Ocúpate

A lo largo de la vida hemos sentido muchas veces preocupaciones tan grandes que nos dejan anulados y nos impiden, no solo vivir la vida, sino disfrutar los cortos momentos de felicidad que se presentan. Otras veces nos hemos dejado contagiar por personas siempre preocupadas y que no encuentran una manera efectiva de resolver sus problemas.

Hemos oído la frase de no te preocupes, ocúpate de resolver lo que te preocupa. Suena sencillo, pero no siempre contamos con las herramientas necesarias para poner en práctica este buen consejo. Nos ayudará a iniciar la acción el pensar en los siguientes puntos: la vida es corta; no todo lo que uno piensa es cierto; no se puede controlar todo; no sabemos cómo evolucionarán las cosas; lo que piensen los demás es secundario y, lo importante es ser responsable.

Ya que la vida es corta, no podemos perder el tiempo magnificando cosas o situaciones que, si nos ponemos a analizarlas con cuidado, no tienen para nuestra vida la importancia que les damos. De hecho, pasado un tiempo, si volvemos a pensar en lo que tanto nos preocupó, nos damos cuenta de nuestro error en la escala de importancia que les dimos. Lo importante somos nosotros, nuestro proyecto de vida, nuestros logros y no los fallos, rencores y temores sobre el futuro. Estemos atentos a todo lo bueno que pasa a nuestro alrededor.

No todo lo que uno piensa es cierto. Nuestra mente, nutrida por nuestras vivencias y nuestra personalidad nos juega, a veces, una mala pasada cuando fabrica pensamientos negativos, exagerados, prejuiciados y absurdos que nada tienen que ver con la realidad que nos rodea: hechos y personas. Solemos malinterpretar actos, situaciones y vivencias que no son reales y mucho menos beneficiosos para nosotros. Solemos ser subjetivos.

El control es bueno, salvo si el asunto se nos va de las manos y queremos controlar todo. Aunque lo pretendamos no lo lograremos porque no sabemos cómo se desarrollarán las cosas que no dependen de nosotros. Entonces, ¿por qué querer romper con la mano un acero templado o derrumbar con la cabeza una pared de cemento armado? ¿No acabaremos rompiéndonos ambas partes del cuerpo?

Si dependemos de la opinión de los demás para ser felices estamos feos para la foto. La opinión más importante es la que tenemos de nosotros mismos; somos responsables de vivir en nuestros propios términos; y si no tenemos buena opinión –porque tenemos la autoestima baja– podemos trabajar las cosas o aspectos de nuestra vida que no nos satisfacen para mejorarlos, nunca para complacer a los demás, porque así nos esclavizaríamos. En la medida que trabajemos nuestra autoestima para nosotros mismos, nos sentiremos amados, respetados, aceptados y admirados por los demás.

La responsabilidad y la preocupación son dos cosas diferentes. El diccionario define la responsabilidad como el cumplimiento de las obligaciones o cuidado al hacer o decidir algo. Mientras que la preocupación es definida como un sentimiento de inquietud, temor o intranquilidad que se tiene por una persona, cosa o situación determinada. Pensar sin descanso sobre una cosa, persona o situación no incluye que vamos a ocuparnos de ello, puede ser que ni siquiera estemos pensando en buscar una solución al respecto. ¿Por qué, entonces, dedicar un tiempo precioso a maltratarnos si no vamos a conseguir nada positivo?

Y como somos humanos, por leer estas líneas no vamos a dejar de preocuparnos. Así pues, aquí van algunos tips que nos pueden servir de contrapeso en la balanza de la angustia que trae la preocupación.

Habla de tus preocupaciones con alguien o con algo. El asunto es sacarlo fuera, verbalizarlo, no importa con quién, o escribirlo. No estaremos buscando respuesta –aunque a veces la recibamos–, estaremos buscando liberar la presión de la olla.

Acepta que la incertidumbre convive con nosotros porque somos seres humanos y por tanto impredecibles en algunos momentos. Y si las situaciones de nuestra vida pueden ser hipotéticas, ¿por qué poner en ellas un esfuerzo extra que no tenga que ver con hacer lo mejor que se pueda?

Cuando hay una situación muy compleja ante la que, aunque actuemos no podamos dejar de preocuparnos, podemos decidir cuánto tiempo estaremos preocupados o viviendo la misma. Esta táctica de fijar un tiempo reduce la ansiedad y nos da sensación de autocontrol. Lo importante es aplazar cada pensamiento negativo de preocupación para dejarlo aflorar en el tiempo que hayamos acordado con nosotros mismos. Por ejemplo, me despierto en la noche con pensamientos de preocupación, serenamente les digo que me ocuparé de ellos en la mañana, después de haber agradecido a la Vida por estar vivo y durante una hora. Y así en cualquier momento que afloren y que no esté dentro del tiempo dedicado a ellos. Así limitamos el tiempo de preocupación y el hecho de que los pensamientos esperen puede servir para moderar los mismos y darles un alcance diferente. En principio nos puede dar trabajo adoptar la técnica, pero poco a poco la iremos implantando en nuestro cerebro.

Hay muchos pensamientos negativos que no tienen razón de ser. Cuestionémoslos. Démosle el frente. ¿Si en vez de yo fuera otra persona que estuviera pasando por esto, pensaría igual? ¿Es realmente tan negativo como lo veo? La realidad es que la solución la tenemos nosotros y en la medida en que hagamos frente a la preocupación la iremos resolviendo.

La relajación es otra herramienta importante para afrontar las preocupaciones excesivas. Hay muchas técnicas que podemos aplicar durante el día: la respiración, la relajación muscular profunda, la meditación, etc. Cada quién puede escoger la que más le guste o conozca. Hacer uno o dos altos en el camino durante el día es muy saludable. Los trabajos corporales, fuera de la ocupación usual, también ayudan: ejercicio, jardinería, cuidado de animales, etc.

Cuídate. No solo es importante dormir, comer bien y hacer ejercicio. Lo es también incorporar buenos hábitos que sustituyan los hábitos que nos perjudican. Los malos hábitos nos hacen propensos a la ansiedad.

