado sobre los efectos perjudiciales de los comportamientos de acoso, las futuras generaciones serán a su vez sensibilizadas. Los niños y niñas de hoy serán los padres y madres de mañana y con la adecuada formación se puede conseguir una sociedad en la que el acoso escolar pase a ser una excepción.

Entender los conflictos, aprender a afrontarlos y a resolverlos civilizadamente exige a la sociedad y a los sistemas educativos madurez suficiente para interpretarlos en el marco de un valor fundamental: el aprendizaje de la convivencia.

Por tanto, una intervención efectiva debe involucrar a toda la comunidad escolar. El maltrato entre iguales es un problema serio que puede afectar dramáticamente la habilidad de los escolares a progresar académica y socialmente. Se requiere, pues, un plan de intervención que involucre a alumnado, familia y docentes para asegurar que la totalidad del alumnado pueda aprender en un lugar seguro y sin miedo.

El mundo no está amenazado por malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad”. Albert Einstein.

Depresión en adolescentes

Entendemos como depresión un estado de ánimo generalizado de infelicidad, tristeza y disforia. También puede sentirse pérdida de experiencia de placer, retraimiento social, autoestima baja, incapacidad para concentrarse, trabajos deficientes, alteraciones en las funciones biológicas y somatización.

Este trastorno es frecuente y común. Los problemas de falta de recursos económicos y las crecientes exigencias sociales para ir al ritmo de la vida moderna, unidos a la soledad y a dificultades para establecer relaciones afectivas duraderas y gratificantes, son algunas de las causas del trastorno depresivo. Los adolescentes son actualmente uno de los grupos más vulnerables a padecer este tipo de trastorno, junto a otros como la ansiedad, el alcoholismo y la demencia. Un adecuado diagnóstico y un manejo terapéutico oportunos pueden ser la clave para el tratamiento adecuado de este tipo de alteraciones.

La depresión puede venir, temporalmente, como respuesta  a muchas situaciones  de estrés. En los adolescentes el estado anímico depresivo es común, debido al proceso normal de maduración y al estrés relacionado con el mismo, la influencia de hormonas sexuales y conflictos de independencia con los padres.

En la adolescencia la prevalencia de la depresión es mayor en las niñas que en los niños. Las estadísticas indican que el 25% de los adolescentes, en algún momento de esta etapa de su vida ha experimentado trastornos depresivos.

Para evaluar la depresión existen herramientas de evaluación, pero requieren que los adolescentes piensen en términos de constructos psicológicos y que comuniquen eficazmente lo que recuerdan. Es difícil diagnosticar la verdadera depresión en adolescentes, debido a que su comportamiento normal tiene muchos altibajos en el estado anímico. La depresión anímica persistente, el rendimiento escolar inestable, las relaciones difíciles con familiares y amigos, la drogadicción y otras conductas negativas pueden indicar un episodio depresivo serio.

Hay factores que, en individuos predispuestos a la depresión, pueden desencadenarla. Por ejemplo:

  • Eventos estresantes de la vida, en especial la pérdida de los padres, por muerte o por divorcio.
  • Maltrato infantil, físico, psicológico (emocional) y sexual.
  • Atención inestable.
  • Falta de habilidades sociales.
  • Enfermedad crónica.
  • Antecedentes familiares de depresión.

De todas formas, los adolescentes no necesitan «razones de peso» para deprimirse. En apariencia son fuertes, pero en el fondo pueden estar profundamente alterados porque no tienen su identidad definida y son críticos severos de sí mismos.

La depresión parece presentarse con mayor frecuencia en familias con problemas de pareja, en las que el adolescente tiene más dificultad de establecer su identidad, aunque es importante recordar que cada adolescente es único en la forma que responde al ambiente que lo rodea, tanto al familiar, como al escolar y con los amigos.

La sensibilidad del adolescente se altera por el manejo de las emociones en conflicto, junto con el despertar de la sexualidad. Los cambios que ocurren en su cuerpo, no son asimilados en forma adecuada por algunos de ellos, y esto puede generarles depresión. Adolescentes sometidos a abuso sexual o con problemas de orientación sexual, pueden presentar también un cuadro depresivo.

Los padres, con frecuencia, notan en ellos bajo rendimiento académico, irritación constante y problemas para dormir. En los casos más severos de depresión, los jóvenes pueden comenzar a pensar en el suicidio. Muchos de los intentos suicidas de la juventud se disfrazan de accidentes graves, como las muertes que ocurren como resultado de conducir vehículos a excesiva velocidad, en ocasiones bajo el efecto de drogas o por el consumo de bebidas alcohólicas por parte de adolescentes deprimimos.

Es importante tener siempre presente el tiempo durante el que se han presentado los síntomas. Si el adolescente presenta ideas suicidas, falta de apetito y falta de interés en toda actividad social durante más de dos semanas, se debe estar muy alerta. Tienden a aislarse y a tener ideas suicidas por los sentimientos de culpa y de incapacidad para afrontar la vida diaria. La depresión en el adolescente, envuelve más problemas interpersonales y de baja estima que la depresión en el adulto.

Veremos a continuación una lista con algunos síntomas de depresión que pueden presentarse con diferente frecuencia y cantidad.