Lo que más me funciona a mí es leer un buen libro. Inmediatamente me sumerjo en sus páginas, quedo atrapada en una dimensión que probablemente nada tenga que ver con mi vida, pero que me da alas para salir a otros horizontes, ver las cosas de forma diferente y, lo que es más importante,  me hace posponer cualquier proyecto de preocupación y/ o me brinda soluciones en las que nunca habría pensado.

Un roto en el corazón

Ojalá pase algo que te borre de pronto: una luz
cegadora, un disparo de nieve; ojalá por lo menos
que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no
verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones.
Ojalá que no pueda, tocarte ni en canciones.  Silvio Rodríguez.

Ya había pasado una semana desde que se fue Rosana y todavía Marcos se despertaba todas las noches con el ruido del portazo con el que se despidió de él. No estaba seguro de si lo había soñado o si la puerta  había sonado porque su mujer volvía a la casa. En su sobresalto, se ponía las pantuflas y bajaba la escalera para encontrarse con la oscuridad, el silencio y la puerta cerrada por dentro con el pestillo. No podía ser que hubiera entrado nadie. Con esa desilusión diaria se había terminado su breve e inquieto descanso y los recuerdos de veinte años se atropellaban en su cabeza hasta hacerle saltar las lágrimas.

– ¡Carajo! ¿Qué me pasa? ¿Es que he perdido mi hombría? ¿Cómo puedo estar llorando como si tuviera quince años? ¡Si al menos hubiéramos tenido hijos! Seguro que me darían la razón, se pondrían de mi lado y quizás no habría terminado todo como terminó. Los hijos unen. ¿Qué es lo que he hecho mal? Si me diera una oportunidad trataría de ser un mejor amante, un mejor amigo. Quizás no le presté la atención que necesitaba. ¿Será que no la hice feliz en la cama? También puede pasar que vuelva cuando se de cuenta de lo que ha perdido, o que él o ella se harten el uno del otro. Eso sí, si viene tendrá que devolverse por ahí mismo. Aunque… creo que la perdonaría, pero le daría una buena reconvención. ¡Vuelve Rosana, te perdono y te espero con ansia! No puedo vivir sin ti– eran sus diálogos internos, a veces verbalizados entre moco y lágrimas, de  cada noche.

Había perdido el apetito y las ganas de trabajar. Iba a la oficina como un sonámbulo y al final del día se daba cuenta de que no había hecho nada de lo que debía haber hecho para que todo siguiera funcionando como siempre. Cualquier objeto familiar, cualquier persona pasando por delante lo sacaba de su escritorio y lo llevaba por el camino trillado de toda la vida. Muchas veces se sobresaltaba cuando le dirigían la palabra o le llamaban por teléfono. Si hubiera podido se habría vuelto invisible. La mayor parte del tiempo lo pasaba buscando en Internet historias parecidas a la suya y consejos para  sobrellevar  la separación o el divorcio. Se dio cuenta que el tema de la infidelidad era muy común, pero esto no lo aliviaba lo más mínimo.  A cada momento repetía en su interior ¿cómo es posible que me haya pasado a mí? Aprovechaba los momentos en que no había gente esperando trabajos en la impresora común para imprimir largos folletos de sicólogos o de aficionados expertos en desamores y en el arte de ayudar sin tener las herramientas adecuadas. Así, Marcos fue formando toda una biblioteca de consejos y recetas que, lejos de darle soluciones lo hacían sentir peor.

Había oído muchas veces que un clavo saca otro clavo y pensó que era una buena idea empezar a buscar pareja. Para nada serio, se decía. Para vengarme de Rosana en otras mujeres. Para que Rosana vea que no me hace falta. Para que la gente vea que no me importa que me haya dejado mi mujer. Para demostrarle a la sociedad, a través de la nueva pareja, que sirvo, que soy bueno en el sexo, que puedo ser buen compañero y mejor amigo, que soy un ser humano al que se puede querer. Para sentirme que valgo, que no merezco ser abandonado.

Marcos salió con varias mujeres pero sus relaciones no fueron duraderas porque buscaba en cada una de ellas algo que no le podían dar. La autoestima y la seguridad que él necesitaba eran dos condiciones que ellas no tenían para regalarle. Y nunca encontró en ellas a Rosana. No hacían el amor igual. No se reían igual. Aunque se parecían a ella, el resultado final no era el mismo. Acabó entendiendo que pretender sustituir a su mujer no iba a dar resultado porque Rosana solo había una y él la había perdido.

En esta espiral de confusión y emociones negativas, empezó a ser ineficiente en su trabajo y la empresa terminó cancelando su contrato. Eran dos golpes demasiado fuertes en tan poco tiempo. Para reponerse, primero creyó haberse refugiado en Dios y no consiguió perdonar u olvidar. Después se refugió en la bebida y no consiguió lo que buscaba. Pasó por las drogas hasta que gastó su último centavo, su salud y la poca autoestima que le quedaba. Un ciudadano compasivo lo encontró tirado en una acera, envuelto en vómitos y lo llevó a la emergencia de una clínica. De allí fue trasladado a una entidad que acoge a los drogadictos. Tuvo la suerte de sobrevivir a la sobredosis y, con el tiempo, desintoxicarse y estar apto para volver a reintegrarse a la sociedad.

Entendió que lo mejor era alejarse de un lugar, de una sociedad que le recordaba a cada momento su pasada situación, su fracaso. Contactó a algunos amigos y entre todos consiguieron dinero para pagarle un pasaje al extranjero y algún dinero extra para sobrevivir por un tiempo. Fue el primer gesto de amor y reconocimiento que Marcos recibió después de su tragedia. Como había sido un buen técnico, al cabo de unos meses consiguió trabajo.

En esa segunda oportunidad que le brindó la vida, nunca consiguió reemplazar a Rosana. Tampoco trató de hacerlo. Empezó a salir con una viuda que, como él, necesitaba compañía y se dieron cuenta de que podían conversar, que podían interesarse el uno por el otro, que podían cuidarse mutuamente y que su presencia les era agradable a ambos. Marcos no le pidió nada al amor, si quería, ya vendría. Empezó a estar agradecido de la existencia y a mirarse a sí mismo con otros ojos.

 

 

Tú te fuiste y otro vino

Buscando material inspirador con el que crear una historia, una reflexión o comentarios para mi blog, me metí en una página de poesía corta.

Quedé impresionada por la cantidad de poesías publicadas; la calidad de algunas, la mediocridad de otras, la impecable ortografía y redacción de unas y las faltas de ortografía –que como dice Sabina “se ensañan con los poetas” que no las escribieron, porque los que lo hicieron no se dieron cuenta– de otras. Pero, sobre todo, el contenido de las mismas, donde la sabiduría popular hace gala de precisión y claridad de ideas.

Por ejemplo, esta brevísima poesía de Anayely –de apellido desconocido.

Pan es pan
vino es vino
tú te fuiste
y otro vino.

Anayely ha entendido mejor que la mayoría de los enamorados que no es sano aferrarse a algo que ya no funciona más.

Afirma David. G. Myers que las relaciones cercanas de apoyo (sentirse querido, afirmado y alentado por amigos íntimos y por la familia) predicen tanto la salud como la enfermedad. Proporcionan nuestros mayores dolores, pero también nuestras mayores felicidades.

Si en una relación sentimental las cosas no andan bien, aun después de haber hecho todo lo posible para arreglarla, la obsesión de querer continuar con la misma perjudica mucho, ya que se puede estar entrando en un círculo vicioso. Si una persona se vuelve adicta a “un amor”, posiblemente estará dispuesta a hacer y soportar todo con tal de no perderlo; recibiendo, a cambio, rechazo o hasta maltrato sicológico o físico.

La relación adictiva es progresiva. Se quiere controlar a la pareja para que esta no tenga otro interés que en la persona adicta y para ello no se escatiman esfuerzos, trucos, manipulaciones y  cuanta escaramuza sicológica viene a la mente.  Sin embargo, lejos de funcionar esta estrategia, hace que el adicto a equis amor vaya quedando sometido a éste. De controlador pasa a ser controlado y poco a poco va abandonando sus intereses personales para complacer. Este tipo de relación hace sufrir mucho a quien la padece, porque tiene pánico a enfrentar una realidad sin la otra persona.

En una relación de este tipo, puede haber una muy buena relación sexual que enmascara la carencia de afecto y la necesidad de sentirse abrazado, amado y protegido.  En estas relaciones sexuales se invierte mucho  en la creencia de que se está atando a la otra persona. En aras de esta falsa ilusión, el adicto se deja herir, humillar y violentar, terminando deprimido y con una muy baja autoestima que, a su vez, provocan mayor alejamiento emocional.  En ese juego negativo, muchas parejas siguen juntas a pesar de la inconformidad interna, creando mayor dependencia y adicción.

La rabia, la frustración, los celos son el pan nuestro de cada día para estas personas que no logran resolver sus conflictos y romper con la situación perniciosa para ambos individuos.

A partir de ahí, es fácil enfermarse, deprimirse y ponerse en contra de la existencia. La carga es demasiado pesada para llevarla. Se puede perder el control de la vida por la falta de confianza y la voluntad de cambio.

Una de las dos personas debe romper la relación, y estar consciente de que puede haber un síndrome de abstinencia igual que si se hubiera roto con alguna sustancia. Sin embargo, son peores las consecuencias para la salud mental, social y física si se mantiene la misma.

Cuando se tiene un problema de dependencia de pareja, hay que admitirlo y buscar solución. Si no se puede solo, un terapeuta puede ayudar a analizar los patrones de conducta  que perjudican a ambos y liberar una vida llena de dolor y desamor.

Todos somos responsables de nosotros mismos, de nuestra felicidad y nuestro paso por la vida de forma adecuada. Nadie tiene el poder que no le demos para atarnos y/ o hacernos sentir mal, y de la misma forma, es adecuado dejar en libertad a la persona que no quiere estar con nosotros.

Si nuestra pareja se quiere ir, no seamos tan selectivos como para no dejar que fluyan otros amores en nuestra vida, o simplemente abrirnos a las oportunidades del bienestar personal.

Anayely está muy clara: tú te fuiste y otro vino.

 

 

 

Claroscuros de Barcelona: las fiestas de la Mercè

 

“Ciudad de mi regazo y de mi almohada, de mi techo y mi brizna de dulzura, al andar por tus calles con premura, mi infancia en ella se quedó enredada”. Carmelina Soto.

Un año entero es demasiado tiempo para volver a Barcelona, cuando el corazón está enganchado en ella. Pero, al igual que les sucede a los amantes, los deseos de verla crecen exponencialmente, por lo que la dicha de pisar su suelo es incomparable. Cualquier época del año es apropiada para visitarla, incluso en el invierno que, por cierto, suele ser menos duro que en otras regiones españolas; pero a mí me gusta ir  para las fiestas de La Mare de Déu de  la Mercè que se celebran el 24 de septiembre. Para estas fechas, Barcelona crece en guapura porque adorna sus calles con espectáculos populares y desparrama cultura y alegría entre pobladores y visitantes. Las tradiciones sacan sus mejores vestidos y año tras año nos hacen revivir la historia de Catalunya.

No voy a hablar de todo lo que se puede hacer para La Mercè porque se me quedarían en el tintero muchas actividades que posiblemente yo no conozca, o de forma subjetiva haya dejado a un lado en pasadas celebraciones. Me limitaré a hablar de els castellers (castillos humanos), els gegants y capgrossos (gigantes y cabezudos), el correfoc (desfile de fuegos), las sardanas y el Piromusical.

Els castellers es una antigua tradición catalana que consiste en agruparse para construir torres humanas. Tiene su origen en el siglo dieciocho. Nace en Valls y poco a poco se va extendiendo en toda Cataluña. En pueblos y ciudades las personas crean asociaciones para esos fines. En las presentaciones y concursos, se les puede distinguir por su vestuario, diferente para cada asociación. Dependiendo del tiempo y la habilidad para esta actividad, se hacen torres sencillas o pueden llegar hasta diez pisos, terminando en la punta con un niño.

 

En la construcción de las torres participan ancianos, adultos, jóvenes y niños. La gente se incorpora con cuerpo y alma a la festividad y la disfruta al máximo.