  • Estado de ánimo depresivo o irritable.
  • Mal genio, agitación.
  • Pérdida de interés en actividades.
  • Disminución del placer en las actividades diarias.
  • Cambios en el apetito.
  • Cambios de peso.
  • Dificultad para conciliar el sueño.
  • Somnolencia diurna excesiva.
  • Fatiga.
  • Dificultad para concentrarse.
  • Dificultad para tomar decisiones.
  • Episodios de pérdida de memoria.
  • Preocupación por sí mismo.
  • Sentimientos de minusvalía, tristeza u odio hacia sí mismo.
  • Sentimientos de culpabilidad excesivos o inapropiados.
  • Comportamiento inadecuado.
  • Pensamientos de suicidio.
  • Patrón de comportamiento exageradamente irresponsable.

Ante un niño o adolescente con síntomas de depresión, es recomendable que el médico lleve a cabo un examen físico y ordene exámenes de sangre para descartar causas médicas para los síntomas. Igualmente, evaluará al adolescente en búsqueda de signos de drogadicción. Aunque, el alcoholismo, el consumo frecuente de marihuana y de otras drogas pueden ser motivados por la depresión.

Asimismo, se debe llevar a cabo una evaluación psiquiátrica para tener una historia clínica sobre los antecedentes de tristeza, irritabilidad, pérdida del interés y placer del adolescente en actividades normales. El profesional buscará signos de otros trastornos psiquiátricos presentes, como ansiedad, manía o esquizofrenia. Una evaluación cuidadosa del adolescente ayudará a determinar los riesgos de suicidio u homicidio; en definitiva, si el adolescente es un peligro para él mismo o para los demás. La información de familiares o personal de la escuela, con frecuencia, puede ayudar a identificar la depresión en los adolescentes.

Desde la perspectiva biológica se considera que las influencias genéticas y bioquímicas tienen mucho que ver con la depresión en niños y adolescentes.

Las influencias genéticas tienen un papel importante y esto ha sido probado en estudios de gemelos que viven o no juntos. Se ha visto que los niños cuyos padres sufren un trastorno depresivo mayor tienen más riesgo de padecer dicho trastorno. Sin embargo, todavía no se ha podido probar qué tanto influyen la genética o las condiciones ambientales. En algunos estudios se ha encontrado una influencia genética significativa y en otros una gran influencia ambiental, como por ejemplo crecer en una familia donde la madre padece de depresión.

La influencia genética opera sobre factores de la personalidad y del temperamento tales como la emocionalidad y la sociabilidad,  los cuales influyen en la gama de sintomatología depresiva.

La depresión de los padres puede repercutir a través de una serie de mecanismos no biológicos, porque tienen influencia a través de prácticas de formación e instrucción, y en la organización del entorno social de los hijos.

Los hijos de padres depresivos también corren el riesgo de desarrollar una diversidad de problemas de adaptación, como por ejemplo los trastornos disociales, trastornos por déficit de atención con hiperactividad, trastornos de ansiedad, problemas de escolaridad, y un deterioro de la competencia social.

En el estudio de la depresión, el suicidio suele mencionarse con frecuencia. A pesar de que el suicidio consumado entre los niños y adolescentes es bastante raro, el aumento de su prevalencia ha sido objeto de atención y ha  provocado una gran preocupación entre los investigadores. La conducta suicida está relacionada con la depresión, pero también está relacionada con otros problemas, y puede producirse en niños y adolescentes sin un trastorno diagnosticable. Las causas del comportamiento suicida son muy complejas.

Los trastornos disociales y el consumo de sustancias tóxicas son frecuentes en los suicidios consumados. De ahí, que aunque la depresión sea un factor de riesgo importante, la presencia de un trastorno de depresión no es necesaria ni suficiente para que éstos hechos se produzcan. 

Para prevenir el suicidio en los adolescentes es importante:

  • Formar personal educativo escolar y responsables locales encargados de detectar a adolescentes en situación de alto riesgo.
  • Documentar y educar a los niños con relación al suicidio.
  • Llevar a cabo  reconocimientos y utilizar los servicios profesionales.
  • Crear programas de apoyo entre los iguales.
  • Crear centros y líneas de teléfono permanentes para ayudar en casos de crisis suicidas.
  • Restringir el acceso a métodos en los que el riesgo de muerte sea muy elevado.
  • Intervenir después de que se haya producido un suicidio a fin de evitar que otros niños o adolescentes se vean inclinados hacia el suicidio.

Está muy extendida la prescripción de medicamentos antidepresivos a los  adolescentes y puede ser un componente importante del tratamiento de algunos de ellos. No obstante, su eficacia y seguridad permanecen inciertas. Se necesita, pues, el desarrollo constante de tratamientos psicológicos que sean sensibles a los diferentes aspectos de las influencias psicológicas, sociales, y familiares sobre los adolescentes que padecen depresión.

Se considera adecuado o necesario el uso de antidepresivos ante depresiones graves, episodios psicóticos, depresión bipolar y otros trastornos que no mejoren solo con psicoterapia.

Las acciones preventivas y adecuada rehabilitación que eviten la recurrencia y permitan un desarrollo emocional sano, son la mejor forma de afrontar este tipo de problema cada vez más frecuente.

Los profesionales de la salud mental que estamos conscientes del sufrimiento de estos adolescentes, tenemos la obligación de hacer una labor de concienciación entre padres y educadores, para disminuir el porcentaje de seres humanos en formación que sufren el trastorno. Sin embargo, ante la realidad de una niñez y adolescencia tempestuosas, nuestro papel es también de soporte para ayudarlos a salir de las mismas con el menor daño posible y con la mayor cantidad de herramientas para afrontar la vida.

La muerte y el duelo (2 de 2)

EL DUELO

Romped las cuerdas del amargo duelo. Quien sufre como vos sufrís, señora: es más que una mujer, algo del cielo,
que de él huyó y entre nosotros mora. José Martí

Cuando hay una pérdida, del tipo que sea, siempre hay un duelo. En este comentario, nos referiremos solamente al duelo por la pérdida de una persona querida.

Cuando alguien querido muere, se pueden sentir emociones diferentes: tristeza, miedo, preocupación, confusión, falta de apetito, falta de sueño, enojo, alivio, culpabilidad o vacío. A su vez, estas emociones se pueden entremezclar haciendo que no sepamos qué está pasando en nuestro interior. Todas estas son reacciones naturales frente a la muerte de un ser querido. Son parte del proceso de duelo.

El duelo nos afecta de forma diferente. Esta forma estará relacionada con nosotros y con la relación que tuvimos con la persona que falleció y en qué circunstancias lo hizo. No es lo mismo ver morir a una persona joven que a una persona mayor; una persona sana versus una persona enferma crónica o grave; a una persona muy querida que a una persona cercana pero con la que se tiene algún conflicto. Por otra parte, nos afecta de forma diferente si somos creyentes en otra vida o no, y si somos religiosos o no lo somos. Perder a alguien de repente puede ser muy traumático y si la pérdida es por un suicidio, esta muerte puede ser muy difícil de enfrentar.

Como el duelo es muy personal e individual, algunas personas buscan el apoyo de otras y encuentran alivio en los buenos recuerdos. Otras tratan de mantenerse ocupadas para despejar su mente de la pérdida. Algunas personas se deprimen y se alejan de sus amigos, o evitan los lugares o situaciones que les recuerdan a la persona fallecida. Otras pocas personas tratan de evitar su dolor involucrándose en actividades peligrosas y autodestructivas: beben, se drogan, se infieren castigos físicos para escapar de la realidad, pero la sensación de escape es únicamente temporal. La persona no está realmente enfrentando el dolor; simplemente lo está enmascarando, lo que hace que esos sentimientos se acumulen en el interior, prolongando el duelo de forma poco sana.

Con relación a la actitud hacia la pérdida de un ser querido en las diferentes etapas de la vida, los niños, generalmente, expresan su aflicción con rabia, indiferencia o rehusándose a reconocer la muerte. Se les puede ayudar si desde temprano en la vida se les presenta este concepto dentro de su propia experiencia y se les da la oportunidad de hablar acerca de los aspectos que rodean la muerte. Es mejor hacerlo lo antes posible. Para hacer que los niños menores de 3 años puedan iniciar adecuadamente el proceso de duelo, es necesario que dejen de esperar a su ser querido, y lleguen a comprender que éste no regresará nunca. Se pueden usar ejemplos de la naturaleza: hojas secas, muerte de mascotas, etc.

Lo más habitual, es que el niño haga un duelo alternando preguntas y manifestación de emociones, con intervalos en los que no menciona para nada el asunto.

El niño intuye enseguida que la muerte va a tener muchas consecuencias en la familia, lo cual le produce dificultades para dormir, pérdida de apetito y miedo de quedarse solo. Puede presentar un comportamiento infantil (enuresis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo) durante tiempo prolongado. A veces, puede presentar imitación excesiva de la persona fallecida y expresiones repetidas del deseo de reencontrarse con el fallecido. Puede alejarse de sus amistades y negarse a ir a la escuela.

Por su lado los adolescentes, aunque sufran intensas emociones ante una perdida, no las comparten porque sienten que tienen que hacer la representación de que todo está bien en ellos. Esto  puede hacer que el adolescente renuncie a vivir su propio duelo, sintiendo a cambio rabia, miedo e impotencia y preguntarse, incluso,  por qué y para qué vivir.

Aunque exteriormente parezca ya un adulto, necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso del duelo. Los amigos pueden ser de gran ayuda, pero si estos no han vivido algo similar, se sienten impotentes y pueden ignorarlo totalmente.

Si el padre o la madre del adolescente fallecen mientras está alejándose física y emocionalmente de ellos –como suele suceder en esa etapa de su vida–, puede experimentar un gran sentimiento de culpa y de algo sin concluir. Esta experiencia puede hacer el proceso de duelo más complicado.

Un duelo mal llevado por parte del adolescente arroja: síntomas de depresión, insomnio, inquietud psicomotriz, baja autoestima, fracaso escolar, o indiferencia frente a las actividades extraescolares. También deterioro de las relaciones familiares y con los amigos. Conductas de riesgo como abuso de alcohol, drogas, peleas, relaciones sexuales impulsivas y sin prevención, negación del dolor y alardes de fuerza. Estos síntomas, ameritan la consulta con un terapeuta.

El adulto joven tiene mayor probabilidad de sentir la muerte con mayor intensidad emocional que en otra etapa de la vida. Suele sentirse frustrado frente a la muerte de un ser querido, ya que no le permite proyectarse con el futuro. Su frustración se transforma en rabia, lo cual dificulta el proceso de ayuda.

En la edad adulta intermedia se tiene más conciencia de la muerte y ante el fallecimiento de los padres, la persona se convierte en la generación mayor. La percepción del tiempo es diferente y es posible que se generen cambios positivos en su proyecto de vida, producto de la solución exitosa de la crisis de la mitad de la vida.