Otra actividad de estas fiestas es el pasacalle de gegants y capgrossos. Ciudades, pueblos y barrios de Barcelona confeccionan sus propios gigantes y cabezudos, y para la Mercè los pasean por las calles de Barcelona precedidos por una banda que acoge diferentes instrumentos y cantidades de participantes, según el tiempo que se lleve participando, o los recursos humanos o adquisitivos con los que se cuente. Las bandas pueden ser tradicionales o fanfarrias. Las primeras usan parte de los siguientes instrumentos que son típicos de Cataluña: fabiol, flauta popular de caña, gralla seca, gralla a Claus, gralla del siglo diecinueve, guitarra barroca de Juan Struch, pandero de Urgell, silbato de madera, silbato de azulejo, tamborí, tenora y tible.

De la gralla, que es un instrumento de viento tipo oboe y que está hecha de madera y reforzada con argollas metálicas, tengo que decir que su sonido es tan dulce que, inevitablemente, invita al corazón catalán migrado a dejar salir emociones.

Las bandas modernas o fanfarrias, invitan a marchar con los gigantes o a saltar en el sitio.

 

Los gigantes representan personajes de la historia, aristocráticos, de poder político, o populares; y los cabezudos suelen ser mofas o críticas representadas por personajes burdos y desarmónicos, con una gran cabeza y cuerpo pequeño.

Como en el resto de las actividades, se pueden ver abriendo o cerrando los desfiles de cada barrio, todo tipo de personas y, sobre todo, niños y jóvenes que conforman las bandas o acompañan a su barrio detrás de los gigantes y cabezudos.

El Correfoc es parte de la cultura catalana y  una de las actividades más divertidas de las fiestas de la Mercè. En él, personas disfrazadas de demonios, por la noche, hacen un recorrido por las calles corriendo, bailando, saltando y tirando fuegos artificiales. Esta tradición desciende el Ball de Diables del que se sabe en Cataluña desde el siglo doce. El término “correfoc” aparece escrito en el año 1977, cuando los Diables del Clot realizaron un desfile con fuegos artificiales amarrados de un palo. Actualmente agrupaciones de correfoc llevan a los desfiles carrozas espectaculares con dragones y demonios echando fuego por las fauces.

Es divertidísimo mezclarse con la gente que pasa por debajo de los fuegos –inocuos siempre que se vaya con ropa de manga larga, caperuzas y gafas de sol para protegerse– y baila al ritmo de música pegajosa y entretenida. Es muy curioso ver a los padres llevando a sus hijos bien protegidos desfilando y divirtiéndose como nunca. Esos niños serán luego los pichones de correfoc. Conservarán la tradición y, en su día, sustituirán a sus abuelos. A esta actividad, hay que ir bien provisto de bebidas refrescantes porque produce mucho calor.

La sardana es una danza catalana que se baila en grupo, por parejas y con las manos cogidas. La duración del baile puede ser de siete a diez “tirades” y los pasos son “curts” y “llargs”. La sardana es una danza social, ya que admite un número grande de participantes y no se requiere condiciones físicas especiales para participar en ella. Se aprende fácil y las personas nuevas solamente tienen que ir escuchando al guía de la sardana que va contando los pasos y dando instrucciones de cambios de paso.

La sardana es tocada por una “cobla” –banda de viento con contrabajo y que consta de doce instrumentos–. Muchas sardanas tienen letras que dicen mucho para el pueblo catalán, pero solamente se usan las versiones instrumentales para bailar. El baile cogiéndose las manos se remonta a épocas prerromanas. Puede ser que tenga su origen en Grecia.

En las fiestas de la Mercè, en muchas plazas de la ciudad, se bailan sardanas de concurso –en estas no puede participar cualquier persona, sino los componentes de la “colla” – y sardanas para el público en general.

Joan Maragall dice “la sardana és la dansa més bella de totes les danses que es fan i es desfan” y los catalanes estamos de acuerdo.

El Piromusical de la Mercè es un espectáculo nocturno de treinta minutos que junta la música, con los fuegos artificiales y con otros elementos visuales como las fuentes de Montjuic. Este espectáculo es el encargado de cerrar los festejos.

Al anochecer, cientos de miles de personas van cogiendo su sitio para ver, sentados o de pie, la grandiosa presentación. En un momento determinado, y como despedida, todos los participantes encienden una bengala de mano, mientras suena la canción Barcelona  –con Montserrat Caballé y Freddy Mercury– y con nostalgia le dicen adiós a unos festejos que, la mayoría, repetirá al siguiente año.

No hay oscuros en esta fiesta. Quizás pequeños inconvenientes como poca posibilidad de parqueo, o muy caro; horarios de metro y tren que, aunque son extendidos, no cubren las necesidades de las personas que quieren estar en las calles hasta altas horas de la madrugada para no perderse –cosa imposible de lograr– todos los espectáculos que ofrecen los organizadores de las fiestas.

 

 

 

No se van, no se olvidan

Llueve una lluvia fácil… negligente.
Casi sin desazón. Casi sin ruido…                                                                          Y en un sitio del alma… en el olvido
los recuerdos me asaltan de repente. (La Balada del Recuerdo de Carmelina Soto)

No he tenido nunca dos amigas que sean iguales. Algunas han sido cálidas como las abuelas; otras han derrochado alegría en mi entorno; otras han estado prontas a recoger mis pedazos; otras han sabido distinguir qué día tenían que insuflarme pasión por la vida; otras han sido mi caleidoscopio y al mirar a través de ellas he visto la existencia de forma diferente; otras me han servido de ejemplo para ser mejor madre; a otras las he admirado tanto que me habría gustado ser como ellas en varios aspectos.

Para las que están a mi lado, no tengo sino reconocimiento, gratitud y amor. Doy gracias a La Vida por haberlas puesto en mi camino como rayito de luz en un día gris, manantial para saciar mi sed, piedra para descansar mi cuerpo o alas para volar alto.

De las que están ausentes, cualquier día, en cualquier momento, viene su imagen a mi pensamiento, llega su risa a mi corazón y recuerdo su voz como si la hubiera escuchado ayer. Qué falta me hacen: Luz y Sylvia.

No se puede decir que su vida fue corta, porque aunque se fueron a destiempo, vivieron una vida tan plena que la multiplicaron por varias. Me dieron su ejemplo de dedicación a los demás, amor incondicional por los hijos, pasión por su profesión, alegría, arte, gozo por los deportes, persistencia, firmeza, optimismo y consagración a los amigos. Esas tardes de confidencias, esas llamadas semanales para repasar con precisión, como si de una agenda se tratara, los acontecimientos cercanos y significativos en nuestras vidas, fueran buenos o no tan buenos –a veces acabábamos viéndolos buenos gracias al poder de convencimiento de la una a la otra–, llenaban un espacio en mi vida que no ha podido ser llenado de nuevo. Me hacen falta los libros comentados; añoro la alegría que producía su grata compañía y una copa de vino y, en fin, a ellas mismas que me han hecho sentir como si yo fuera lo más importante de sus vidas, en momentos determinados.

Gracias a todas, las que están y las que se fueron. Son un tesoro para mí.

 

 

La máquina

Un buen día, Luisín comenzó a caminar temprano en la mañana. Nos habíamos pasado la vida entera recomendándole el ejercicio y la alimentación sana, pero por alguna causa, no escuchaba nunca nuestras recomendaciones y lo veíamos crecer a lo ancho y a lo hondo día tras día. Pensábamos que de seguir así y, a sus cuarenta y tantos tacos, se quedaría jamón para siempre. Si se le miraba la cara de forma aislada, como si fuera un punto y aparte, Luisín era muy agradable a la vista; sabíamos que con un pequeño esfuerzo podría verse igual todo entero. Aunque, al pasar del tiempo, y dada la acumulación de carbohidratos y azúcares, el esfuerzo que se requeriría era considerable. También tenía un corazón querendón y filántropo, era dulce como un niño, por lo que todos pensábamos que era una pena que no hubiera podido enganchar con su alma gemela.

Pero, ocurrió el milagro y, de pronto, se puso los tenis y le dijo no al arroz del medio día. Tarareaba o silbaba todo el tiempo una pegajosa canción que se podía oír, también, en la telenovela de las once de la mañana. Marubenis le hacía coro de forma que, de pronto, en la casa se oía un dúo a todo pulmón que bien habría podido debutar en el programa Ídolos Latinos.

Marubenis se había convertido en el ángel guardián de Luisín. Lo conocía desde muy jovencito ya que ella había estado sirviendo en la casa de doña Mati por treinta años. Maru fue quien, de noche, le pasaba por la verja la llave de la puerta de la entrada, cuando era tineyito y delgado –doña Mati cerraba la puerta de la calle a las siete pe eme y a partir de ahí el mundo exterior tenía que esperar hasta las siete a eme. Le lavaba y planchaba las camisas –doña Mati había decretado que, o se casaba, o él se ocupaba de todas sus necesidades domésticas. Le preparaba dulces caseros que contribuían a su desbordamiento corporal y se inventaba excusas para anunciar que tal o cual cosa habían salido dañadas –culpando al súper de la mala calidad– cuando en realidad Luisín, para superar sus crisis emocionales, arrasaba con la nevera.

A Marubenis, Luisín le contaba sus penas y sus alegrías, sus éxitos y sus fracasos. Maru lo conocía como si lo hubiera parido. Por eso, sabía que estaba pasando algo importante en su vida y quería ser partícipe de ello.

– ¿Y qué e lo qué, Luisín? ¿Y esa contentura que tú tiene?

–Nada Maru –contestó sin poder aguantar una sonrisa de medio lado.

– ¡Cómo que nada! ¡Algo e! ¿Iba tú a cantar que bonisto e el amor sin que te pase nada? ¿E que tiene novia?

Luisín estaba loco por compartir con alguien sus buenas nuevas y, o no había encontrado el momento de hacerlo con nosotros, o tenía miedo de que nos mofáramos de él.

–Maru, ven a ver en la computadora una amiga que tengo.

–Carajo Luisín, ¡pero esa jeva e una máquina! ¿Cómo se llama? ¿De dónde e?

–Ella vive en Nueva York, pero va a venir en las vacaciones aquí. Se llama Christy.

– ¡Ay, Dió mío! ¡Tiene buena narga! ¿Y cómo la conocite?

–Por Internet. Ya llevamos una semana chateando. Es como si nos conociéramos de toda la vida. Tiene veinticinco años y está graduada de mercadeo. Estoy seguro de que es mi media naranja.

– ¿Y qué eso de  Mercadeo?

–Sirve para vender mucho –Luisín no quería entrar en explicaciones que Maru no habría entendido.

–Y ¿ya se lo dijite a doña Mati?

–Se lo diré cuando se acerque el momento de venir a visitarnos.

– ¡Oh mi Dió! ¿Y ande va a dormir?

–No sé.

Luisín era un adulto joven informático y en esos menesteres pasaba la mayor parte del día. Trabajaba para una empresa como free lance desde su casa y aprovechaba los momentos libres socializando por la red, ya que en persona era menos eficiente. Estaba convencido de que la red era el principal medio para entablar conversaciones y relaciones sociales con distintos fines –buenos y mejores. Daba por sentado que ahí encontraría el amor de su vida. Y así fue como conoció a Christy.

La semana siguiente de su confesión a Marubenis, Luisín la pasó en las nubes. Y los demás nos alegrábamos mucho de verlo tan elevado y contento. Maru –que nunca ha podido aguantar nada en la faltriquera– nos había contado la buena nueva y estábamos felices, aunque teníamos nuestra reserva en cuanto a si Christy era la máquina de la foto –Luisín nos la enseñó después de mucho rogarle–, porque podía ser una cincuentona o, simplemente, un bromista; pero no se lo dijimos porque nos encantaba su asfixie.

Mi abuelita decía que hay cosas que duran menos que un bizcocho a la puerta de un colegio. Luisín comenzó de nuevo a atacar la nevera, dejó de cantar al amor, abandonó las caminatas y hasta un curso rápido de inglés que había contratado para poder comunicarse mejor con Christy, ya que en su chateo, tener que usar el traductor de Guguel cada vez que recibía un mensaje y contestarlo, era un viacrucis.

Nosotros no nos atrevimos a preguntarle qué había pasado pero lo suponíamos. Hicimos un baipás a través de Marubenis y supimos la causa de su vuelta al estado anterior.

–Maru ¿y qué pasó con Luisín?