El duelo en el anciano es similar al del niño, debido a que en esta etapa de la vida se produce una vuelta a la dependencia. Esto produce una disminución de la capacidad para el duelo. La dependencia que presenta el anciano lo lleva a desarrollar conductas no patológicas y adaptativas a la pérdida. Se tiende a reaccionar con manifestaciones somáticas.

Ante una pérdida, el anciano necesita un sustituto que le brinde seguridad, ya que la pérdida de la persona querida amenaza esta garantía. El anciano en condición de dependencia, está más preparado para su propia muerte que la del objeto de su dependencia.

En el tiempo de duelo hay un proceso que se debe completar. W. Worden dice:

Se necesita aceptar la realidad de la muerte. Dado que uno tiene la sensación inicial de que no ha pasado, que ha sido como un mal sueño, la primera tarea del proceso del duelo es enterrar psicológicamente al ser perdido, o sea, aceptar que la persona querida está muerta y que no se la volverá a ver más. Hay que experimentar el dolor de la pérdida física y psíquicamente. Es necesario que este dolor sea arrostrado si se quiere superar en algún momento. Es conveniente amoldarse a un ambiente en el que la persona fallecida ya no va a estar.

Cuando ya se ha aceptado la realidad de la pérdida, hay que rehacer la propia relación con la persona perdida y con las funciones que ésta cumplía. Esto implica tener que desarrollar nuevas capacidades y/o nuevas conductas que no estaban dentro del repertorio.

Es beneficioso reinvertir en otra relación la energía emocional que se había depositado en la persona fallecida. O sea, darle un lugar especial en nuestro interior para depositar la energía emocional en otras actividades y relaciones. Para ello, el recuerdo de la persona perdida se debe activar de una forma objetiva y tranquilizadora.

Puede parecer imposible recuperarse después de perder a un ser querido. Pero la aflicción mejora gradualmente y se vuelve menos intensa con el tiempo. Tal vez, saber algunas de las cosas que se pueden  esperar durante el proceso de duelo, ayuden a superar el dolor.

Los primeros días después de la muerte de una persona pueden ser duros, la gente puede expresar emociones fuertes. Llorar o consolarse mutuamente y reunirse para expresar apoyo, puede ayudar  a quienes se ven más afectados por la pérdida.

La familia y los amigos suelen participar en rituales que pueden ser parte de su religión, su cultura, su comunidad o de sus tradiciones familiares. Estas actividades pueden ayudar a la gente a superar los primeros días inmediatos a la muerte y a honrar a la persona que murió. Ayuda  pasar algún tiempo conversando y compartiendo recuerdos de la persona que falleció. Esto puede extenderse por días o semanas después de la pérdida, cuando los amigos envían tarjetas, llaman por teléfono o pasan a visitar.

Muchas veces, la gente muestra sus emociones en este período. Pero, en ocasiones, una persona puede estar tan sorprendida o impactada por la muerte que no demuestra las emociones en forma inmediata, aun cuando la pérdida sea muy terrible.

No importa cómo pases tu duelo, no existe una manera definida de hacerlo. El proceso de duelo es gradual y dura más en algunas personas que en otras. Puede haber momentos en los que pienses que nunca disfrutarás de la vida de la misma manera, pero ésta es una reacción natural después de una pérdida.

Como la pérdida de un ser querido es estresante, cuidarte a ti mismo puede ayudarte a enfrentarla.

  • Recuerda que la aflicción es una emoción normal. El dolor irá aminorando poco a poco.
  • Participa en los rituales. Los servicios religiosos, los funerales y otras tradiciones ayudan a la gente a superar los primeros días y a honrar a la persona que falleció.
  • Reúnete con otros. Incluso las reuniones informales de familiares y amigos brindan una sensación de apoyo y ayudan a la gente a no sentirse tan aislada durante los primeros días y semanas del duelo.
  • Cuando puedas, habla de ello. A algunas personas las ayuda contar la historia de su pérdida o hablar de sus sentimientos. Pero si una persona no tiene deseos de hablar, también es adecuado.
  • Exprésate. Aun cuando no sientas deseos de hablar, encuentra maneras de expresar tus emociones y tus pensamientos. A través de escritos, canciones, poemas o tributos a la persona que falleció. Puedes hacerlo de manera privada o compartirlo con otros.
  • Haz ejercicio o realiza actividades al aire libre que requieran un esfuerzo corporal. El ejercicio puede cambiar tu humor. Puede resultar difícil sentirse motivado, por lo tanto, imponte, modifica tu rutina normal si es necesario.
  • Aliméntate bien. Puede ser que no tengas hambre, pero tu cuerpo necesita comida nutritiva que te ayude a conservar tu salud.
  • Únete a un grupo de apoyo. Si consideras que puede ayudarte entrar en un grupo de apoyo, averigua cómo, dónde y con quién hacerlo. No tienes por qué estar sólo con tus sentimientos o tu dolor.
  • Expresa y libera tus emociones. Si tienes deseos de llorar, hazlo. No te preocupes si al escuchar determinadas canciones o realizar algunas actividades te traen recuerdos dolorosos de la persona que perdiste. Después de un tiempo, será menos doloroso.
  • Puedes dedicarle un memorial o un tributo. Planta un árbol o una planta, o recuerda a la persona con algo saludable, alegre,      amoroso o íntimo.

Todo lo anterior  nos ayudará a aceptar la realidad de la pérdida, que es el paso más difícil. Si pasado un tiempo prudente de más o menos seis meses no vemos disminuir el dolor profundo –no estamos diciendo que se olvide al ser querido, ni que se deje de querer, estamos hablando de seguirlo amando en otra dimensión que no obstaculice nuestra vida, que nos permita seguir adelante–, es bueno consultar a un profesional para que nos ayude a superar esta etapa de duelo.

La muerte y el duelo (1 de 2)

LA MUERTE

A lo sonoro llega la muerte
como un zapato sin pie, como un traje sin hombre,
llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,
llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta. Pablo Neruda

En nuestra sociedad, donde la felicidad significa poder, diversión, consumo, negación del sufrimiento y eterna juventud, nos cuenta mucho enfrentarnos al desamparo y el dolor de la muerte. Tan solo el pensar en ella nos produce un malestar que tratamos de evitar a toda costa. Nuestra cultura no considera la muerte como parte de la vida, no existe una psicología de la muerte sino una psicología de la vida, por lo que se nos hace difícil aceptar la muerte como algo inevitable.

La idea de inmortalidad y la creencia en el «más allá», aparecen de una forma u otra en prácticamente todas las sociedades y momentos históricos. El ser humano necesita creer en ello.  No existen evidencias concluyentes ni a favor ni en contra de esa otra vida, luego, son las personas influidas por la cultura y el contexto quienes toman la decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente. La esperanza de vida en el entorno social determina la presencia de la muerte en la vida de los individuos y su relación con ella.

Morir es una parte integral de la vida, tan natural y predecible como haber nacido. Pero, mientras el nacimiento es una celebración, la muerte se ha convertido en algo de lo que no se habla y que la sociedad moderna prefiere ignorar. A lo mejor es porque la muerte nos recuerda nuestra vulnerabilidad humana, a pesar de  todos los avances de la ciencia.

Podemos ser capaces de retrasarla, pero no somos capaces de hacerla desaparecer; no podemos escapar a ella. La muerte le pasa a todo el mundo. No tiene que ver con género, estatus o posición social, todos tenemos que morir seamos ricos, pobres, buenos, malos, conocidos o ignorados por la sociedad. Es, posiblemente, esa inevitable e impredecible cualidad que hace a la muerte tan temida por tanta gente.

Algunos profesionales afirman que la forma en que se haya vivido la vida y el estado de la mente hasta el momento de la muerte, pueden, en cierto modo predecir cómo se va a vivir la muerte.

Normalmente asociamos la muerte a la vejez y eso hace que nos descuidemos en irnos preparando para la misma.

Los niños son protegidos de tal forma de la experiencia de la muerte que difícilmente entienden qué es o tienen una gran confusión acerca de la misma. No queremos que sufran y por eso les decimos que los seres queridos que han fallecido “están dormidos, están de viaje, están con papá Dios, vino un ángel y se los llevó al cielo”. De esta forma, desaprovechamos el mejor momento para iniciarlos en el conocimiento de ese fenómeno tan natural y cotidiano como es la muerte.

Cuando los padres y maestros quieran explicar la muerte de alguien cercano a un niño, deben ser coherentes y estar de acuerdo en la versión. La sinceridad y evitar el engaño son decisivos. Es importante permitirle al niño la expresión natural de sus emociones, sin estimularlas o reprimirlas, ayudando a interpretarlas y a expresarlas.

En situación extrema, como es la vista directa del cadáver (que en edades tempranas no conviene llevarla a cabo, pero que circunstancialmente puede darse como duelo directo), se recomienda como lo más natural y educativo seguir estas pautas:

  • Si el niño expresa su deseo de ver el cadáver, el proceso debe revestirse de naturalidad, desde la libertad de los padres y el niño. Dejarle elegir y respetar no sólo su palabra sino sus gestos, dándoles importancia. Puede llegar a ser una experiencia      intensa y, aunque inevitablemente triste, una tristeza reconfortante.
  • Deben acompañar al niño en este trance personas cercanas y queridas: los padres, preferiblemente, si están en condiciones de serenidad, de sosiego.
  • Es recomendable buscar un momento de tranquilidad, si es posible de soledad, ante el cadáver. Se puede pedir a los demás que nos dejen a solas con el niño y que no interrumpan durante unos minutos para evitar interferencias o contaminaciones, con escenas de llanto o situaciones parecidas.
  • Reconocer que el fallecido ya no nos puede mirar, no nos puede hablar, no respira, porque está como en el más profundo de los sueños, aunque no está durmiendo.
  • Despedir al familiar, ya quen aunque él no nos oiga, podemos decirle adiós nosotros. Que el niño exprese lo que quiera:      quejas, llanto, etc.

Si el niño llegara a despedirse, se habría conseguido la primera fase de aceptación de la realidad de la muerte.

El adolescente, a diferencia del niño, acepta la muerte, independientemente de haber o no tenido experiencias previas con la muerte de un familiar, un amigo o una mascota. La mayoría de los adolescentes comprende el concepto de que la muerte es permanente, universal e inevitable. No obstante, tienen un sentimiento de inmortalidad. El reconocimiento de su propia muerte amenaza sus objetivos de vida. Las actitudes negativas y desafiantes pueden cambiar de repente la personalidad de un adolescente que se enfrenta a la muerte por una enfermedad terminal. Puede sentir no sólo que ya no pertenece o no encaja con sus pares, sino que tampoco puede comunicarse con sus padres. El adolescente puede sentirse sólo en su lucha, temeroso, enojado o reacciona con negación, lo que le permite seguir su vida normal hasta cuando sea posible.