– ¡A Dió! ¿Y la mujer no le pidió dosiento dólar pa seguir conversando?

 

Los conflictos de pareja

Todos los días te quiero y te odio irremediablemente.
Y hay días también, hay horas, en que no
te conozco, en que me eres ajena como la mujer
de otro, Me preocupan los hombres, me preocupo
yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense
en ti durante mucho tiempo. Ya ves ¿Quién
podría quererte menos que yo amor mío?  Jaime Sabines

Los conflictos de pareja surgen, aunque a veces no nos damos cuenta, antes de vivir juntos. Durante la etapa de noviazgo la pareja empieza a conocerse y a ver aspectos del otro individuo que pueden preocupar, pero a los que no se les presta mucha atención ya que se está en una fase de enamoramiento romántico, o bien se tiene la fantasía de que se podrán cambiar cuando vivan juntos.

El tiempo de convivencia y de relación permite tomar conciencia de aquellas actitudes, hábitos y defectos de la persona con la que se está relacionando, y decidir de forma objetiva si se quiere compartir la vida con ella.

Hay algunos aspectos que hay que considerar antes de tomar cualquier decisión.

  • Es importante ser conscientes de que cada individuo tiene, a través de sus creencias y experiencias, una idea de lo que es la convivencia y en la mayoría de las ocasiones estas ideas o conceptos no coinciden con los de la otra persona. Ante las diferencias que puedan existir es importante preguntarse si se puede vivir con ellas, tener una actitud tolerante y comprensiva, e intentar no crear más conflicto.
  • Cada individuo debe de poder tener su espacio personal para poder desarrollar y madurar como individuo único que, después, enriquecerá la relación de pareja.
  • El carácter y las actitudes de cada individuo en particular son un punto importante de la relación de pareja ya que pueden determinar el tipo de comunicación y expresión que se establecerá en la relación. La comunicación entre la pareja debe de ser fluida, equilibrada y no agresiva, para que se pueda mejorar y superar con éxito los obstáculos.
  • El tiempo que dedica la pareja al placer y a disfrutar de sus momentos de ocio es muy importante para la relación, ya que es en esos momentos en los que la pareja puede tomar conciencia de la importancia y el gusto de estar con la otra persona.

La decisión de vivir juntos como pareja implica despertar del hermoso sueño y enfrentarse a la realidad. Una realidad que demuestra que aquellos aspectos que se creía que cambiarían o que mejorarían con la convivencia, ni cambian ni mejoran, sino que permanecen igual o se magnifican, ya que forman parte de la identidad del otro sujeto. La fantasía de pensar que el otro individuo cambiará o que con el tiempo modificará sus hábitos, lo único que hace es evitar ver la realidad para no enfrentarse a ella.

Los conflictos de pareja pueden tener diversos grados de complejidad. Pueden ser resueltos con mayor facilidad si los dos miembros están dispuestos a esforzarse y a solucionar los problemas de forma creativa y positiva a través del dialogo y la negociación. Existen otros muchos conflictos que pueden resultar más difíciles de afrontar ya que vienen del pasado y necesitan ser tratados con más profundidad, e incluso con ayuda terapéutica.

Hay tres formas de enfrentar los problemas de pareja. El más fácil de ellos es seguir en la misma situación: los individuos evitan el enfrentamiento y el esfuerzo que implica la solución del problema, adoptan una actitud pasiva ante la relación y sufren las consecuencias –que pueden durar para siempre y que anulan al individuo y a la pareja como conjunto.

El más difícil, es el camino de aquellos que quieren solucionar los conflictos. El dialogo, la negociación, la subordinación del orgullo y la cicatrización de las heridas emocionales, etc. No todos los individuos están dispuestos a pasar por esto. Aquellos que piensan que vale la pena esforzarse y quieren hacerlo, probablemente encontraran soluciones positivas a los problemas y conflictos de la relación.

El otro camino, es el de la separación. Existen diferencias irreconciliables que no dejan madurar y enriquecer la pareja. En estas situaciones, aún siendo difíciles, se pueden compartir con un especialista, para que ayude a tomar una decisión.

 LA INFLUENCIA DE LOS CONFLICTOS PERSONALES EN LA RELACIÓN DE PAREJA

Generalmente, los conflictos de pareja son generados por conflictos o situaciones personales que aún no han sido resueltos, como podría ser la falta de afecto durante la niñez, una educación excesivamente rígida, rupturas o pérdidas de los seres queridos, situaciones traumáticas o muchas otras que marcan severamente a la persona. Estas circunstancias van formando la personalidad del individuo y luego son de mucho peso en las relaciones de la pareja, provocando conflictos. Para que esto no afecte negativamente a la relación, es preciso que tomemos conciencia de la presencia de estas dificultades y no intentemos negarlas, sino trabajar a fondo estos aspectos.

A continuación proponemos algunas ideas que pueden ayudar a que se produzca un cambio.

1- En primer lugar es importante valorar y ser consciente de que es lo que pasa dentro de uno, para poder modificar aquellas actitudes que dañan y que impiden disfrutar de la relación.

2- Resolver los conflictos pendientes o inconclusos. Es preciso superar y cerrar aquellas situaciones pasadas que dejaron heridas y que aún no han sido superadas. La solución de estas situaciones no resueltas depende exclusivamente de uno mismo y es preciso pasar la página para poder empezar a vivir en el presente con emociones y sentimientos positivos y sin temor.

3- Cuidar la autoestima. La autoestima es un sentimiento que sube o baja, dependiendo del momento, y es precisamente en los conflictos de pareja, cuando puede sufrir un descenso importante. Es importante mantener un buen concepto sobre uno mismo, para valorarse y recuperar la confianza y la fuerza.

4- Pensar positivamente. Los pensamientos negativos son, a parte de adictivos, muy contaminantes y pueden afectar la actitud. Es importante cultivar la motivación y los pensamientos  positivos sobre uno mismo y lo que nos rodea.

Al trabajar estos puntos, no solo nos sentiremos mejor, sino que estableceremos una relación mucho más sana y positiva con nuestro entorno y las personas que se encuentran en él.

FACTORES QUE INCIDEN EN LOS CONFLICTOS DE PAREJA

El establecimiento de buenas relaciones interpersonales y el involucramiento para que la relación progrese en el vínculo del amor, debería ser la meta de toda pareja. Los casos más frecuentes de conflictos de pareja son: problemas de comunicación, económicos, sexuales, celos e infidelidades, agresión física y psicológica, juegos de poder, interferencia de terceros, desacuerdo en la educación de los hijos, falta de diversión, consumo excesivo de alcohol u otras sustancias, la falta de compromiso, de afecto, de vínculos, etc.

Cuando la pareja se encuentra en un período de crisis o conflicto, lo primero que se pregunta es si hay salida al mismo. Habrá salida de un conflicto de pareja siempre que los dos miembros deseen y estén plenamente dispuestos a esforzarse para salir de la espiral que degrada la relación.

En primer lugar, es importante relajarse para poder ver las cosas con más claridad, puesto que cuando estamos alterados vemos los problemas magnificados e imposibles de abordar. Luego, hay que hacer un análisis de la situación tomando en cuenta la posibilidad de resolver el problema a través del diálogo y procurando conservar un espacio de sosiego y tranquilidad para que el problema pueda ser expuesto correctamente y se pueda llegar a un acuerdo entre ambos, encontrar soluciones. Es necesario hablar con sinceridad y con ganas de arreglar los problemas, lo cual significa escuchar a la otra persona sin imponer ideas propias y cediendo un poco, esto último, por parte de los dos.

Si después de muchos intentos de solucionar los conflictos la pareja no llega a ningún acuerdo o incumple lo acordado, puede que se sienta frustrada y herida y esto puede convertirse en un problema más. Es el momento de plantearse buscar ayuda en un terapista.

En primer lugar hay que huir de la falsa creencia de que las terapias son para los “locos” o para las “personas que están mal”. La terapia es un espacio de comunicación donde hay la oportunidad de expresar sentimientos y pensamientos acerca de los problemas personales y relacionales que de otra forma no se haría. El terapeuta es un orientador, asesor y guía que ofrece un abanico de recursos psicológicos para ayudar a retomar el camino de la reconciliación con uno mismo, el reencuentro con la pareja y con el entorno social.

Es frecuente encontrar parejas que acuden a una terapia de pareja y el terapeuta invita a uno de los dos a seguir una terapia individual. Esto es debido a que algunos conflictos que se proyectan en la pareja tienen el origen en uno de los dos miembros de la pareja, por lo que, antes o durante la terapia de pareja, aquél miembro necesitará trabajar estos aspectos personales que inciden directamente en la relación.

Se puede vivir en pareja disfrutando de las ventajas de una compañía a la que amamos y que nos ama. Se puede crecer dentro de esta relación y recoger los frutos en la vejez. Si se quiere, se puede.

 

 

 

Carta del abuelo a los Reyes Magos

Quiero compartir con ustedes una carta que me habría gustado escribir a mí.

Si me fuera permitido añadir algo, le pediría a Melchor, quien siempre ha sido mi rey favorito, que el día seis del  2014 me dejara en el balcón una burbuja de amor en la que pudiera meterme en los días en los que tirita el corazón, los días grises, para arroparlo y llenarlo de alegría.

Melchor, Gaspar y Baltasar. ¿Por qué no he de creerlo, hijo? Un amigo mío les pidió la Luna reflejada en un charco y se la han traído.

Cuando yo tenía seis años y era pobre, les pedí un juguete. Me trajeron el mar. Papá, tan asombrado como yo, dijo: nunca había visto nada tan grande ni tan divertido.

Otro año, les pedí otro amigo y así seríamos siete, cinco en la cancha y dos en el banquillo, por lo que pudiera pasar. Les pedí un amigo de un metro y mucho de alto, todo un pívot.

Cuando vuelva a ser niño, a la hora de pedir, en la noche de los prodigios, pediré que me dejen tener un perro; que a mamá, el día 24 de todos los meses, aún le queden dos panes en la despensa y que papá vuelva a casa y sonría.

Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré que los mapas políticos cambien por las buenas, que cada uno pueda colorearlos como quiera, con los colores que más le gusten y que todos quepan en el mismo libro.

Mi padre, hijo, pedía los vientos de marzo, las lluvias de abril, las amapolas de junio, ver madurar el trigo y que el alcalde fuese un hombre honrado.

Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré motivos para cantar contento; que la niña del pomar vuelva a sonreírme; que nazcas tú; pediré una canción, una sonrisa y un beso, un amigo y, en todo caso, hijo, un vaso de buen vino.

Cuando sea niño, a la hora de pedir, pediré cosas que no se rompen, ni se oxidan, ni aburren, cosas que se quedan en la memoria, en tanto vuelva a ir de niño a viejo y para siempre, seguro que por los siglos de los siglos. Amén.

Esta es la carta que mi abuelo escribirá a los Reyes Magos cuando vuelva a ser niño.

Juan Farias

Mujer de palabra

Todos los periódicos del día traían en primera página la foto de un hombre de mediana edad que había aparecido muerto en el portal de un edificio de apartamentos de un barrio de clase media. Lo peculiar del asunto era que el hombre, por única vestimenta, llevaba amarrada en el bajo vientre una cinta ancha que terminaba en una gran moña que cubría sus genitales.

Mariela se levantó sin sueño y, como cada día, se puso la ropa para salir a correr. Cuando abrió la puerta de su casa recogió los periódicos sin siquiera echar un vistazo a los encabezados;  total, tendría tiempo suficiente durante la mañana para leer las noticias que hoy podrían ser un poco más interesantes, si no venían a buscarla antes de lo previsto.

Correr era una forma de desfogarse y de hacer que los problemas parecieran más pequeños. Mientras lo hacía, Mariela empezó a repasar los acontecimientos de la semana que había pasado, que se le había antojado fatídica, pero que ahora podía recordar con mucha calma.

Hasta ayer Mariela había estado pensando en la llamada de Ema. Por fin encontraba explicaciones al comportamiento inusual de su marido en los últimos tiempos: llamadas telefónicas tarde en la noche o temprano en la mañana, argumentos poco creíbles sobre el almuerzo,  desenmascarados por facturas de restaurante muy altas para el consumo de una sola persona, nuevas formas de hacer el amor que ella siempre pensó estaban sacadas de una revista pornográfica o de secretos compartidos entre amigos. Decidió encarar el problema y preguntarle a Alberto.