En la edad adulta temprana, el individuo tiene una gran vitalidad, fuerza y deseos de llevarse el mundo por delante. Son los años en los que se piensa en formar familia, en desarrollar una carrera y crecer, en sentido general. Por esa razón se ve la muerte de lejos, aunque no tanto como los adolescentes.

Ante las promesas de la vida, los adultos jóvenes reciben la noticia de su muerte, cuando se trata de una enfermedad grave, con rabia y frustración. Muchas veces estas personas no han tenido tiempo de desarrollar las relaciones íntimas ni de expresar su sexualidad y tienen pocas probabilidades de hacerlo porque se tienen limitaciones físicas o psicológicas. No  hacen planes de futuro, contrario a lo que están haciendo las otras personas de su generación; no se atreven a formar una familia porque saben que la dejarán pronto y no suelen sentirse compensados con un buen trabajo porque las empresas pueden discriminar a los enfermos. Esta situación les hace sentir que el mundo es injusto y a arremeten con ira contra las personas que los aman.

Para las personas de edad adulta intermedia, su propia muerte, cuando es anunciada a través de alguna prueba clínica, no es tan fuerte. En esta etapa de la vida se es consciente que en algún momento se tiene que morir; es decir que se ve la vida de una forma más realista. También se sufren las pérdidas de familiares y relacionados mayores, lo que, en cierta forma, los va preparando para la muerte. Pero no la aceptan con facilidad, ya que en ese momento el miedo a morirse es más fuerte que en cualquier otra etapa de la vida. Se piensa más en los años que quedan por vivir, en lugar de hacer girar la vida alrededor de los años que se han vivido y las experiencias que se han tenido. A esta edad se prefiere una muerte rápida más que una muerte larga y dolorosa.

Para los envejecientes, una etapa muy impactante es la pérdida de un ser querido. Después de un duelo comienza el proceso de revisión de la vida, donde se inicia la reflexión sobre el pasado y se rememoran acontecimientos para prepararse para la muerte.

Durante esta revisión los ancianos pueden sentirse angustiados, culpables, deprimidos o desesperados, pero una vez superado este momento, puede surgir la integridad y se descubre el sentido de la vida. Al parecer, no todas las personas mayores revisan su vida y las que lo hacen no siempre reestructuran el pasado de modo que aumente su integridad. No obstante, a medida que los adultos llegan a ser mayores, el declive físico y la pérdida de las capacidades hacen que aparezca la idea de la muerte y las personas empiezan a prepararse. Así, cuando la muerte se acerca, sus reacciones suelen ser variadas, dependiendo de las creencias religiosas o cultura.

No se puede decir que en esta etapa de la vida se le de la bienvenida a la muerte, sino que se siente menos angustia que cuando se es más joven al pensar en ella. En ocasiones la muerte está acompañada por el declive terminal que, para algunas personas, es insoportable y las puede conducir al suicidio. También las enfermedades largas y dolorosas son un problema importante para los adultos tardíos ya que consideran que son una carga para la familia o la sociedad y se sienten inútiles y dependientes. En general, los envejecientes sienten que ya no sirven para nada y que no hay razón para seguir viviendo. En esos momentos, aunque con miedo, desean fervientemente morir.

La educación actual no prepara para la muerte. Es necesaria incluir la muerte como contenido educativo. La educación durante la infancia es la más rica y creativa  y se debería comenzar a afrontar en esta etapa todos los temas de nuestra naturaleza: las relaciones entre la muerte, ciclos biológicos, educación ambiental y sexual. También el concepto de ciclo vital de edad que avanza y del envejecimiento para que comience a calar en los niños. Si no se aborda de forma adecuada este tema desde la infancia, no se está enseñando a vivir completamente.

A la hora de afrontar la muerte, el cómo se haga depende mucho de la personalidad del individuo y su forma de ver la vida. Según la psiquiatra Elisabeth Kubler-Ross, las personas que saben que tienen una enfermedad mortal pasan por cinco etapas: negación, rabia, regateo, depresión y aceptación. Sugiere que la esperanza persiste durante todas estas etapas.

Negación: Cuando las personas se enteran de que van a morir, su respuesta es la incredulidad –tiene que haber un error, quizás los test o el doctor se han equivocado–. La negación actúa como amortiguador del shock que produce el conocimiento. Después de la negación se va desarrollando una aceptación parcial de la situación.

Rabia: Después de la negación aparecen unos sentimientos de rabia, envidia y resentimiento. Las personas se preguntan ¿por qué yo? Su rabia, entonces, se dirige hacia la familia, los doctores, el hospital o cualquiera que tenga un contacto con la persona. Pueden tocarse también diferentes tópicos, algunos con sarcasmo, otros triviales y otros importantes. Se puede empezar a criticar cosas que nunca habían molestado antes. O se puede sentir rabia por asuntos no resueltos anteriormente, como problemas de pareja. La familia o relacionados pueden sentirse mal por este trato y empiezan a reaccionar de forma airada, lo cual empeora la situación.

Regateo: El regateo ayuda al paciente por breve tiempo. Suele hacer acuerdos con Dios, consigo mismo, con los doctores etc. Suele decir: seré bueno si me concedes la sanación, o no tener dolor, o unos meses o años más de vida. En definitiva, trata de evitar lo inevitable. Generalmente estas promesas o tratos con Dios, se mantienen en secreto.

Depresión: Por una variedad de razones, la depresión aparece. Las pruebas y tratamientos pueden ser dolorosos y también puede haber hospitalización. Las personas con enfermedades terminales suelen perder los trabajos o no los pueden realizar con un desenvolvimiento normal.

Muchos se sienten culpables por los inconvenientes y la pena que le están causando a la familia. Lo peor de la situación  es pensar que van a perder a los que aman. Se debe permitir a estos enfermos expresar sus sentimientos si lo desean; de esta manera se les ayuda a aceptar la situación más fácilmente y se sienten muy agradecidos de quien se sienta a su lado y los escucha con paciencia.

Aceptación: Si los enfermos han tenido tiempo para superar las etapas anteriores, pueden llegar a la etapa en la que no están rabiosos o deprimidos por su futuro fallecimiento. En este punto, muchos pacientes están cansados de soportar su enfermedad y sienten que puede ser un consuelo morir. Esta aceptación trae consigo paz mental. Se puede desear estar solo más a menudo o limitarse a hacer gestos, sin hablar, cuando son acompañados. Aunque muchos pacientes luchan hasta el final, la mayoría  acaba sintiéndose cansada de hacerlo. Es el momento de la resignación y de rendirse.

Dado que la muerte es una realidad y que los seres humanos sentimos angustia existencial, Avery Weisman, estudiosa del fenómeno, recomienda responderse algunas preguntas al respecto.

  1. Si me enfrentara a una muerte cercana ¿Qué me importaría más?
  2. Si fuera muy viejo, ¿Cuáles serían los problemas más importantes para mí? ¿Cómo los resolvería?
  3. Si la muerte es inevitable ¿Qué circunstancias la harían aceptable?
  4. Si fuese muy viejo ¿Cómo viviría de la manera más efectiva y con el menor de los daños para mis ideales y principios?
  5. ¿Qué puedo hacer para prepararme para mi muerte o la de alguien muy cercano?
  6. ¿Qué condiciones o sucesos pueden hacerme sentir que estaría mejor muerto?
  7. En la ancianidad todos dependen de los demás ¿Con qué tipo de gente me gustaría tratar cuando llegue ese momento?

Probablemente nunca nos prepararemos suficientemente para el momento de la muerte, dada nuestra cultura. Pero podemos empezar a revertir esta cultura «anti muerte» siendo instrumentos de información, aceptación y preparación de vida para nuestros niños, ante un hecho inevitable, seguro.

No puedo con ellos

Los límites son los diques protectores que das a los hijos cuando no están a tu lado. Con límites bien definidos los menores se sienten seguros para moverse en la vida pues saben con certeza qué pueden y qué no pueden hacer. Celia Chávez Cham.

Creo que en estos tiempos que estamos viviendo, muchos padres no entienden lo que es la disciplina, o si la entienden, no la ponen en práctica. Hay un gran porcentaje de ellos demasiado permisivos y otro que adopta el castigo como método de disciplinar a sus hijos.

Me parece necesario comenzar tratando de definir: límites, disciplina y disciplina asertiva.

Los límites son prohibiciones obligatorias para el buen desarrollo y evolución de los niños, ya que les aportan seguridad y protección. Les ayudan a tener clara la reacción del medio ante ciertas situaciones en las que pueden tener dudas por su corta experiencia. Cuando decimos “no”, provocamos al niño pequeñas frustraciones necesarias para que pueda renunciar a sus deseos        –que  no siempre es posible y/o recomendable satisfacerlos–, o sepa encajar fallos y decepciones de la vida cotidiana. Los límites le ayudan a mantener y mejorar su auto estima. Un niño con límites puede tener relaciones con sus pares o personas mayores más satisfactorias porque su “semáforo” le dirá cuándo puede o no puede pasar. Es importante añadir que los niños y niñas viven retando a la autoridad que pone los límites y por tanto, la firmeza es imprescindible para que estos sean creíbles y cumplidos. Al niño le encanta probar hasta dónde va a llegar la autoridad si él rompe los límites. Si no hay firmeza al aplicar las consecuencias de romper los límites, estos se volverán laxos hasta que dejen de existir como tales.

La disciplina es el acto de cambiar a una persona –en nuestro caso niño o niña–,  para que actúe de una manera más responsable y apropiada. El objetivo de disciplinar es conseguir un auto control conductual y emocional. Disciplinar no es castigar. Castigar no resuelve nada si no se cambia la conducta que le está produciendo problemas al niño o niña.

La disciplina asertiva solo puede ser llevada a cabo por una persona asertiva; por una persona cuyo modelo de relación interpersonal consiste en conocer sus derechos y defenderlos, respetando a los demás. Tiene como premisa fundamental que toda persona posee derechos básicos. Se sitúa en un punto intermedio entre otras dos conductas polares: la agresividad y la pasividad. La persona asertiva tiene un comportamiento comunicacional maduro en el cual no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos. Se expresa de forma consciente, congruente, clara, directa y equilibrada, ya que su finalidad es comunicar ideas y sentimientos o defender su legítimo derecho sin la intención de herir o perjudicar, actuando desde un estado de autoconfianza, en lugar de estar bajo la influencia de emociones tales como la ansiedad, la culpa o la rabia.

Con los conceptos definidos, puedo entrar en materia. Para disciplinar a los niños es muy beneficioso utilizar una forma firme y respetuosa –que algunos autores denominan enfoque democrático–. En este enfoque, el padre, tutor o maestro expone reglas claras con firmeza y las consecuencias de no cumplirlas. Es un modelo ganar-ganar que detiene la conducta inapropiada. Al informar a los niños de los límites, reglas y consecuencias se les da la posibilidad de que puedan escoger lo aceptable para ellos. Si deciden hacer algo inapropiado, saben a qué se atienen.