–Alberto ¿Estás teniendo un amorío en la oficina?

– ¡Yo! ¿Estás loca?

–Me llamó Ema–Alberto palideció y bajó los ojos– me contó de su relación de hace casi dos años y me dio todo tipo de detalle acerca de la misma. Creo que la complació mucho explicarme lo poco atractiva que soy para ti y lo mucho que me temes porque soy rabiosa.

–Mi vida, perdóname, eso ha sido un error fatal. Ella me sedujo y luego le seguí la corriente para que no peligrara nuestro matrimonio y no armara un escándalo en la oficina. Pero ayer mismo le dije que eso tenía que terminar; me imagino que por eso te llamó.

La llamada de Ema había estado resonando por cinco días, minuto tras minuto en los oídos de Mariela. Recordaba hasta el tiempo de las pausas, la entonación, los suspiros.

–Aló! ¿Me habla la señora Mariela Paz?

–Sí, dígame.

–Le habla Ema García. No sé si su esposo le ha hablado de mí.

–Pues, la verdad, no.

–Pues permítame presentarme: soy la novia de su esposo. Llevamos juntos un año y medio y, a pesar de que él me ha jurado cincuenta veces que hablaría con usted para decirle de lo nuestro y pedirle el divorcio, por lo que veo, ni siquiera le ha hablado de mí porque no se atreve a hacerlo.

–Mire joven, no tengo tiempo para perder con este tipo de bromas.

–Doña, le puedo asegurar que esto no es una broma.

–No creo nada de lo que me dice. Si fuera verdad me habría dado cuenta hace tiempo.

–Lo hemos mantenido discretamente para que nadie se enterara.  Alberto siempre decía que debíamos pasar un tiempo juntos para probar nuestro amor antes de decírselo a usted, o que la gente lo supiera. Pero en cada ocasión me ha repetido una y otra vez que ya no la quiere y que ya no le atrae, mientras que yo lleno todas sus necesidades porque soy joven y complaciente y que tan pronto se divorcie de usted se casará conmigo y formaremos una familia. Por eso la estoy llamando, porque estamos sufriendo los tres;  yo, porque no lo tengo para mí sola, él, porque quiere estar conmigo pero no se atreve a decírselo porque teme su reacción y usted, quien  podría estar viviendo con alguien que la quisiera.

– ¿Y cuándo se ven? ¿A dónde van? Porque mi esposo no ha faltado en casa un solo día por la noche.

–Nos vemos cada día en la oficina. Muchos días almorzamos juntos y a menudo nos quedamos hasta tarde dizque para terminar unos trabajos. No tengo que decirle más.

–Mire Ema, vamos a dejar esta conversación aquí. Lo que sí le puedo decir es que si lo que usted me está diciendo es verdad, le voy a mandar a Alberto con todo y moña. Es un  regalo que no podría ir a mejores manos.

 

 

 

 

 

 

7 historias de amor. Domingo: amor incondicional

Se acaba el año. En estas fechas en las que mis emociones están desbordadas y, por momentos, desarmonizadas,  por si no he sabido comunicarme en la profundidad con que he querido hacerlo en nuestro a veces continuo y a veces escaso contacto, pero siempre lleno de amor, voy a vestir de grafía mis sentimientos.

Primero, el  amor que empieza tenue –en mí no se dio el paradigma de que las madres aman profundamente desde el momento en que nacen los hijos – y que va creciendo de forma exponencial hasta la muerte, principalmente estimulado por el miedo a perderos. Después, una manera torpe de aprender a ser madre por el método de prueba y error –esto último demasiado costoso tanto para vosotros como para mí. Os pido perdón. Yo me perdono; no se nace sabiendo ser madre.

En el diario vivir, os transmití el estilo independiente con el que yo fui criada, me consta; prueba de ello es la distancia geográfica que nos aleja, pero no nos separa, y la autosuficiencia para manejar vuestras  vidas y la de vuestras familias – tema que a veces me inquieta porque caigo en la trampa de pensar que solo hay una forma de encarar la vida y hacer las cosas, la mía–. Veo con alegría que he podido sembrar semillas que se han desarrollado de forma diferente, porque diferente era el terreno en el que las sembré y por eso, los frutos son diversos y ricos.

Tengo que admitir que, a veces,  siento envidia de las madres que pueden abrazar a sus hijos diariamente; pero no estoy hablando de carencias. No puedo ser tan selectiva cuando recibo tantos abrazos y compensaciones por otros medios. La Vida me premia de forma diferente a otras madres.

Valoro y admiro la forma en que pasáis por la vida y cómo habéis dado la cara ante los desamores, las distancias, las crisis, los golpes que os han hecho entender de qué se trata la existencia y cómo manejarla; también, cómo habéis aprovechado  las ilusiones, las esperanzas, los triunfos, los amores y  las realizaciones personales. Doy gracias a la Vida por lo que sois, fruto de vuestro esfuerzo.

Este año que termina ha puesto a prueba a mucha gente. Creo que nuestra familia la ha pasado con buena nota y vosotros, hijos míos, con honores. No pude haber tenido mejores hijos, ni nadie me hubiera podido dar tantas alegrías y satisfacciones como vosotros. Pero aunque así no fuera, mi amor no pone condiciones, sencillamente es.

Para el año que empieza y el resto de vuestras vidas, quiero recordaros que el tiempo en la tierra es corto y no se puede desaprovechar. Vivid con intensidad; aprovechad los momentos felices que son muchos, si se les sabe reconocer y sed personas que aporten soluciones a los nuevos tiempos. La crisis, necesariamente nos conducirá a un paradigma nuevo, mejor, más equitativo y armonioso. Sed parte de él.  Para ello, pido que siempre podáis ver la luz, tengáis las fuerzas para hacer el camino y estéis acompañados por el espíritu del Hacedor y el mío. Que vuestros frutos se parezcan a vosotros o sean mejores – si esto puede ser. Que la Vida nos junte más a menudo y que sepamos agradecer tantas bendiciones.

Os quiero, Javier e Ivette.

31 de diciembre de 2012