Con el enfoque democrático los niños llegan a resolver los problemas por sí mismos, ya que son participantes activos en la solución. Aprenden de las consecuencias de lo que escogen. Se motivan a la cooperación. Tienen poder y control sobre sí. Hay una relación ganar-ganar porque se basa en el respeto mutuo. Estimula la responsabilidad y la independencia –el  niño actúa de tal o cual forma porque, con la información que tiene, él lo decide–. Aprende a respetar las reglas y la autoridad y hace menos “pruebas” con los límites.

La disciplina asertiva tiene reglas específicas, claras y concretas. Es consistente y especifica claramente las consecuencias por violar las reglas. Es inmediata, segura y justa. Tiene una intensidad apropiada, es positiva, de “fácil” aplicación y eficaz. En definitiva: es asertiva.

Mientras que una disciplina inadecuada o un castigo deja las cosas sin acabar o deja cabos sueltos. Cambia las reglas a mitad de juego. Se hacen amenazas y advertencias que no se cumplen. Hay que ser siempre severo –nada que ver con la firmeza–. Requiere esfuerzos heroicos para ser eficaz. Humilla, hiere las relaciones y es siempre, o agresiva o pasiva.

El castigo es eficiente solamente por corto tiempo. Puede suprimir, momentáneamente, pero no eliminar la conducta. Cuando castigamos modelamos una conducta agresiva que produce resultados emocionales indeseables. Puede ocasionar frustración, perturbación y aumento de la conducta indeseable. Deteriora las relaciones interpersonales y conduce a la evitación de la situación y de la persona que castiga. También, la víctima puede tornarse agresiva  y arremeter contra otras personas y podría estimular el castigo hacia el individuo, por parte de las personas que lo han visto. O por el contrario, puede fomentar el efecto de desvalido y sobre todo, puede afectar la autoestima del castigado.

Hay diferentes formas de reforzar o sancionar una conducta. Aquí hablaremos de un refuerzo: la economía de fichas y de una sanción: tiempo fuera.

La economía de fichas se basa en el uso del refuerzo positivo. Las fichas tienen el valor simbólico del dinero y sirven como medio de intercambio. Se organiza de forma que motive a adquirir conductas deseables y cambiar las inapropiadas.

Para implantar este refuerzo, primero hay que reconocer las conductas que queremos modificar y estudiar las circunstancias del ambiente en las que usualmente se produce la conducta problemática. Por otro lado, identificaremos y enumeraremos los reforzadores de apoyo a canjearse por las fichas –lo que el niño debe hacer–. Seleccionaremos el tipo de ficha adecuado que puede ser: fichas plásticas, estrellas, caritas, tapas de botella, etc., estableceremos el precio en fichas de los diversos reforzadores de apoyo y la cantidad de fichas a otorgarse por ejecutar conductas deseables, por ejemplo: comer verduras, 3 fichas y con 30 fichas va al cine. Es imprescindible definir la línea base de las conductas y cuando tengamos todo coordinado, presentar el programa. Debe haber un contrato conductual entre nosotros y nuestros niños antes de implantar el programa, es decir, el niño debe estar de acuerdo con todos los aspectos del “juego”. El programa debe mantenerse un tiempo para equis conducta, con el fin de que podamos apreciar los resultados.

El Tiempo Fuera es un procedimiento mediante el cual se retira el acceso a las fuentes de reforzamiento positivo durante un determinado período de tiempo, después de una conducta indeseable.

Es importante disponer de un lugar seguro y apropiado para el “tiempo fuera” que permita sacar al niño del ambiente de reforzamiento. Su objetivo es parar inmediatamente la conducta inadecuada y ayudar a los niños al autocontrol.

Mientras estemos aplicando esta técnica eliminaremos todo reforzamiento positivo, evitando que haya auto estimulación, pero sin que la situación cause aversión.

Esta técnica como cualquier otra relacionada con la disciplina, debe mantener la mayor consistencia todo el tiempo; ser de breve duración y siempre tener en cuenta las características del niño –cada uno se incentiva o desincentiva de diferente forma–. El niño debe conocer las condiciones del tiempo fuera y que será reintegrado, después de un tiempo, a la actividad interrumpida.

Algo que no debemos olvidar es que este procedimiento no busca regañar o discutir y por tanto, no puede aplicarse en condiciones de ira, resentimiento, venganza o deseos de hacer daño, porque lo que se busca es que proporcione conductas alternativas deseables.

Ejemplos de conductas por las que un niño podría estar un “tiempo fuera”: si pretende llamar la atención de forma inadecuada, si hace intensas “pruebas de límites”, si exhibe una conducta agresiva, irrespetuosa, desafiante, antagonista, o que cause daño.

Ante todo lo anterior es importante saber que el cambio en los niños es gradual y que, a veces,  hay que hacer variaciones o ajustes en nuestra forma de aplicar los métodos de disciplina. No debemos esperar milagros, sino resultados realistas  e, incluso, retrocesos. Los vencedores en esta contienda son el optimismo, la persistencia y la planeación adecuada. Y lo más importante: a veces hay que cambiar nuestra actitud para que los demás cambien.

Aunque lo ideal es que todo este proceso descrito comience desde el inicio de la vida del niño, siempre estamos a tiempo para implantar la disciplina asertiva, aunque, tengo que ser sincera, el trabajo será arduo y se necesitará mucha firmeza y paciencia si hay que comenzar a disciplinar después de los siete años.